El día en que Córdoba se llamó Cordobazo
El paro con movilización se convirtió en un estallido de violencia que marcó el principio del fin de la Revolución Argentina.
A los treinta años, el Cordobazo regresa como un recuerdo lejano, envuelto en definiciones súbitamente rejuvenecidas, vigente en la evocación que dura unas horas, erosionado a la fuerza.
El jueves 29 de mayo de 1969 resiste a duras penas ese desgaste. Apenas ahora, a prudente distancia de aquellos años de violencia, comienza a elaborarse un examen que lo ubica en la historia. El más repetido se resume así: fue el primero y único estallido de violencia social del siglo que alteró los tiempos de un gobierno militar en la Argentina.
El general Juan Carlos Onganía resistió un año más, luego del Cordobazo, sólo un instante para el general que soñaba con un mandato casi ilimitado. Herido por la onda expansiva de la protesta, Onganía finalmente cedió a la presión del general Alejandro Agustín Lanusse, que ubicó en la presidencia a un general casi desconocido, Roberto Marcelo Levingston. La secuencia económica, social y finalmente política que Onganía había imaginado como su largo paso por el poder se incendió precipitadamente, 711 kilómetros al noroeste de la Casa Rosada.
El paro activo que declararon las dos CGT de Córdoba comenzó con un abandono masivo de tareas a las 10 de la mañana. Tres horas y media después, ya habían caído cuatro manifestantes (el obrero Máximo Mena y tres estudiantes) de los 12 muertos que recoge la historia oficial.
Para entonces, la policía provincial se había replegado con el argumento poco creíble de que ya no tenía gas lacrimógeno. Había sido desbordada por una mayoría de trabajadores y una porción elevada de universitarios. Aquéllos salían detrás del fuerte liderazgo de sus caciques sindicales Agustín Tosco, Elpidio Torres y Atilio López. Los estudiantes salieron impregnados de los aires sesentistas todavía inflamados por el Mayo Francés, de un año antes.
Faltaba un ingrediente inesperado. Desde las casas de clase media, centenares de vecinos entregaron muebles viejos y colchones en desuso para levantar decenas de barricadas.
Hasta que cayó la tarde se abrió el misterio mejor contado de aquellos años. Onganía pidió a Lanusse, jefe del Ejército, que desplazara tropas del Tercer Cuerpo, cuyos principales regimientos están a menos de media hora del centro cordobés. Lanusse demoró al extremo la intervención; tanto, que el impacto de la protesta multiplicó su dimensión nacional. Los críticos del último presidente de la Revolución Argentina dicen que especuló para debilitar a Onganía. Sus defensores y los organizadores del Cordobazo aseguran que una intervención rápida del Ejército habría elevado a centenares el número de muertos.
Finalmente, el ingreso del Ejército redujo las acciones al barrio Clínicas, sede de decenas de pensiones estudiantiles. Allí aparecieron los fantasmales francotiradores que, por años, justificaron el argumento de que, en esas horas, los movimientos guerrilleros (ERP y Montoneros) habían realizado un gran ensayo general de la ola de violencia que inmediatamente después cubrió todo el país.
Esa teoría es relativizada desde siempre por los organizadores de la huelga dirigida contra Onganía, pero también como reacción al espíritu corporativo y conservador del gobierno provincial de Carlos Caballero.
De Francia a Córdoba
"Si la herencia de la Revolución Francesa fue la democracia, bien se podría decir que el fruto definitivo del Cordobazo fue este sistema democrático", interpreta el sociólogo Francisco Delich. Para el ex rector de las universidades nacionales de Buenos Aires y de Córdoba, "el carácter del paro obrero fue dado por los sectores medios, que esperaron una transformación con Onganía y que se sintieron defraudados".
"Como en la Revolución Francesa, en el Cordobazo había grupos jacobinos que creyeron que a partir de allí la vía armada era la gran solución y otros, como el radicalismo, que pusieron el acento en la recuperación de las libertades", dijo.
Dos ministros de Onganía, insoslayables protagonistas de aquellas horas, prefieren no volver atrás. Consultados por La Nación , los entonces ministros de Economía, Adalbert Krieger Vasena, y del Interior, Guillermo Borda declinaron hacer comentarios.
Un observador y, cada tanto, reservado protagonista de hechos políticos, Ricardo Yofre, sintetizó el Cordobazo como una "explosión social contra el autoritarismo". Yofre une el Cordobazo con el asesinato del jefe del gremio metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, ocurrido poco antes, y atribuido a los Montoneros. "Fueron partes de un mismo proceso político", explicó.
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