El escándalo de apoyar a Putin es todo kirchnerista
Las aguas que antes dividía Venezuela ahora las parten al medio Putin y Rusia y la invasión a Ucrania, pero no hay ninguna transversalidad en el escándalo lógico, político y ético que representa el apoyo y la defensa del líder autócrata
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Una nueva grieta ordena la política en la Argentina. Ahora, la identidad de los dos extremos de la polarización enfrenta a putinistas de un lado y antiputinistas del otro. Las aguas que antes dividía Venezuela ahora las parten al medio Putin y Rusia y la invasión a Ucrania. Aunque dentro del kirchnerismo, tanto entre sus políticos de más peso como entre kirchneristas de a pie que participan en la discusión pública a través de las redes sociales, los posicionamientos en torno a Putin se mueven en un espectro amplio que tiene al rechazo y su defensa en los dos extremos, algo está claro: si se presta atención a las fuerzas políticas mayoritarias, los dirigentes políticos y figuras públicas que apoyan a Putin y a Rusia directamente, o relativizan el drama que representa la invasión rusa a Ucrania, caen del lado del kirchnerismo.
No hay ninguna transversalidad en el escándalo lógico, político y ético que representa el apoyo y la defensa del líder autócrata, responsable de una invasión no provocada a un país soberano que se muestra cada vez más cruel y peligrosa a 20 días de su inicio. El Ejército ruso ahora arremete contra ciudadanos indefensos, incluidos bebés y niños, embarazadas, ancianos. En la Argentina, el escándalo de apoyar a Putin es todo kirchnerista.
Ese apoyo tiene versiones distintas. En su grado más brutal, la admiración por Putin se deriva de una serie de ensoñaciones kirchneristas que, de algún modo, Putin realiza. Por un lado, la admiración por una autoridad férrea que además tiene éxito en su política de medios estatales y su control de los medios independientes y las redes sociales: por el momento, Putin es efectivo en la construcción de un relato engañoso que para millones de rusos coincide con los bordes de la realidad. La admiración también se deriva en el supuesto apoyo popular del que goza Putin, que lo emparenta con pretensiones hegemónicas kirchneristas en torno a Cristina. También, funciona en los kirchneristas putinistas una confusión entre la Rusia de Putin y la realización de una utopía igualitaria y progresista que en realidad desconoce cuán “capitalista de amigos”, desigual y estancada es la Rusia de hoy. Casi la realización de algunos aspectos que se adivinan en la Argentina delineada después de tantos años de kirchnerismo.
En la versión kirchnerista de apoyo a Putin que busca presentarse como la más objetiva, el análisis geopolítico intelectualmente honesto es usado para invertir el espejo, condenar a Estados Unidos y Europa y justificar a Putin. La idea es que Putin no hace más que reaccionar al avance de Estados Unidos y de la OTAN, que sobrepasó los límites de su influencia acordada con la Federación de Rusia luego de la caída del Muro de Berlín. Entre la foto actual y la película, el kirchnerismo prefiere poner el foco en una película que parece querer superar el maniqueísmo de “rusos malos” y “Estados Unidos bueno”, para invertirlo, pero cuyo montaje se ejecuta con mano maestra tendenciosa. La “rusofobia” que denuncia el putinismo también es central en el kirchnerismo que lo apoya.
En el debate global que disparó la guerra, hay discusión sobre la evolución histórica que culmina en la invasión rusa a Ucrania el 24 de febrero. La película que pone el foco en la OTAN y en Estados Unidos y su avanzada es sostenida con rigor en los círculos académicos por George Kennan y John Mearsheimer. El kirchnerismo abreva de ahí para llevar agua a su molino. Pero en esa discusión hay dos momentos claros que reponen argumentos justos y condenan claramente la invasión.
Por un lado, el más reciente, que surge de una entrevista al profesor de la Universidad de Princeton Stephen Kotkin, publicada en la revista The New Yorker, que lo caracteriza como uno de los “académicos más prodigiosos y profundos en torno a la historia de Rusia”. Dice Kotkin, después de expresar su respeto por Kennan y Mearsheimer: “El problema con su argumento es que asume que si la OTAN no se hubiera expandido, Rusia no sería igual o parecida a la que es hoy”, y agrega: “La Rusia de hoy no es una sorpresa. Mucho antes de que la OTAN existiera, en el siglo XIX, Rusia se veía así: tenía un autócrata. Tenía represión. Tenía militarismo. Sospechaba de los extranjeros y de Occidente. Esta Rusia no responde a una acción de Occidente. Hay procesos internos en Rusia que explican dónde estamos hoy”. Los argumentos que desarman al putinismo kirchnerista llegan más lejos todavía: “Diría que la expansión de la OTAN nos ha puesto en un lugar mejor para manejar el patrón histórico de Rusia que volvemos a ver hoy”, agrega.
Por otro lado, otro argumento surgido a pocos días de sucedida la invasión, cuando el gobierno de los Fernández todavía no se animaba a condenarla, también desmiente al kirchnerismo. Es de Philippe Sands, abogado y profesor de Derecho Internacional en el University College de Londres. En una columna titulada “El uso de la fuerza militar por Putin es un crimen de agresión”, publicada en el Financial Times el 28 de febrero, Sands decía: “El uso de la fuerza militar por parte de Putin es la realización de una guerra ilegal, una idea que se originó en Nuremberg como ‘crímenes contra la paz’. También puede ser un crimen contra la humanidad”.
Es importante aclarar un dato central que da legitimidad a la condena que hace Sands. El mismo Sands fue clave en investigar la responsabilidad de Estados Unidos en Irak. Intervino en juicios e investigaciones llevados adelante por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y por la Corte Penal Internacional de La Haya, entre ellos los casos de Pinochet, la guerra de Yugoslavia y Guantánamo, además de la invasión de Irak.
En el kirchnerismo, los argumentos precisos de la discusión geopolítica se alinean acríticamente con la propaganda rusa y dejan de lado la revisión de esas posturas. Pero aun en esa consistencia artificial con la que busca justificar a Rusia hay contradicciones: si todas las grandes potencias, desde Rusia hasta Estados Unidos, son culpables de la invasión rusa actual, paradójicamente Estados Unidos lo sería más y Rusia menos. Aun cuando la invasión a Ucrania es el drama que domina el presente, el kirchnerismo prefiere hacer cherry picking en el arcón de la historia y encontrar la guerra que pone a Estados Unidos en el banquillo de los acusados. En ese argumento, la invasión a Irak en 2003 es peor que Ucrania porque vino antes. Al kirchnerismo siempre el pasado le queda adelante, también en geopolítica. Pese a las fotos de niños masacrados ante sus ojos.
El núcleo más duro del oficialismo gobernante saca a pasear esas ideas por los medios identificados con el kirchnerismo. Pero esa línea también alcanza a organismos del Gobierno. Es la línea editorial de la agencia de noticias estatal, Télam, que divulga como hechos información provenientes de fuentes prorrusas. “Donetsk denunció al menos 20 muertos y 23 heridos en un ataque ucraniano”, tituló ayer. Citó cifras de víctimas aportadas por el gobierno de Donetsk, que solo reconoce Rusia. Pero fue todavía más lejos: al final de la crónica del supuesto ataque, la agencia de noticias del Estado contextualizó la información con este párrafo: “La actual invasión militar de Rusia a Ucrania, que hoy entró en su decimonoveno día, se originó en las denuncias que Rusia venía haciendo respecto de los crímenes en el Donbass, atizadas por la eventual incorporación de Ucrania a la OTAN”. Una justificación y toma de partido en favor de Rusia y la invasión a Ucrania que desafía al mismo Presidente y a su canciller, Santiago Cafiero, luego del voto de condena a la invasión rusa en la ONU.
La permisividad con dirigentes kirchneristas y organismos estatales justifica la invasión rusa. También el tuit de la vicepresidenta al día siguiente de la condena en la ONU, que quitó claridad a la postura argentina de rechazo a la invasión. O los once días que se tomó la Cancillería para expresar su condena y usar la palabra “invasión”. Eso pone a la postura oficial argentina en el polo de la grieta que se mueve entre la minimización, la justificación o el apoyo abierto a Putin.
Una vez más, la política doméstica argentina se comprende mejor en los espejos con los que busca alinearse en el mundo exterior. Venezuela. Cuba. Nicaragua. China. Ahora, la Rusia en guerra. El juego de espejos, al menos en los valores enunciados, vuelve a dejar a la oposición mucho mejor plantada
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