Revitalizado por la profundización de la crisis y las internas del Gobierno, dejó atrás el ostracismo al que lo empujó la derrota de 2019 y ejerce un rol de líder; su nueva hiperactividad y el misterio sobre 2023
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El ruido de los motores alteró la paz de los comensales que se predisponían a comer un asado en Los Abrojos. El médico Carlos Kambourian, que había organizado la reunión en la quinta familiar de Mauricio Macri con exfuncionarios de Cambiemos y especialistas en Salud, como Cecilia Loccisano, la esposa de Jorge Triaca, saltó de su silla cuando vio que un helicóptero descendía en pleno parque, a escasos metros del quincho donde estaban sentados. Con las hélices aun girando y en medio de un torbellino de viento, Macri bajó de la aeronave junto a su hija, Antonia, y se sumó al mitin para discutir sobre política. Como había regresado pocas horas antes a la Argentina de su viaje a EE.UU., el expresidente acusó cierto cansancio durante el almuerzo por el trajín del vuelo, pero se mostró enchufado ante los huéspedes y desde la cabecera de la mesa ensayó una arenga con su nuevo latiguillo: “Hay que estar listos para el segundo tiempo”.
Revitalizado por la profundización de la crisis y la fractura en la cúpula del Gobierno, Macri asume un mayor protagonismo y recupera su influencia en Juntos por el Cambio. Sin dar señales claras sobre su futuro, el expresidente deja correr la idea de un doble juego con miras a 2023: será candidato o será el gran elector.
Después del triunfo de JxC en las legislativas, Macri activó un plan para mover los hilos de la oposición. Se involucra cada vez más en “la rosca” diaria para mediar en los conflictos entre sus herederos políticos; reúne a la cúpula de Pro o a los economistas y dirigentes más influyentes de JxC, como Martín Lousteau o Ricardo López Murphy, en su casa en Acassuso; presume de su cartera de contactos en el exterior -un par de chats le bastaron para verse con Donald Trump en Palm Beach, una foto que sus laderos exhiben como un trofeo- e incrementa sus apariciones ante la opinión pública. Ese movimiento responde a una lógica: sus colaboradores están convencidos de que Macri mejora en las encuestas cuando aparece en los medios.
Con el almuerzo del último sábado en Los Abrojos, que se produjo apenas aterrizó en el país después de permanecer varias semanas en Italia y Miami, un periplo que incluyó desde un paso por el Mundial de Bridge, en Parma, hasta el almuerzo con Trump y el dictado de clases en una universidad de Florida, Macri inició un intenso raid político. ¿Fue una demostración de poder tras las críticas internas por sus partidas de bridge y extensas vacaciones en el Sur? Lo cierto es que en una ráfaga de 48 horas, convocó a una reunión cumbre en un restaurante porteño a Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, para desactivar la escalada de confrontación entre ambos por la candidatura presidencial de Pro; acompañó al alcalde porteño a la inauguración de una escuela -una idea orquestada por Soledad Acuña-; recibió en su despacho de Olivos a Diego Santilli, delfín del larretismo en Buenos Aires, para limar asperezas y se vio con diputados bonaerenses y el excanciller Jorge Faurie. El lunes también mantuvo reuniones políticas en el Hotel Faena, en Puerto Madero. Anteayer, tras charlar en sus oficinas con el senador radical Alfredo Cornejo, voló a Villa La Angostura para descansar junto a su familia en el country Cumelén durante la Semana Santa. Apenas aterrizó, activó su teléfono para charlar con Miguel Ángel Pichetto, uno de sus confidentes y escuderos políticos desde que volvió al llano.
De forma progresiva, Macri abandonó el ostracismo al que lo empujó la derrota en las urnas de 2019 y volvió a tener centralidad en la oposición. Lo hizo tras poner en marcha un plan para aumentar su influencia en JxC y neutralizar a sus rivales internos, quienes alentaban su corrimiento y su retiro. “Mauricio pasó a la acción”, confirma uno de los dirigentes que más lo conoce.
La vuelta de Macri al centro de la escena genera un terremoto en el tablero de la coalición opositora y altera la dinámica de funcionamiento del espacio. “Quiere volver a ser candidato a presidente; no tengo ninguna duda”, repite el jefe de la UCR, Gerardo Morales, desde hace días. La difusión de la foto con Trump profundizó sus sospechas.
El enigma que desvela por estas horas tanto a sus aliados internos como a sus detractores es saber si Macri jugará o no en 2023. Consciente de la necesidad de mantener la expectativa, Macri no da indicios y pone cara de póker cuando lo inquieren propios y extraños con esa pregunta. Eso ocurrió el lunes pasado, cuando al menos tres legisladores del bloque de JxC que lo visitaron en Olivos le preguntaron si estaba dispuesto a volver o no. “Dijo que prefería no contestar. No se lo movió una pestaña”, cuenta uno de los diputados que participó del encuentro. Le vieron deseos de apadrinar, más que de ser candidato. A Macri tampoco le agrada que lo suban o lo bajen de la pelea, como hizo Bullrich durante su estadía en los Estados Unidos. Ese desliz la obligó a recalcular.
Mientras alimenta el misterio sobre sus ganas de jugar “el segundo tiempo”, una intriga que altera los planes tanto de las “palomas” de Larreta como de los “halcones” de Bullrich, el fundador de Pro acumula poder y capital político desde su lugar de “controller”, un rol que en cualquier caso le garantizaría en 2023 un lugar preponderante en el espacio y capacidad de influir y conseguir puestos de relevancia para los suyos.
Macri avisa que librará una batalla de fondo: quiere que el próximo gobierno de JxC tenga su impronta y encare sin titubear reformas estructurales de la economía. Sorteada la autocrítica por el “gradualismo”, aventura que habrá que aplicar medidas de “shock” y reformas, como la laboral, en los primeros días de gobierno para resucitar la economía. Está convencido del rumbo que tenía su gestión era el correcto. Y plantea la necesidad de avanzar con una reducción del déficit fiscal, bajar impuestos y reinsertar a la Argentina en el mundo.
Por esa razón, con la economía al borde del abismo, Macri reactiva su agenda internacional: no solo se vio con Trump en Miami, sino que planea un viaje a Washington, corazón político de EE.UU., donde brindará clases sobre liderazgo y su experiencia en la gestión pública en la universidad de Georgetown Americas Institute. ¿Movimientos que anticipan sus planes a futuro?
Macri posterga una definición, pero avisa que nadie podría derrotarlo en una PASO de JxC. Dirigentes de Pro los escucharon presumir hace unos meses que podría derrotar a cualquier contrincante del Frente de Todos, dado el desgaste que sufren los liderazgos del kirchnerismo por la crisis. Si bien mejoró en los sondeos, su imagen negativa se mantiene en niveles muy altos, coinciden encuestadores consultados por LA NACION. “Es complejo que pueda volver a ser candidato por dos motivos. Por un lado, tiene un nivel muy alto de desgaste -electores que no lo volverían a votar-. Y, por otro, es difícil que Macri pueda colocarse en un espacio que está ocupado hoy principalmente por Larreta y, secundariamente, o Bullrich, Morales o Facundo Manes”, apunta Federico Aurelio, de Aresco. En cambio, en el entorno de Macri creen que están en condiciones de ganar una elección general.
Mueve los hilos
Lo cierto es que lejos de caminar al destierro, el expresidente se mostró hiperactivo tras regresar al país desde Europa -donde participó del mundial de bridge- y los Estados Unidos. Da por saldado su proceso de mea culpa por su traspié en la gestión en la Casa Rosada y se jacta de que quienes pretendían acelerar los trámites de su jubilación política hace un año y medio, ahora se inclinan para pedirle su bendición cuando lo visitan en sus oficinas de Olivos.
También nota una reivindicación de su gobierno cuando se reúne con importantes empresarios y referentes del “círculo rojo”. En el entorno de Macri cuentan que creció en el último tiempo el interés de integrantes del establishment por tener una reunión a solas con el exjefe del Estado. Es más, Macri comentó en la intimidad que varios empresarios comienzan a alentarlo a jugar en las próximas elecciones. Su definición no se conocerá hasta marzo o abril del año próximo, aunque algunos socios le piden que se apresure.
Al sentirse revalorizado, el expresidente asume el papel de articulador y vuelve a conducir a Pro: “Macri es el jefe”, se resigna uno de los referentes del ala moderada. Incluso, un importante jerarca de Pro se sorprende con las reacciones que generan en los grupos de WhatsApp las apariciones de Macri en los medios. “Los mismos que hace un año y medio decían ‘callen a este tipo, basta’, ahora escriben: ‘Pongan LN+ que está Mauricio’”, comenta, con tono socarrón, un alfil de Pro.
La cumbre con Larreta y Bullrich
Alertado por el nivel de belicosidad y rebelión en el seno de su partido, Macri decidió intervenir para ordenar la pelea entre los CEOs de Pro, Larreta y Bullrich, por la candidatura presidencial con el objetivo para alinear la tropa macrista y evitar una ruptura que ponga en peligro la vuelta al poder de JxC. En la cena que organizó el lunes con sus ahijados políticos en el restaurante Happening, en Costanera Norte, Macri les dejó en claro que aboga por una competencia “sana”, sin “golpes bajos”, y que pretende consensuar reglas de juego y encontrar un mecanismo para dirimir las postulaciones.
La reunión había sido pactada antes de que Macri viajara al exterior. En rigor, el expresidente se ofuscó cuando se enteró de que se había incrementado el nivel de confrontación en Pro, un diagnóstico que le acercaban varios de sus laderos en el interior. Tampoco le agradó, dicen fuentes de Pro, que Bullrich criticara abiertamente al jefe porteño y su apuesta por un “acuerdo corporativo”. Lo concreto es que Macri se encargó de avisarles a Larreta, Bullrich y Vidal -también se contactó con Pinedo- que se verían a la vuelta de su viaje. En la cena del lunes se discutió el mecanismo para dirimir la candidatura de Pro (“fue brutalmente sincera”, según uno de los comensales), y el expresidente volvió a presenciar un cruce entre Bullrich y Larreta, como había ocurrido el 1° de marzo su casa de Acassuso, en pleno debate por el acuerdo con el FMI.
Tras sus últimas charlas con Macri, la titular de Pro está convencida de que el expresidente no usará el dedo para ungir a un postulante. Por eso, lo alertó en la cena del lunes sobre el supuesto intento de Larreta de sintetizar una candidatura presidencial de Pro a través de las encuestas. Sin acuerdo, quedaron en volver a reunirse.
En el entorno de Macri dicen que el expresidente no pretende inclinarse por uno u otro sino equilibrar la contienda y mejorar la competitividad de ambos. Por ese motivo, le encomendó a Bullrich engrosar su equipo y darle volumen político a su proyecto presidencial -la ayuda con emisarios suyos, como Hernán Lombardi o Luciano Laspina-. A Larreta le recomienda que tome distancia de Sergio Massa y abandone su impulso por el “acuerdismo”.
Qué piensa
Más allá de su intención de aplacar el internismo, Macri pretende incidir, ante todo, en la discusión sobre el proyecto de país y el programa económico que presentará el espacio para competir en 2023. Envalentonado con la debilidad del Gobierno y el fracaso del modelo del kirchnerismo, patea el hormiguero en JxC y se coloca como el garante de la unidad. Se siente el autor del prólogo del “cambio” en el país. Repite como un mantra ante sus visitantes que JxC debe definir el “para qué” pretende volver a gobernar. Por esa razón, indaga exhaustivamente a los dirigentes que lo visitan en su refugio de Vicente López -sus oficinas ocupan parte del tercer piso del edificio-. “Me tomó examen”, se sinceró un referente de Pro tras una audiencia con el expresidente. Por caso, a Santilli lo inquirió sobre Hugo Moyano: quería saber si estaría dispuesto a confrontar desde el primer día de gobierno con las mafias, la burocracia y el sistema corporativo en la provincia. Por esas horas, Macri tenía la mira puesta en el líder de Camioneros.
En ese punto, coinciden quienes lo frecuentan, Larreta le provoca más dudas que Bullrich. Es que Macri desde hace tiempo rechaza de plano la apuesta de Larreta por la moderación y un discurso gris y antigrieta, la táctica del jefe porteño para ampliar a JxC. Además, el expresidente se mostró inconforme con el resultado del enroque electoral entre Santilli y María Eugenia Vidal que apalancó Larreta. A su vez, Macri desconfía del entorno del alcalde, ante todo de aquellos que se apresuraron en jubilarlo, y de su vínculo histórico con Massa y el consultor Guillermo Seita.
También se fastidia cuando Larreta pone énfasis en el cuidado de la unidad de JxC en los debates intramuros de Pro: “Para Macri, hay que priorizar lo que quiere la sociedad”, dice uno de los dirigentes que dialoga con frecuencia con el exmandatario. Semanas atrás, en una charla con Martín Tetaz, su radical predilecto por estas horas, que se transmitió vía Zoom definió a Larreta como un “filoperonista moderado”.
El frente judicial
Si bien luce menos inquieto que antes de las legislativas del año pasado, Macri sigue preocupado por el frente judicial. En su entorno relativizan el impacto de los próximos movimientos en la causa por el espionaje, pero reconoce su temor a sufrir una ofensiva judicial por el caso del Correo. En ese expediente, dicen, Macri pone la mira: se trata de su patrimonio y su familia. Atentos a los movimientos de procurador del Tesoro, Carlos Zannini, y en alerta por el cambio de jueza en el caso, organizaron hace unos quince días una reunión secreta con Pablo Lanusse, abogado de Macri, autoridades de Socma y espadas políticas de Pro, como Waldo Wolff, Lombardi o Fernando Iglesias, para interiorizarse sobre el expediente y salir a defender al expresidente. El exmandatario participó un rato del encuentro y se retiró.
El lunes estuvo en el Hotel Faena, donde mantuvo una serie de reuniones políticas. Con una agenda cargada, tuvo que demorar unos minutos un encuentro que había programado con Jimena de la Torre, flamante consejera de la Magistratura en representación de los abogados. Finalmente, no se vio con De la Torre, pero charló con su número dos: Mauro Vazon. En esa reunión también estuvo Francisco Quintana, consejero en la Ciudad.
Desde que volvió al llano, Macri consolidó un nuevo escuadrón de colaboradores y armadores políticos. Ya no habla con tanta frecuencia con Marcos Peña -su antiguo consigliere y estratega emigró al sector privado- y Nicolás “Nicky” Caputo, su amigo y confidente desde la infancia, quien ahora apostaría por el proyecto presidencial de Larreta. Peña, coinciden de Pro, oficiaba de moderador del expresidente, quien exhibe ahora una versión más descarnada a la hora de expresar sus ideas y analizar el escenario político. El cambio de clima y la feroz interna en el Frente de Todos lo estimulan aún más. “Nota una reivindicación de sus ideas y percibe que el rumbo del próximo gobierno estará más cerca de su visión”, señala uno de los dirigentes de confianza de Macri.
El staff fijo de colaboradores de Macri está compuesto por Fernando de Andreis, exsecretario general de la Presidencia, quien se ocupa de coordinar la comunicación del exmandatario y de su armado en el interior del país. También orbitan en la base de operaciones de Macri en Vicente López, sede de la mayoría de las reuniones políticas del expresidente, el legislador porteño Darío Nieto, exsecretario privado, y Gustavo Gómez Repetto, exsubsecretario de Medios y actual vocero. A ese tridente se suman los exfuncionarios de Cambiemos Hernán Iglesias Illa -cercano a Peña-; Julián Gallo, quien se ocupa de las redes sociales de Macri; y un scrum de asesoras en materia discursiva y comunicacional: Mora Jozami, Fátima Micheo, Julieta Herrero y Fanny Peña. A tono con su resurgimiento, activaron una estrategia más proactiva en Twitter y Facebook. Lombardi y Pichetto, entre otros, integran su ala política. También está en contacto con Daniel “Tano” Angelici, uno de sus históricos operadores judiciales.
Desde que dejó la Casa Rosada, Macri charla frecuentemente sobre la coyuntura económica con Laspina –fue su interlocutor durante las negociaciones con el Gobierno por el acuerdo con el Fondo-, Hernán Lacunza, Nicolás Dujovne, Guido Sandleris y Eduardo Levi Yeyati.
En modo “rosca”
Quienes lo visitaron durante los últimos días lo notaron mucho más consustanciado con la política que durante su mandato. De hecho, cuando hace una recapitulación de los motivos de su derrota, Macri suele hacer una autocrítica en ese punto: lamenta haber delegado la política en su ala peronista, como Rogelio Frigerio o Emilio Monzó. “Ahora, es muy consciente de la necesidad de la acción política, distinto a cuando era presidente”, describe uno de los dirigentes que lo vio hace poco.
En el ecosistema de JxC, Macri pudo reconstruir vínculos que habían sufrido fisuras durante el gobierno de Cambiemos -Frigerio es uno de ellos-. Sin embargo, su postura en la discusión por el aval al acuerdo con el FMI por la deuda que contrajo durante su mandato por 44 millones de dólares lo enfrentó con Gerardo Morales (UCR) y Elisa Carrió (CC), quienes acusaron a Pro de haber especulado con un default para reposicionarse con miras a 2023. Durante el último tiempo, Macri no ocultó su malestar con el jujeño. Es más, atento a los movimientos de Morales y su vínculo con el Gobierno y Massa, comenzó a transmitir su preocupación por un eventual intento de ruptura de la UCR. Del universo radical –a los emisarios de la UCR que lo visitan les recomienda retomar las ideas liberales de Leandro Alem-, pondera a Lousteau -quien lo llama “presidente”-, Tetaz y Carolina Losada. Esa valoración, en algunos casos, no tiene reciprocidad: por caso, Lousteau no se sentiría cómodo si Macri recupera la centralidad en JxC.
Macri no oculta su inquietud ante la irrupción del liberal Javier Milei en el tablero político. Siente que el economista, a quien recibió en su casa el año pasado, fue hábil para dar la batalla cultural y podría ser una amenaza para JxC -le escucharon decir que “crece un monstruo por derecha”- en 2023. Por eso, con miras a las próximas elecciones, procura cuidar al núcleo duro de Pro para evitar fugas a los libertarios: implora a sus alfiles que el partido vuelva a sus bases y recupere la “frescura”.
En las reuniones privadas, el expresidente es cauto y se cuida de opinar sobre Larreta y Bullrich. Insiste en que apoyará a los dos hasta las PASO. Sin embargo, hay dirigentes de peso en Pro que se quedaron mudos cuando fueron sorprendidos por una pregunta incómoda del expresidente en recientes charlas telefónicas: “¿Horacio o Patricia? ¿A quién preferís vos?”.
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