El día de todas las tormentas
Todo empezó en nuestro felpudo. Allí se amontonaban ayer, como siempre, los diarios de la mañana. Y traían mucho más que un mal presagio. El Gobierno había presionado de manera inédita y brutal a la Justicia, acusándola directamente de golpista. Se trataba de una noticia del día anterior, pero cobraba verdadera dimensión en esos titulares de papel. El papel se palpa, es un documento.
Y sigue generando ese curioso milagro de la constancia. "Somos la rana en la olla -pensé al repasar las palabras de Kunkel y Alak- . Nos vamos adormeciendo y nada parece despertarnos del sueño trágico, mientras lo que sucede es simplemente que nos están cocinando vivos." Pero el miércoles no se cruzó en este país otra línea. Se cruzó una frontera simbólica y fundamental.
Dos intelectuales de valía, el historiador Luis Alberto Romero y el escritor Rodolfo Terragno, daban cuenta de la magnitud de las transformaciones que está sufriendo la institucionalidad. Escribió Romero en Clarín acerca de la acción de "gobiernos autoritarios plebiscitarios". Y agregó: "Nos preguntamos si acaso estará comenzando la transición hacia algo. También deberíamos preguntarnos si será algo mejor". Luego Terragno escribió: "Cuesta creer que el ministro [Alak] quiera convertir al actual gobierno constitucional -legítima y contundentemente elegido- en un gobierno de facto". A veces en nombre de la democracia algunos pueden cargarse a la democracia.
Una sensación de catástrofe inminente flotaba en la ciudad. Y entonces de repente a la política se sumó la meteorología. Las radios comenzaron a registrar la extraña nube tóxica que provenía del puerto, las evacuaciones y las mascarillas. Las imágenes de una emergencia surgida de El Eternauta, de Oesterheld, y un secretario de Seguridad disfrazado de cazafantasmas, ganaron las pantallas de la televisión. "Se están cumpliendo las profecías mayas", bromeaban algunos amigos, alérgicos al humo y sofocados.
A la mala digestión del desayuno se sumó el impacto del mediodía. Cuando la Justicia respondió institucionalmente en defensa de la independencia y contra las agresiones del Poder Ejecutivo. Una declaración compacta, dura y sin antecedentes, que cayó como una bomba en los despachos oficiales. Todas las miradas, a esas alturas, se concentraban en la Cámara Civil y Comercial, que a puertas cerradas intentaba tomar una decisión histórica.
En esa tensa espera se desató una tormenta bíblica: 112 milímetros en una hora. Autos que flotaban, caos de tránsito, personas atrapadas en oficinas, ciudadanos que debían cruzar las calles agarrándose de sogas, la Panamericana completamente cortada, el colapso de los celulares, los apagones generalizados, el imposible regreso a casa.
Cerca de las 16, llegó a la Redacción el rumor de que habían dictado la famosa cautelar, una resolución que para el Gobierno es tan nefasta como la frustración por la 125. La versión online del diario escribió la primicia, pero la mantuvo embargada hasta una confirmación absoluta. De pronto un canal noticioso puso la placa "Urgente" y todos contuvieron la respiración. Pero sólo se trataba de un tornado en Pergamino. Hubo risas nerviosas. Después de todas las calamidades de ese día, ninguna noticia parecía ser lo suficientemente grande. Se ganó un lugar, sin embargo, un ataque al shopping Dot. Lo que faltaba. Las informaciones decían, a esa hora, que varios vecinos humildes llegaron en medio del diluvio protestando violentamente porque los desagües del shopping inundaban su barrio. Se produjeron amenazas y disturbios. Muchos locales cerraron y sus empleados se quedaron adentro, a la espera de que amainara el lío y la lluvia.
A las 19 en punto, oí que el jefe de noticias daba la orden: "Tenemos confirmada la cautelar, ahí vamos". El Gobierno se había construido, con obcecación y sin razones verdaderamente legítimas, una derrota monumental. "Hoy parece el fin del mundo -me dijo un peronista, alelado por los errores tácticos de la Presidencia de la Nación-. Arriesgamos todo por nada."
Los teléfonos atronaban en el mundo político. Convertir a Magnetto en Atila, transformar al Grupo Clarín en el cartel de Cali, embarcar a los militantes en una épica vacua y delirante, colocar un día D con el riesgo de no poder cumplir con la promesa, cruzar todos los límites de la República para conseguirlo y finalmente fracasar en el intento llamaba anoche a la perplejidad.
Ajeno al sentido común, el gran mariscal de la derrota del 7-D salió a dar vuelta los argumentos: "El fallo es una vergüenza y se pedirá a la Corte que revea este acto que lesiona a la democracia", dijo Martín Sabbatella. Hay cierto descaro en el uso de esa palabra por parte de gente que, en verdad, cree que la democracia es un capricho liberal y burgués. El senador Marcelo Fuentes, por la mañana y para que los camaristas lo oyeran bien, había confirmado que les harían juicio político a todos los magistrados que se pronunciaran en contra de leyes del Gobierno.
Carlos Kunkel, en las vísperas, también había hablado de la Corte a la que recurrirá ahora Sabbatella. Asoció a ese cuerpo y a su presidente con la gestación de "un golpe institucional". La renovación de esa Corte fue, en su momento, uno de los grandes logros republicanos de Néstor Kirchner. El kirchnerismo se come a sus hijos y luego, cuando las cosas le van mal, recurre a ellos para pedirles que le saquen las papas del fuego. Quién sabe, tal vez lo hagan.
Al regresar a mi casa, en la alta noche, vi cómo varios vecinos secaban el agua con las páginas de los diarios de la mañana. En televisión, pasaban una y otra vez a un pibe haciendo windsurf en las calles inundadas de Palermo.
Otras noticias de Ley de Medios
Más leídas de Política
“Los chicos vienen ahorrando”. Bullrich confirmó que se va de vacaciones a Disney y que los Milei la autorizaron
Revisión. El 96% de los empleados estatales que ya dieron el examen de idoneidad lo aprobaron
Paritarias. Comercio anunció un nuevo acuerdo salarial para empleados del sector turístico
En Santa Fe. La Fundación Pensar cuestionó el pliego de la Hidrovía Paraná-Paraguay