El gobernador, la Presidenta y el cordón umbilical
El impuestazo rural impulsado por el gobernador Daniel Scioli y convalidado por la Legislatura bonaerense da cuenta de que, lentamente, la crisis de financiamiento de las provincias se irá convirtiendo en uno de los conflictos políticos más importantes, probablemente junto con el cepo cambiario que anoche dio lugar al primer cacerolazo en la ciudad de Buenos Aires.
La actitud del gobernador bonaerense de desafiar al campo, al mejor estilo K, con su decreto de revalúo inmobiliario sorprendió a muchos. Es que, después de admitir -aunque casi pidiendo permiso- sus aspiraciones presidenciales con vistas a 2015, se podía esperar que Scioli buscara sumar apoyos en lugar de dilapidarlos.
Su virtual renuncia a avanzar en una alianza con el campo sólo puede explicarse por su temor al aislamiento financiero.
Sin embargo, el principal beneficiario de las medidas impositivas será el gobierno nacional, por el fuerte impacto que tendría en la recaudación del impuesto a los bienes personales, como producto de los aumentos en las valuaciones fiscales de las propiedades rurales.
El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner recibirá los frutos de un tiro a dos bandas: por un lado, mejorará su recaudación y, por otro, debilita a un potencial competidor por la presidencia de la Nación en 2015.
Sin proponérselo, Scioli logró un fenómeno no visto desde la cruzada contra la resolución 125 de Cristina Kirchner en 2008: que las entidades del campo volvieran a unirse en pos de un objetivo común. Ayer mismo, éstas decretaron un paro de nueve días. El líder de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Buzzi, auguró "un desenlace impredecible del conflicto" y calificó a Scioli como "un virrey que quiere recaudar para la reina". Su par de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati, en igual sintonía, se quejó de que algunos gobernadores "actúan como agentes de recaudación del gobierno nacional".
Si bien nadie le podrá negar al gobernador bonaerense que las valuaciones fiscales eran mucho más bajas que las del mercado, hubiera podido avanzar de una manera progresiva y por medio del diálogo. Pero la desesperación por fondos frescos, el temor a las dificultades para pagar los sueldos de la administración pública y las presiones de la Casa Rosada habrían podido más.
Es curioso: Cristina Kirchner forzó a Scioli a hacer algo que ella no se atrevió a terminar. Después de hablar de la "sintonía fina" y de anunciar la eliminación de subsidios a los servicios de agua, luz y gas, la Presidenta dio marcha atrás y sólo dejó sin aquel beneficio a unos pocos hogares de algunas zonas del área metropolitana. El malhumor social y la tragedia ferroviaria de Once terminaron de persuadirla de no seguir avanzando.
Por lo visto, Scioli no tuvo margen para razonar de la misma forma. El impuestazo llegó al campo en uno de sus peores momentos, después de una campaña signada por una de las mayores sequías de los últimos años y, más recientemente, por inundaciones en distintas zonas de la provincia. El mayor drama de Scioli es que los recursos seguirían siendo insuficientes y esto le dificultará cortar el cordón umbilical de la Presidenta.
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