El desconcierto en la casa de Martínez
Hermetismo: frente a la mansión del empresario se repitieron los movimientos cotidianos; varios autos entraron y salieron, sin que sus ocupantes hablaran.
No hubo clima de agitación ni escenas de desconsuelo. Tampoco curiosos. Frente a las puertas de la mansión de Martínez, al menos, el movimiento apenas difirió del acostumbrado: cambios de turno de custodios, vehículos con vidrios polarizados que atravesaban el portón de la vivienda, y empleados que regresaban a su casa.
A juzgar por la calma que reinó en Pueyrredón 1501, nadie hubiera dado crédito ayer a la versión que afirmaba que el dueño de casa, Alfredo Yabrán, se había suicidado en Entre Ríos.
Lo que ocurrió puertas adentro, en cambio, es un misterio. Aun cuando las expresiones de los custodios dejaban traslucir su propio desconcierto ante la noticia, el personal de seguridad persistió en su hermetismo y se negó a dar cualquier tipo de precisiones.
Sin embargo, trascendió que los hijos del empresario no se encontraban ayer en el interior de la mansión. Refuerza esta hipótesis el hecho de que una joven acompañada por su madre y un muchacho en una moto Yamaha, ambos supuestos amigos de los hijos de Yabrán, se acercaron ayer hasta el lugar, pero, tras cruzar unas palabras con los custodios, emprendieron su retirada.
Mientras en los últimos tres días el movimiento de automóviles había disminuido notoriamente, ayer -después de las 15.30- se reanudó el constante desfile de vehículos último modelo observado durante el fin de semana.
A las 16.30, ingresó en la mansión un Mercedes-Benz color bordó, patente RKO 079, que la abandonó una hora después. Rodeado por periodistas ávidos de una confirmación o un comentario, el rodado atravesó el portón a toda velocidad sin que pudiera establecerse quiénes eran sus ocupantes.
Seguidilla de desconocidos
En tanto, a las 16.45, llegó un Polo blanco, patente BGG 647, que salió apenas unos minutos más tarde. Alrededor de las 17.45, entró un Escort azul, patente BDK 541, que partió a las 20.
Un Honda Civic blanco, patente ARQ 995, ingresó en la lujosa vivienda a las 19.10, conducido por un hombre. En el asiento trasero iba sentada una mujer rubia que se cubría la cara para evitar ser fotografiada.
Finalmente, a las 21, llegó otra vez el Escort azul con un desconocido agachado en el asiento posterior.
Ayer, por la noche, reunidos en torno de una fogata para combatir el frío, una veintena de periodistas continuaba con la guardia frente a la casa del empresario. Espectadores del constante ir y venir de automóviles, conservaban la esperanza de que alguno de sus ocupantes diera la clave de lo que sucedía en la misteriosa fortaleza.
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