El Estado kirchnerista y la lógica de expandir derechos sin hacer números
Los argentinos confían en las campañas públicas, pese a la deuda estructural que dejaron los gobiernos
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La Argentina tiene forma de paradoja. La última de las paradojas involucra al Estado kirchnerista. En medio de un descreimiento creciente de la política y de un Estado cuestionado como nunca antes por la baja calidad de los servicios y bienes públicos que provee, Argentina muestra una adhesión récord a la campaña de vacunación contra el coronavirus impulsada, precisamente, desde el Estado. El dato es este: el porcentaje de vacunación completa, con dos dosis, supera al promedio de América del Sur, que a su vez es el territorio del mundo con mayor porcentaje de vacunación completa sobre la población total.
Si en Sudamérica el porcentaje de vacunados con dos dosis llega al 63%, Argentina ya tiene un 70% de ciudadanos con vacunación completa. Si se suman además los vacunados con una dosis, el porcentaje de vacunados argentinos llega al 83% y al 76% en el caso de Sudamérica. En cambio, en Europa, el territorio de los Estados de bienestar eficientes, la cifra de vacunados con dos dosis llega al 61% sobre la población total y al 65% si se suman los que recibieron una dosis por el momento. Y en Norteamérica, es decir, con un Estados Unidos que articula en escalas envidiables esfuerzos de Estado y de privados, la vacunación completa alcanza al 58%, y los vacunados en general, también los de una sola dosis, al 67%.
Es decir, los argentinos, y los latinoamericanos, confían todavía en algunas dimensiones del Estado a pesar de la deuda estructural que los Estados y la clase política vienen generando. Es esa confianza en el Estado la que ha movido montañas en Argentina, y en Sudamérica. Y eso, hay que insistir, a pesar de todo, incluyendo las malas decisiones iniciales de la administración kirchnerista en la compra de vacunas y la ejemplaridad hecha pedazos por los líderes kirchneristas con los casos de vacunación privilegiada.
“El éxito de nuestra cultura de la vacunación (de toda la región) es tal que nos lleva a estar al tope a nivel mundial”, comentó en Twitter el ingeniero en sistemas Mauro Infantino, una fuente de datos y análisis irreprochables durante los meses de pandemia, donde la información poco confiable o sesgada se ha vuelto rutina, que compartió los datos de Our World in Data en Twitter.
Hay algo sugestivo en esa estadística que impacta sobre el presente y el futuro argentino. Mientras el Estado argentino y la política que lo administra se muestra cada vez más eficiente creando problemas antes que resolviéndolos, la ciudadanía en masa, sin embargo, se entrega confiada y decidida a cumplir con la campaña estatal más abarcativa y delicada, porque se mete con el cuerpo de los argentinos, de los últimos años.
Responsabilidad colectiva sin cifras
Sin embargo, en estos días, esta paradoja que muestra la vitalidad de esa confianza a pesar de todo, choca de frente con el caos en la política pública de testeos de coronavirus que en lugar de resolver un problema, el crecimiento de contagios, generó otro, el caos en los testeos. En este caso, una muestra de ineficiencias autoinfligidas por el Estado kirchnerista a partir de la insistencia en una oposición tan improductiva como dañina: la virtud de lo estatal, representada por el testeo centralizado y controlado por el Estado, y la demonización de lo privado, representado por la prohibición de la venta libre de los kits de testeo y su uso por parte de las familias.
Tuvo que llegar el caos con violencia incluida contra el personal de salud para que el ministerio de Salud de la Nación empezara a imaginar la posibilidad de habilitar los tests hogareños. Recién ahora, y todavía no hay nada concreto. Esa opción es parte de la política pública de los países más desarrollados desde el año pasado. El Estado kirchnerista se decide tarde y sin análisis de costos: ¿era más barato que cada individuo pudiera acceder a kits baratos o a costa del Estado que centralizar los testeos, con la cantidad de recursos humanos que requiere, siempre el ítem más caro de un presupuesto?
Diciembre llega con debates nuevos pero que siguen ordenándose por una serie de oposiciones tan improductivas como imprecisas que moldean la matriz conceptual kirchnerista. Estado versus privados. Sectores vulnerables versus clases medias. Responsabilidad colectiva versus responsabilidad individual. El término negativo siempre es el segundo de la oposición: privados, clases medias, responsabilidad individual.
La Argentina kirchnerista insiste con debates superados y, como consecuencia, con perder oportunidades y dejar problemas irresueltos. El caso del proyecto de la legisladora Ofelia Fernández es elocuente en ese sentido. Del proyecto de educación solar a una matriz ideológica que acampa en el error doble de enfrentar Estado con privados y derechos con épica sin números.
Educación solar y sin datos
En las 5 páginas y los 11 artículos en los que se describe el Proyecto de Ley 2716 de 2021 sobre “Ley de concientización y prevención del cáncer de piel”, falta dos números claves: por un lado, el costo de la distribución de protectores solares por parte del Estado porteño y por el otro, el costo que acarrean los tratamientos de cáncer de piel en la ciudad de Buenos Aires.
“Es de buena práctica legislativa incluir en un proyecto de ley el inciso del presupuesto al que deberá recurrir el Poder Ejecutivo para financiar el cumplimiento de esa ley”, explica un conocedor de las prácticas legislativas de la CABA. En la Legislatura porteña se presentan unos 3000 proyectos por año. No todos incluyen este tipo de costeo pero resulta un error estratégico presentar un proyecto de expansión de derechos que no integre un aspecto clave para el votante porteño y sus representantes en la Legislatura: el costo de las políticas y su financiamiento justo en un clima público en el que manda el debate sobre el déficit fiscal endémico.
Analizar costos y beneficios y oportunidades de cada decisión legislativa justifica incluir análisis del resultado de otras políticas en el mismo sentido, que tampoco el proyecto incluye. El costo de los tratamientos de cáncer de piel versus el costo de la prevención del cáncer también es una discusión estratégica si se quieren derivar partidas a una política de prevención que restará fondos para otras decisiones. La bibliografía médica cuenta con estudios de este tipo, que tampoco fueron incluidos. “Melanoma treatment costs. A systematic review of the literature.1990-2011″, del Doctor en Políticas de Salud, Gery Guy, especialista en prevención, exintegrante de la división de Prevención y Control del Cáncer en el CDC, publicada en el American Journal of Preventive Medicine.
El cuidado de la piel de los peligros del sol no es disparatado. Hay ejemplos de países de la OCDE donde los seguros de salud cubren parte del costo de los protectores solares. Pero no hay duda de que en una democracia donde la manta es corta y la satisfacción de derechos básicos está lejos de cumplirse, crear un derecho nuevo demanda proyectos de ley precisos, rigurosos y bien costeados. Los costos no son de derecha. El cuidado del presupuesto es la base para no solo enunciar y anunciar la expansión de derechos sino concretarla y sostenerla. Sin una conducta fiscal eficiente los derechos se vuelven pura retórica.
Hay otro aspecto del proyecto de salud solar para subrayar. El proyecto no insiste lo suficiente en un aspecto central del cuidado de la piel que no depende del Estado sino de la responsabilidad individual. No hay mejor protección contra el sol que estar cubierto con ropa, incluyendo gorra y anteojos de sol, y no exponerse al sol en las peores horas. Son esas las primeras medidas de cuidado que menciona la Organización Mundial de la Salud, no el uso de protector solar, que es complementario.
Es más, la disponibilidad de puestos de protectores solares gratuitos es debatido por la falsa sensación de seguridad que genera: ir a la plaza o la playa en la peor hora del sol y encontrar un protector solar a mano para untarse en el momento induce la idea falsa estar protegido, cuando en realidad se está totalmente expuesto. Es decir, la responsabilidad personal sobre el cuidado como un eje ineludible. La educación solar repone esa instancia donde lo individual es central y la palabra “obligación”, ausente, es un modo de cumplimiento de un derecho aunque al Estado kirchnerista le cueste pronunciarla.
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