El Gobierno manda a un nuevo diplomático a Caracas para intentar destrabar la negociación por los refugiados en la embajada
El diplomático Mangiarotti se hará cargo de la representación diplomática, mientras negocian con el gobierno de Maduro el salvoconducto para los seis opositores a Maduro
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Un nuevo actor en la novela de desencuentros, enojos y distancia entre el gobierno de Javier Milei y la Venezuela de Nicolás Maduro hará hoy su aparición en escena.
Andrés Mangiarotti, diplomático de carrera con pasado reciente en la embajada argentina en Bélgica y Luxemburgo, llegará a Caracas para hacerse cargo de una embajada en la que desde hace diez días siguen refugiados seis dirigentes opositores al chavismo, que aguardan el salvoconducto para llegar, precisamente a Buenos Aires.
Altas fuentes del Palacio San Martín y mensajes desde el gobierno chavista confirmaron a LA NACION la llegada de Mangiarotti, a una embajada que hoy tiene su puesto principal vacante, desde que el embajador Oscar Laborde, de inmejorables lazos con Maduro y el chavismo, dejará su cargo, el 9 de diciembre pasado. El encargado de Negocios interino, Gabriel Volpi, que en los hechos fue el número 2 de la embajada durante el gobierno kirchnerista, fue quien tuvo a su cargo la recepción de los dirigentes, todos cercanos a la líder opositora María Corina Machado, impedida por la justicia electoral venezolana de participar en las elecciones del 28 de julio próximo, en las que Maduro buscará una nueva reelección.
La llegada de Mangiarotti responde, según evalúan fuentes diplomáticas, al interés del Gobierno en encarrillar a su modo las negociaciones que, desde ambos lados reconocen. “Estamos hablando”, dicen, sin dar mayores detalles, desde el gobierno argentino, mientras el chavismo dejó trascender, desde el comienzo del entuerto, que la decisión de Maduro es dejar salir hacia Buenos Aires a los refugiados Pedro Urruchurtu, Magalí Meda, Claudia Macero, Humberto Villalobos y Omar González, todos cercanos a María Corina Machado y su partido Vente, al igual que un sexto dirigente cuyo nombre no trascendió inicialmente.
“Maduro no quiere más problemas. Si se quieren ir, que lo hagan”, dijo una fuente cercana al gobierno venezolano, quien acusó a los disidentes de “montar un show, porque saben que pierden la elección”. Fue horas antes de que el gobierno argentino confirmara su decisión de enviar gendarmes para proteger a los refugiados, a quienes-según denunciaron-les cortaron la luz y el agua en la residencia oficial de la embajada argentina, presuntamente como forma adicional de hostigamiento. Fuentes cercanas a los refugiados acotaron entonces que hasta desaparecieron los fusibles de la electricidad, hecho que atribuyen a empleados de la empresa estatal Corpoelec.
La decisión de enviar ocho gendarmes fue frenada el fin de semana largo, cuando Mondino y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, recibieron señales concretas de que el gobierno de Maduro no los dejaría pisar territorio venezolano.
Fue entonces cuando se puso en marcha, entonces sí con mayor velocidad, un mínimo acercamiento entre ambas autoridades para llegar a un acuerdo. El chavismo, en tanto, hizo trascender que aún no ha recibido de las autoridades argentinas el pedido oficial de un salvoconducto para los disidentes venezolanos, lo que hace suponer una negociación trabajosa y con dificultades antes de su concreción final.
El contexto, claro, no ayuda a la concordia. Las relaciones entre Argentina y Venezuela pasan por uno de sus peores momentos desde que Milei asumió la Presidencia. Antes de la llegada de los refugiados, uno de los últimos episodios fue la prohibición para los aviones argentinos de surcar espacio aéreo venezolano, en represalia por el decomiso hacia Estados Unidos del avión de Emtrasur, retenido en Ezeiza durante meses por orden del juez Federico Villena, al igual que su tripulación compuesta por venezolanos e iraníes. Desde la oposición venezolana se repiten las críticas contra Maduro, a quien acusan de amañar el proceso electoral y perseguir a los opositores con el fin de complicar sus chances en las elecciones.
A ellos se sumó, anteayer, el máximo responsable del gobierno de Estados Unidos para temas de América Latina, Brian A. Nichols, quien advirtió sobre las “carencias democráticas” que aún persisten en Cuba, Nicaragua y Venezuela y, en relación a Maduro, ha admitido a día de hoy que la inhabilitación de opositores y el aumento de la represión no permiten albergar “mucha esperanza” de que vayan a organizarse elecciones libres, si bien cree que “todavía hay tiempo” para que el “régimen” de Nicolás Maduro “cambie de ruta”.
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