El gabinete de Macri, surcado por errores, estrés, angustias y una solidaridad que no alcanzó
Para los ministros, fue una experiencia única, pero traumática; días interminables, presiones y la crisis repercutieron en sus familias y en su salud; lo mejor, la cohesión
Formar parte del gabinete nacional es un privilegio de pocos. Pero lo que no suele conocerse es el lado oscuro de la luna. A la hora del balance, muchos ministros del actual gobierno confiesan que esa experiencia, de la que no se arrepienten, está cruzada por errores graves, angustias, estrés, frustraciones, denuncias y enfermedades. "El último año y medio fue un calvario", dice Gustavo Lopetegui, secretario de Energía y, antes, vicejefe de Gabinete.
Un calvario, admite, provocado en primer lugar por un error de diagnóstico. "Fue una mezcla de ingenuidad y de soberbia. Pensábamos que, como éramos mejores que los anteriores, no había forma de que nos fuera mal".
A Lopetegui, estos cuatro años, marcados a fuego por la crisis económica que se desató a comienzos de 2018, le dejaron huellas en el cuerpo. Desde hace tiempo padece una dermatitis seborreica severa que se le manifiesta en manchas rojas, escamas y comezón, de la cabeza a los pies. Además, por primera vez en su vida tuvo que tomar pastillas para poder dormir.
Cuando asumió en Cultura, Pablo Avelluto tenía una pesadilla recurrente: lo ponían al comando de un Boeing 747 y no conseguía controlarlo. Francisco Cabrera (Producción) no puede sacarse de la cabeza el momento en que Macri le pidió la renuncia. Terminaron abrazados y llorando.
Oscar Aguad llevaba apenas dos meses como ministro de Defensa cuando desapareció el submarino ARA San Juan. "Fue algo absolutamente traumático, y desde el primer momento fui consciente de que esa tragedia me iba a acompañar el resto de mi vida, en un doble papel: el de víctima y victimario". Otra desaparición, la de Santiago Maldonado, le hizo vivir a Patricia Bullrich (Seguridad) 78 días de "tensión y angustia" por momentos insoportables.
En una mesa de Mirtha Legrand se sintió tan atacada con críticas y acusaciones que se le empezaron a caer las lágrimas. Dante Sica (Producción y Trabajo) asumió en septiembre del año pasado, en plena crisis económica, con un panorama desolador. "Me daba la sensación de estar en la sala de guardia de un hospital del conurbano la noche de un sábado de Carnaval".
Un ministro afirma, con reserva de su nombre, que lo peor fueron sus peleas con el Presidente y otras disputas internas. No eran enfrentamientos menores: al menos dos o tres veces se vio obligado a presentar la renuncia. Macri se la rechazó.
Para Carolina Stanley (Desarrollo Social), lo más difícil no fue lidiar con los jefes de las organizaciones sociales, sino con miembros del propio gobierno. "Nada me costó tanto como el fuego amigo". Declina hacer nombres, pero no hace falta: son conocidas sus diferencias con el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
A veces, la cosa empezaba en drama y terminaba en comedia. Avelluto, que había sido amenazado de muerte por reducir drásticamente -1600 personas- la planta de su área, salió un día de su oficina caminando y a los pocos metros empezó a sospechar que un hombre lo seguía. Cuando ya no le quedaban dudas, lo esperó y lo encaró. "Señor -le explicó el hombre-, soy personal de su custodia".
La función pública, coinciden todos, obliga a jornadas largas y extenuantes. Muchos sostienen que nunca en sus vidas había trabajado tanto y bajo tanta presión. Sica llegaba a las 7 a su despacho y no se iba antes de las 22. El horario de Stanley, madre dos hijos, era algo más corto: de 8 a 20. Dice que la agenda era tan absorbente que en más de una ocasión, estando en el interior, hizo su sesión semanal de terapia vía Skype. Mantuvo también la rutina de salir a correr bien temprano, dos o tres veces por semana; generalmente con su marido, Federico Salvai, jefe de Gabinete de María Eugenia Vidal.
Patricia Bullrich sabe ahora que Seguridad -mejor dicho, la inseguridad- no contempla ni días ni horas. Por eso mismo, dormía con el celular prendido, y era habitual que sonara en cualquier momento de la noche. Podía ser algo importante o podía ser que a un funcionario, a un diputado o a un amigo del Presidente le habían robado su teléfono. "Descubrí que el celular eliminó la intermediación -dice-. No llaman a mi privada. Me llaman directamente a mí".
Para Avelluto, estos cuatro años fueron, por su intensidad y niveles de estrés, equivalentes a 16. "Como en el espacio, acá el tiempo pasa distinto". Lopetegui lo vivió así: "El trabajo me tomó. Abdujo mi mente. Nunca llegaba a desconectarme, ni en mi casa ni de vacaciones. Esto me secuestró". De hecho, dejó casi totalmente de lado dos de sus grandes pasiones: leer y jugar al tenis.
Cabrera señala que la función pública requiere tanta carga horaria que él siente que perdió su libertad. Además, apunta otro factor: la gente cree que un ministro debe hacer trabajo de ministro las 24 horas. "Yo desde hace 12 años no puedo ir tranquilo a un club a hacer deporte. Solo puedo ir muy temprano o muy tarde, cuando no hay gente". Una vez fue a una exhibición de Del Potro y una señora lo interpeló: "¿Vos sos Cabrera? ¿Qué hacés que no estás trabajando?". Eran las 9 de la noche.
Un ministro llegó a estar tan cansado, física y mentalmente, que un día, durante una reunión, se dio cuenta de que "había empezado a decir boludeces". Por ejemplo, le hizo una pregunta a un colaborador que, al escucharla, se quedó congelado, igual que los demás. Cinco minutos antes le había preguntado lo mismo.
Las familias también acusaron el golpe. "Tuve varios momentos de crisis con mi marido", revela Bullrich. Al cumplir 20 años de casados, se fueron a California. Llegaron un sábado después de un vuelo extenso, con escalas, agotador. El domingo, mientras visitaban la célebre cárcel de Alcatraz, en San Francisco, la llamaron para avisarle que el embajador de Israel acababa de informar al Gobierno que había recibido una amenaza de bomba. Tomaron un avión de vuelta ese mismo día. Pero cuando aterrizaron ya se sabía que había sido una falsa alarma. Ella se ligó un reto: "Mientras seas ministra, no vuelvo a viajar con vos".
Lopetegui dice que su mujer tuvo que hacerse cargo de todo en su casa. "Me recontrabancó, porque, la verdad, estuve cuatro años borrado". Avelluto cuenta lo mal que la pasó una vez que lo insultaron en la calle. "Fue feo porque se metieron con mi mujer y con mis hijos". A su mujer, la cineasta Carolina Azzi, que colaboró brevemente en el área de Comunicación cuando él asumió, la acusaron de haberse llevado equipos de las oficinas. "Absolutamente falso", niega Avelluto.
Stanley se reconoce muy culposa por haberles quitado tanto tiempo a sus hijos, aunque cumplió el objetivo que se había fijado: "Estuve siempre en los momentos importantes. No falté a ninguno". Un estrecho colaborador del Presidente admite que su matrimonio estuvo a punto de estallar varias veces. Ahora, desde el llano, espera recomponerlo. "Ojalá que no sea demasiado tarde".
Entre los mayores activos de estos cuatro años, los funcionarios consultados por LA NACION coincidieron, en forma unánime, en señalar el trabajo en equipo. Hablan de una relación de colaboración, de confianza y hasta de solidaridad.
"Yo estuve en el gobierno municipal de Córdoba, después en el provincial y fui interventor en Corrientes, y jamás vi un gabinete con una unidad como la que tenía este, a pesar de las diferencias que pudieran existir", dice Aguad. "Entre nosotros había mucha camaradería, sobre todo en los dos primeros años. Casi como el tipo de relación que hacés en la secundaria o que se daba en la colimba. Creo que eso desde fuera del Gobierno no fue percibido", apunta Avelluto.
También Lopetegui habla de "camaradería" y de un "fuerte trabajo" en equipo. Pero esa cohesión no oculta, dice, la frustración y cierta sensación de fracaso por lo que no pudieron hacer. "Creo que subestimamos lo que recibimos. Lo minimizamos. Fue un error de diagnóstico, mezcla de ingenuidad y de soberbia. Pensábamos que, como éramos mejores que los anteriores, no había forma de que nos fuera mal".
A pesar de los sinsabores, ninguno se arrepiente de lo vivido. Todo lo contrario. Se sienten parte de la historia y de un grupo, sostienen, que apostó por un cambio estructural del país. "Fue algo inspirador, motivante, trascendente. Tomar decisiones que afectan a millones de personas energiza, te hace trabajar mucho, estudiar, interactuar con otros sectores. Cuando haga un balance de mi vida, esta experiencia ocupará un lugar de mucho peso. Fue la frutilla del postre", dice Cabrera.
Como prácticamente todos sus colegas, solo tiene elogios para el Presidente. "Fue un ejemplo de austeridad y de contracción al trabajo. De responsabilidad. Jamás llegó tarde a una reunión. Nunca faltó a un encuentro o se fue antes. Nunca dejó de contestar un mensaje. Eso es algo muy novedoso en la cultura política argentina".
Bullrich le agradece su apoyo permanente, y también sus niveles de exigencia. En una ocasión lo llamó para informarle de una novedad muy importante que a ella le acababan de dar. Pero el dato estaba equivocado. "Es el único error que te perdono. El próximo, te vas", le advirtió Macri.
Otro ministro le recrimina una dosis excesiva de ingenuidad y corrección. "No es lo suficientemente psicópata ni tiene la suficiente maldad que se necesita para ocupar ese cargo".
Después de mostrar en su celular unas fotos de las manchas que le aparecieron en todo el cuerpo, Lopetegui dice que no se siente aún en condiciones psicológicas de analizar a fondo estos cuatros años, ni en lo personal ni en lo colectivo. "Fue muy duro lo que nos pasó y lo que me pasó. No me arrepiento, es la experiencia más importante de mi vida, y creo que cuando se cierre la herida vamos a resignificar todo lo que hicimos".
El regreso a la vida privada, sin dejar la política
¿El futuro? Cuando escuchan la pregunta, los ministros de Macri tienen una respuesta casi calcada: "Ahora, vacaciones. Descansar, descansar, descansar".
Pero hacen planes, claro. Patricia Bullrich ya tiene trabajo: es la presidenta de Pro, y además se propone fundar un instituto especializado en seguridad. A Pablo Avelluto le gustaría lanzar un medio en una plataforma digital y, con matices, seguir militando.
"No sé muy bien qué voy a hacer -admite Gustavo Lopetegui-, aunque seguramente vuelva a la esfera privada. En octubre cumplí 60 años, es hora de aflojar un poco. Estos 4 años fueron como estar en Chernobyl".
Francisco Cabrera se propone volver al sector financiero y, en lo político, crear una plataforma digital como "red de contención e interconexión" de las aproximadamente 700 personas que, dice, conforman hoy el equipo económico ampliado del macrismo. "De algo estoy segura: voy a seguir vinculada a lo social", adelanta Carolina Stanley. Oscar Aguad regresa a Córdoba para reincorporarse a su estudio jurídico y, en marzo, a la actividad política, con la idea de "consolidar Juntos por el Cambio al lado de Macri".
Dante Sica vuelve a su consultoría y no se preocupa mucho por lo que le deparará el futuro: "Como dice Spinetta, el mañana es mejor".