El dólar y la menemización de Milei por otros medios
El debate no benefició al libertario, que quedó desdibujado ante los embates de Bullrich y decidió echar leña al fuego y elevó la amenaza de devaluación a la enésima propuesta
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La vorágine en la que entró este lunes el dólar blue fue el termómetro de una sensibilidad social que empieza a recalentarse a medida que se acortan los tiempos electorales. El cierre del debate presidencial del domingo inauguró el último tramo hasta la elección del 22 de octubre. Hubo un cambio de percepción en la noche del domingo. Benefició a alguno de los candidatos. Tuvo impacto negativo en otros. No está claro cuánto va a durar ese reajuste pero empezó a condicionar a los pasos de los candidatos, y también a los argentinos. Lo sucedido en el debate con Javier Milei aportó también, al día siguiente, a esa inquietud cambiaria. Milei le echó leña al fuego.
El debate no benefició al libertario que quedó desdibujado ante los embates de Patricia Bullrich. El lunes por la mañana se dedicó a corregir esa percepción y volvió a sus hits para ir por todo: la promesa, o amenaza, de dolarización, elevada ahora a la enésima potencia. Una menemización recargada pero en versión Menem del ́ 89, el del caos antes del orden que llegaría con la Convertibilidad. “El peso no vale un excremento”, dijo Milei en Radio Mitre, en plena corrida del dólar blue. “Jamás en pesos, jamás en pesos”, aconsejó a los ahorristas que enfrentan la renovación de plazos fijos.
Ayer, la reacción del mundo de los economistas de la oposición y del oficialismo, además del mismo Massa, fue tajante y marcó la gravedad de las declaraciones de Milei: “irresponsabilidad”, “busca generar el caos”.
“Dólar recontra alto”, de Menem a Milei
La memoria de varias generaciones de argentinos viajó veloz hasta 1989 y las declaraciones de un hombre clave de Menem, el entonces diputado peronista Guido Di Tella, que luego sería su canciller, cuando habló del “dólar recontra alto” que se vendría, a lo que le siguió una corrida que contribuyó a la debacle del gobierno de Raúl Alfonsín.
Aquellos días de hiperinflación fijaron el primer paso de un patrón de conducta que se repetiría varias veces en transiciones de un gobierno a otro, para complicarlo: declaraciones de figuras de la oposición con chances de asumir el poder que lanzan afirmaciones críticas para la estabilidad económica. En aquel 1989, además de Di Tella, Domingo Cavallo, fue acusado de fogonear la crisis en los Estados Unidos, pero el economista lo negó.
En 2019 reapareció el patrón. A fines de julio, el candidato por el Frente de Todos, Alberto Fernández, planteó: “Este precio del dólar es una ficción” y “todos sabemos que el dólar está subvaluado”. Fue Bullrich, entonces ministra de Seguridad, una de las dirigentes de Cambiemos que lo cuestionó y recordó al dólar “recontra alto” del 89 y sus consecuencias. En esos días, el kirchnerismo discutía si Fernández no debía ir todavía más lejos con ese tipo de declaraciones. Nadie se animó a ir por tanto: la condena social y política todavía tenía cierta vigencia.
Ahora llegó el turno de Milei, que desde las PASO se mueve como presidente electo. En esta coyuntura, en la que el libertario está demoliendo acuerdos básicos de sociabilidad política, sus declaraciones no le quitan chances electorales. A los economistas que lo cuestionaron por alentar una corrida, los trató de hipócritas: ¿o ellos ahorran en pesos? Esa es su estrategia: quitar el velo de un manotazo como si fuera un Robin Hood de la política. Deschavar los privilegios de la casta para dárselos a los comunes. Milei ha logrado correr los límites de lo decible hasta extremos llamativos: ni el riesgo de ser corresponsable de una corrida cambiaria que termine en un híper logran condenarlo como el malo de la película y dejarlo fuera de carrera. Es dueño de un aura que expande los límites de lo posible, hasta lo imposible y lo riesgoso.
Por eso el debate del domingo, donde Bullrich lo expuso con astucia política como socio de Barrionuevo y de Massa, fue un golpe duro para el libertario. “Vos Milei, con Barrionuevo al lado, no vas a hacer nada. Ya te metiste adentro de la casta”, lo desafió Bullrich. “Tenés a todos los chorros de Massa en tus listas. ¿Vas a poder cambiar algo con esos chorros?”, le dijo también. El deschavador de castas también se vio deschavado.
Más que sensación de triunfo, hubo sensación de alivio en las filas de Bullrich después del debate. El sabor a victoria de Bullrich fue la contracara de un sabor a irrelevancia, si no derrota, de Milei en el debate.
La vuelta a los orígenes, el león libertario
En ese contexto, lo de Milei y sus comentarios sobre la pérdida del valor del peso no es un exceso. Es más bien un plan, y en dos sentidos. Por un lado, una preparación de las condiciones materiales que habilitaría, en caso de ganar, la dolarización tan mentada. Lo dejó claro la semana pasada en Mar del Plata: “Cuanto más alto esté el precio del dólar, más fácil es dolarizar”.
El sábado, luego de las declaraciones de Mar del Plata, economista Guillermo Mondino, hermano de Diana Mondino pero que no milita en las filas libertarias, más bien estuvo cerca de Patricia Bullrich en los inicios de su campaña, fue gráfico para señalar los riesgos que Milei le está haciendo correr a la Argentina. Mondino dijo en X (ex-Twitter): “Llama la atención la especulación sobre una híperinflación como un ‘objetivo’ de política o, en su defecto, un instrumento a ser manejado. ¿Qué se creen? ¿Neurocirujanos con bisturí láser? La híper es una caja de Pandora, política, económica y socialmente”.
Hace una semana, en el primer debate, Milei ni siquiera pronunció la palabra “dolarización”. Hace semanas también había dejado de hablar de los 30.000 o 60.000 millones de dólares, porque cambia la cifra con frecuencia, necesarios para dolarizar y de los supuestos fondos que se los prestarían. Pero este lunes a la mañana también volvió a la carga con esos dos temas.
Por otro lado, tiene que ver con la decisión de volver al “Milei león” que le resta la estatura presidencial con la que se mueve. En el tono, también quedó golpeado en el debate: Bullrich le quitó el tono vital y arrollador que es parte de su identidad y se quedó con la actuación de leona combativa y puso a Milei a la defensiva. Milei acusó recibo.
El libertario está en un brete. Si se vuelve racional, está obligado a perder algo de la identidad que lo trajo hasta acá. En el debate, pisó varios palitos y terminó defendiendo temas, casi como error autoinfligido, que minan su imagen de racionalidad y que en los últimos meses había decidido correr a un costado, hasta reducirlos a reformas de tercera generación, o a “discusiones filosóficas”. La negación del cambio climático y el impacto negativo de la actividad humana, la venta de órganos y la portación de armas lo reafirman en su núcleo duro pero no está claro cuánto lo beneficia, o perjudica, en la batalla de la opinión pública en el camino hacia las elecciones. La dolarización, en cambio, es un territorio más fructífero para su estrategia: es un tema racional, aunque discutible y polémico.
Sobre llovido, mojado: Hamas
A la incertidumbre argentina ahora se suma una inestabilidad global cada vez más inquietante. Ya no solo la guerra de Ucrania cuyos costos globales, al menos por ahora, el mundo parece haber descontado. Ahora también se instala dramáticamente la guerra entre Israel y el terrorismo de Hamas, que sobrevoló el debate presidencial del domingo. Gobernar la Argentina siempre ha sido difícil. El presente muestra que cada vez lo es más. El rol de Irán, con los antecedentes de los dos atentados terroristas en la Argentina, extrema esa inquietud. Se acelera la velocidad con la que el mundo toma partido, empujado por el efecto contagio de las redes sociales, y con la que encuentra nuevas polarizaciones.
En medio de las dudas electorales de todo este 2023, se imponen nuevas incógnitas. Ya estaba instalada una duda: el riesgo de que ninguno de los candidatos sea capaz de desbloquear la Argentina, empantanada en una alternancia de gobiernos que no logra la salida del laberinto por arriba. La complejidad agrega nuevas capas con Hamas, Israel e Irán.
Milei se muestra otra vez riesgosamente sobregirado en ese punto: la idea de mudar la Embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén toca unos de los puntos más delicados en Medio Oriente, que es el estatus de la ciudad santa. En el mismo sentido va la promesa de quebrar la sociabilidad internacional con China o el Brasil de Lula. En el horizonte, se recorta cada vez más un Milei que se confunde con Menem y sus matices o con Donald Trump, pero sin un Estados Unidos que lo respalde.
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