El día en que el presidente de la Corte se graduó de doctor en Historia
Horacio Rosatti defendió su tesis en la universidad y cuestionó el lenguaje de las sentencias del tribunal que preside; consideró que la falta de entendimiento hace que las sentencias se malinterpreten o desoigan
- 5 minutos de lectura'
En capilla. Como cualquier alumno de facultad, encorvada la espalda, sentado ante su mesa examinadora. Así pasó hoy la mañana el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, en un aula de la Universidad Católica Argentina, donde defendió su tesis doctoral en Historia sobre el lenguaje de la Corte a través del análisis de 386 sentencias dictadas entre 1973 y 2002. Se convirtió en Doctor en Historia con un 10 summa cum laude (con los mas altos honores) tras enfrentar las observaciones de un duro tribunal examinador, que reconoció sus aportes.
En su defensa de tesis, Rosatti analizó y cuestionó el lenguaje de la propia Corte a la hora de redactar sus sentencias, entendió que el problema está en el emisor, no en el receptor y consideró que hay “cierta falta de entendimiento que puede haber conducido –entre otros factores- a que el mensaje de los fallos sea en ocasiones malinterpretado o, en el extremo, desoído”.
Rosatti explicó su tesis de Doctorado en Historia titulada “El leguaje de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Un registro de treinta años (1973-2002)”. El jurado de la tesis estuvo integrado por Angélica Corva, Ezequiel Abásolo y Antonio Hernández. El director de tesis fue Fernando Devoto y la subdirectora Mariela Ceva. Todos estuvieron presentes en el aula 123 del primer piso del edificio San José de la UCA en Puerto Madero, junto con autoridades de la Facultad de Derecho y la decana de la Facultad de Ciencias Sociales Liliana Pantano, junto con el director de la carrera de Historia Horacio García Bossio.
Rosatti explicó sus hallazgos en el trabajo de 408 páginas en el que analizó en lenguaje de 386 fallos entre el 25 de mayo de 1973 y el 1° de diciembre de 2002. Destacó que este lenguaje de la Corte es bilingüe y hay una “inadecuada relación” entre entre lo técnico y lo ‘no técnico’ del lenguaje que genera un lenguaje para especialistas y otro para legos. Es necesario así que aparezcan los traductores de este lenguaje que son los jueces y abogados que lo hacen comprensible para las partes.
El juez de la Corte entrevistó a tres de los cinco ex jueces del máximo tribunal que están vivos sobre los modos de escribir y reveló que le comentaron que ellos escribían para las partes. Por eso Rosatti advirtió del “riesgo del bilingüismo en derecho” porque no solo es ciencia, sino que resuelve conflictos y oír eso está dirigido a la comunidad. “Entender una sentencia es condición necesaria para cumplirla”, enfatizó.
Y destacó que un importante es lo que dice la sentencia de la Corte como lo que no dice la Corte. Los modos de no decir de la Corte son varios rechazar un caso sin más trámite (art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial Nacional; declarar la no judiciabilidad de un asunto; apelar al respeto de la división de poderes ara no pronunciarse; argüir la falta de actualidad del planteo y declarar el caso abstracto; o no ingresar al fondo del conflicto y rechazarlo por razones procesales.
Párrafo aparte mereció su explicación sobre las entrevistas que mantuvo con secretario letrados de la Corte para conocer qué jueces en esta historia de 30 años escribían por su pluma y cuales suscribían los proyectos.
Cambios de criterios, pero no de lenguaje
Uno de los hallazgos más sorprendentes del trabajo es que la Corte en 30 años cambió muchos de sus criterios, pero fue uniforme en el lenguaje utilizado para decirlo. Responsabilizó por esa uniformidad a lo que llamó “la burocracia cortesana”. Y detectó que hay un patrón entre las líneas por párrafo o las palabras por oración utilizadas. Aun cuando se detectó un quiebre en las sentencias desde 1984, más extensas, fundadas, acaso por la jerarquía de los cortesanos o la necesidad en democracia de explicar todo mucho más. Aun con ese cambio, el lenguaje fue uniforme. En 30 años, durante los cuales hubo 34 jueces que conformaron 27 integraciones diferentes, se preservó un estilo de redacción, custodiado por esas manos de secretarios invisibles, en ocasiones, pasando la tradición de padres a hijos.
Rosatti concluyó que efectivamente hay un modo de decir de la Corte, pero el público es quien debe realizar el esfuerzo por entender el lenguaje y no el emisor quien se preocupa por su auditorio. Destacó la importancia de la brecha que se da entre el momento en que se da el conflicto y el tiempo en que se pronuncia la Corte. La “cronoterapia”, que dijo, no es solo patrimonio contemporáneo.
“Confío que el desarrollo del trabajo y sus conclusiones puedan contribuir a una mejor comprensión del “mensaje” de las sentencias de la Corte, pues aunque refieren a un tiempo pasado, creo que revelan algo que se reitera en el presente: cierta falta de entendimiento que puede haber conducido –entre otros tantos factores- a que sea en ocasiones malinterpretado o, en el extremo, desoído”, dijo el juez. Y terminó con un deseo: “Confío en que el trabajo sirva para propiciar las modificaciones necesarias, pues intuyo que tal vez el problema no esté predominantemente en el receptor sino fundamentalmente en el emisor”. Es decir, la propia Corte.
Temas
Otras noticias de Horacio Rosatti
“La norma es también pasión y sentimientos”. Rosatti propuso un nuevo abordaje “emocional” en la interpretación de las leyes
Antes de que se vaya Maqueda. La Corte prevé llamar a audiencias este año por las demandas de las provincias a la Nación
Lorenzetti, en disidencia. La Corte Suprema creó el "Portal de la Justicia Argentina": qué es y cómo funcionará
Más leídas de Política
Análisis. Milei, entre Lula y el Gordo Dan
"Guardia pretoriana". Preocupación en los intelectuales por la idea de crear “un brazo armado libertario” para defender al Gobierno
Está en la cárcel de Paraná. Detuvieron a Urribarri, exgobernador de Entre Ríos condenado por corrupción
"Ficha limpia". Fracasó la sesión para discutir el proyecto que preocupa al kirchnerismo