La Argentina selló un acuerdo de cooperación con el país anfitrión para que se les prohíba el acceso a los hinchas con antecedentes violentos; la comitiva de seguridad enviada es bastante menor a la de otras copas
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Un grupo de barrabravas de equipos del ascenso que se acostumbró a decir presente en los mundiales desde Sudáfrica 2010 pretendería desembarcar en Qatar para los octavos de final. No serían más de diez y entre sus planes estaría hacer base en Arabia Saudita e ingresar por vía terrestre. Dicen no estar al tanto del pago de un permiso de US$1300 para cruzar la frontera, y dan por hecho que sus nombres no figuran entre los 7300 que el Ministerio de Seguridad de la Nación les envió el jueves pasado a las autoridades qataríes para que se les aplique derecho de admisión. Se trata de la lista negra con la que Aníbal Fernández imagina un mundial “libre de barras”.
Arrinconada contra el Golfo Pérsico, la península de Qatar se dibuja en el mapa como exótica e inaccesible para las barras argentinas. Para ingresar deberán acreditar alojamiento y entradas, como cualquier otro visitante. A las restricciones por antecedentes violentos y a las advertencias diplomáticas y migratorias, muchas otras veces burladas con complicidad del poder, se les suman ahora la crisis económica y las frecuentes divisiones internas en las hinchadas. “No hay una organización de las barras de ir en tropa, como mundiales anteriores. Tal vez haya algún personaje de manera aislada, pero nada más”, pronosticó un exfuncionario de seguridad que conoce como pocos los movimientos de las barras más peligrosas del país.
Hace tres meses, el apretón de manos entre Aníbal Fernández y el embajador de Qatar en Buenos Aires, Battal Meajeb Al Dosari, sirvió para escenificar el convenio de cooperación contra la violencia en el fútbol. Ese día, el ministro entregó un listado de 5000 barras e hinchas que tienen activo el derecho de admisión por lo que no pueden ingresar a ningún estadio del país. Esa nómina se incrementó ahora a 7300, según informó a LA NACION Ignacio Candia, el director nacional de Seguridad en Eventos Deportivos y quien ya trabajó en la misma área en Sudáfrica 2010, junto con Pablo Paladino, exsubsecretario de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos que estuvo involucrado en el manejo del programa Fútbol para Todos. Candia y un jerárquico de la Policía Federal están en Doha desde el domingo pasado, incorporados al Comité de Seguridad del Mundial, a cargo de la FIFA y el país anfitrión.
Desde la embajada qatarí evitaron dar detalles del acuerdo sellado con el Gobierno. Cerca de Aníbal Fernández, sin embargo, dieron como un hecho que si alguna de esas 7300 personas intenta ingresar a Qatar podría ser deportada. “Tienen el acceso denegado, no van a poder entrar”, dijo un funcionario, seco y tajante.
A los de esa lista, supuestamente, las autoridades locales no les habilitarían la tarjeta digital Hayya, un documento indispensable para ingresar al país, acceder a los estadios y movilizarse por las calles. “Nunca pasó la lista por la cancillería y hasta el momento no tengo ninguna confirmación oficial de parte del gobierno qatarí sobre el rechazo de la tarjeta digital de acceso”, afirmó a LA NACION Guillermo Nicolás, embajador argentino en Doha.
La comitiva de seguridad que envió el Gobierno es bastante menor a la de mundiales anteriores, lo que reforzaría la hipótesis de Fernández sobre un torneo “libre de barras”. A Sudáfrica 2010 viajaron siete personas, entre funcionarios y efectivos policiales. A Brasil 2014 fueron 11, aunque hubo gran despliegue en las fronteras, y a Rusia 2018 fueron siete. El envío de efectivos y autoridades policiales se hizo costumbre, sobre todo después del escándalo con Hinchadas Unidas Argentinas (HUA), la agrupación que surgió en 2010 con financiamiento de la política para que 235 barras desembarquen en Johannesburgo a cambio de oficiar de punteros en los barrios. Aquella travesía tuvo a 42 deportados y a un barra muerto tras un enfrentamiento entre violentos de Boca e Independiente.
“La verdad que no me imagino un gran despliegue, quizás algo aislado”, sostuvo Candia, el hombre de Aníbal Fernández en Qatar.
En la lista negra confeccionada por el Ministerio de Seguridad, que se hizo también con el aporte del gobierno porteño y los provinciales, surgen nombres de pesos pesados que se perderán el Mundial. Rafael Di Zeo y Mauro Martín, que son los jefes de La 12, como se conoce a la hinchada de Boca; Héctor “Caverna” Godoy y Gustavo Luzzi, referentes de la de River; Pablo “Bebote” Álvarez y César Rodríguez, de Independiente; Enrique Rulet, de Racing, y Daniel Paz, de Tigre, entre otros.
“Aníbal Fernández se opuso en su momento a Hinchadas Unidas y ahora no va a dejar que vaya nadie a Qatar para hacer buena letra. Quiere ser otra vez candidato a gobernador en 2023″, dijo un puntero político del PJ que supo estar cerca del ministro y que tiene vínculos aceitados con los principales barrabravas de los clubes porteño y del conurbano.
Reventa y entradas de protocolo
A través de los canales de la FIFA, se vendieron cerca de 50.000 entradas para argentinos en la primera fase. Los tickets no son nominales por lo que facilitaría la reventa, una marca registrada en estas competencias. Sin huellas de los barras entre esas entradas ya adquiridas, desde el Ministerio de Seguridad pretenden seguir de cerca el reparto de los 2500 boletos que recibió la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) a modo de protocolo para la primera fase. Se habrían distribuido cinco por cada club. Las entradas de protocolo son las que suelen caer en manos de los barras. Quedó demostrado en el debut argentino en Sudáfrica 2010, cuando la cúpula de HUA colonizó los palcos del Ellis Park, en principio destinados para exjugadores y dirigentes de la AFA.
Acostumbrados a exhibir su influencia e impunidad desde México 86 a Rusia 2018, las barrabravas argentinas encontrarían esta vez más obstáculos para exportar la denominada cultura del aguante.
En los 80 y los 90 el nexo con la AFA y el poder político lo tuvo la hinchada de Boca, con José Barrita a la cabeza. Al mundial de 2002, en Corea y Japón, la presencia de barras se redujo por la crisis económica de la época, aunque un grupo reducido de barras xeneizes dijo presente, según relata Gustavo Grabia en Asalto al Mundial, un libro que cuenta sobre la historia negra de las hinchadas argentinas en las diferentes copas del mundo.
En Alemania 2006 dominaron “Los Borrachos del Tablón”, como se conoce a la barra de River, y en 2010 se dio el engendro de Hinchadas Unidas, que contó con apoyo del kirchnerismo y de sindicatos poderosos, como el de Camioneros, que lideran Hugo y Pablo Moyano.
Durante el mundial de Brasil hubo barras de los clubes de ascenso y Bebote Álvarez, jefe de la hinchada de Independiente, montó su propio show al burlar los controles fronterizos y mostrarse impune en las canchas. Lo logró a partir de un novedoso pacto entre barras argentinas y brasileñas. En Rusia quedó demostrado que el poder barra no era el de antes y la presencia fue aislada, con algunos hinchas caracterizados de San Lorenzo y Huracán. En Qatar seguiría la tendencia a la baja, según las fuentes oficiales a cargo del operativo de seguridad y los dirigentes de fútbol consultados.
Si bien la presencia de barras en Qatar sería escasa, hay cifras que demuestran que la violencia en el fútbol está lejos de erradicarse en nuestro país. Para Sudáfrica 2010, el gobierno de turno envió a través de la Cancillería un listado de 1400 personas con derecho de admisión. Ese mismo listado, cuatro años después, para Brasil, escaló a 2100. Para Rusia 2018 fue de 4000 y ahora para Qatar es de 7300. Son todos números oficiales cotejados entre LA NACION y los funcionarios de seguridad que estuvieron a cargo en esos mundiales. Las estadísticas son irrefutables.
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