El Gobierno apuesta a dilatar el debate del acuerdo en busca de retener protagonismo
Hacer que la oposición, que estaba en la tribuna, baje a jugar a la cancha. Cambiar la luz cenital sobre el Gobierno por un foco sobre todo el arco político. Y modificar la agenda. El Gobierno cree haber cumplido esos objetivos con el llamado al acuerdo político y ayer dejaba correr el calendario y que el PJ jugara sus fichas, antes de entrar a negociar la letra chica de un eventual consenso.
"La carta del Presidente llegó a todos los sectores y dirigentes. Ahora hay que esperar a que decante y ver qué respuesta hay del otro lado. Esto no es una carrera de cien metros, hay que tener paciencia", señalaban ayer en la Casa Rosada. Mientras tanto, el exministro de Economía Roberto Lavagna aceptaba dialogar con ciertas condiciones y le pedía a Mauricio Macri que "la búsqueda de consensos sea genuina" a través de una carta. Por su parte, el ex secretario presidencial Oscar Parrilli se corría de la intransigencia y señalaba que "Cristina Kirchner siempre ha hablado con todo el mundo".
En el Gobierno, ayer seguían de cerca las reacciones opositoras. Una de las posibilidades es que en las próximas horas el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, comiencen a convocar a reuniones bilaterales para intentar avanzar en un texto de consenso. Todo con bajo perfil. "Mucha discreción", era la estrategia que ayer sostenían en Balcarce 50 para evitar que el acuerdo se frustre antes de tiempo.
"Hemos tenido muy buenas respuestas a la búsqueda de consensos de [Miguel Ángel] Pichetto, de [Juan Manuel] Urtubey, de distintas asociaciones civiles de la Argentina y de los representantes de los cultos. También el doctor Lavagna dio una primera respuesta a este llamado del Presidente y fue positiva porque no objetó ninguno de los puntos, sino que los aclaró", dijo ayer Frigerio en diálogo con Radio La Red.
Para el Gobierno todavía es una incógnita la reacción que tendrá Cristina Kirchner ante el acuerdo. La expresidenta ya rechazó el contenido de los diez puntos que la Casa Rosada plasmó en su convocatoria, pero si se sentara a dialogar modificaría los pronósticos iniciales, que la proyectaban fuera del acuerdo. Mañana Cristina hará una aparición pública, después de varios meses, cuando presente su publicación en la Feria del Libro.
"En principio debería plantear qué es lo que ella piensa en la búsqueda de estos consensos básicos. Por supuesto siempre está abierta la puerta para conversar mano a mano", dijo ayer Frigerio.
La gestión de Mauricio Macri asegura estar abierta a revisar el contenido del acuerdo. El gesto y la foto, entienden, serán ganancia suficiente. Mientras tanto, la atención está puesta en lo que hace la oposición. "Las fichas negras también tienen que jugar y cuando lo hacen se equivocan. Desde que los convocamos, la oposición fue y vino. Lavagna y [Sergio] Massa dijeron cosas distintas. Todo eso quedó expuesto ahora", subrayó ayer un funcionario de la mesa chica de Cambiemos en diálogo con LA NACION.
Desde hace tiempo que el Gobierno se sentía entrampado peleando "contra sí mismo". La movida, de neto corte político, consiguió sumar a la oposición a la escena. Además -y mientras el dólar no muestre sobresaltos- logró correr levemente la agenda, que venía concentrada en la mala coyuntura económica.
En el Gobierno ayer celebraban los apoyos sectoriales a la idea del consenso político. En especial, del empresariado, con el que la Casa Rosada había entrado en cortocircuito en los últimos meses. "Ahuyentamos los cisnes negros fomentados por el círculo rojo", reflexionaba ayer un funcionario nacional.
Para retomar la comunicación con el mundo empresario, Peña se viene reuniendo entre una y dos veces por semana, los martes o los jueves, con grupos de unos diez hombres de negocios de distintos sectores. El funcionario les explica la visión del Gobierno en una alocución de unos veinte minutos, para luego abrir la mesa a intercambios y a la recepción de reclamos. En esos encuentros, el funcionario les pide a los privados que "transmitan las buenas noticias de sus empresas" para "mejorar el clima".
Ayer, de hecho, el jefe de Gabinete se reunió a primera hora del día con un grupo de empresarios. Entre otros, hubo representantes de Frávega, Andreani, Telecom y JP Morgan. Al encuentro se sumó el exministro de Producción Francisco Cabrera. El acuerdo de gobernabilidad, según pudo saber LA NACION, fue un tema excluyente de la reunión.
"Con la convocatoria al diálogo recuperamos un poco de terreno con los empresarios", celebraba ayer un funcionario. En el Gobierno, en tanto, creen que "el llamado al consenso rompió la lógica de la división política". Es solo en lo enunciativo. En términos electorales, el oficialismo se recostará en la polarización con Cristina Kirchner.
La Izquierda planteó su propio decálogo
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) rechazó la convocatoria al diálogo lanzada por el Gobierno, la que definió como destinada a darles garantías a los especuladores financieros, y armó su propio decálogo para tener "una salida política propia de los trabajadores". Allí propuso "poner fin al régimen del FMI" y proyectó llevar adelante "un plan económico y una reorganización integral del país completamente opuesto al que se puso en discusión". Dentro de los diez puntos, llamó a no pagar la deuda con el Fondo, aumentar inmediatamente salarios y jubilaciones, prohibir los despidos y suspensiones, anular la reforma previsional e invalidar los tarifazos. Exigió que la educación sea pública, gratuita y laica y demandó "separar, de una vez por todas, a la Iglesia y el Estado". Además reclamó viviendas populares de calidad, urbanizar villas y asentamientos. Por último, repitió su apoyo al derecho al aborto legal, seguro y gratuito.
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