El desafío de volver a llenar el circo
Kirchnerismo y macrismo: signos de agotamiento; la aritmética de la elección; Santa Cruz y Tigre, dos casas matrices hundidas; devaluación e inflación: ¿debe Massa dejar de ser ministro?
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Desde el domingo a la tarde estamos, sobre todo aquellos que tenemos la enfermedad de la política, sumergidos en un torrente de datos, de nombres, evaluando triunfos y fracasos, y además navegando en un mar de incógnitas por las novedades, por la incertidumbre que plantean las primarias. En esas circunstancias, conviene retirar el zoom y por un momento mirar desde la eternidad el paso del tiempo, como decían los escolásticos medievales. Se entiende mejor lo que sucedió el domingo y lo que está sucediendo en este ciclo en la Argentina si uno recuerda que hace 22 años hubo un colapso en la relación entre la ciudadanía y la política. Fue uno de los aspectos de lo que se conoce como la crisis del 2001, que divide aguas y obliga a mirar todo distinto, como lo que estamos viendo ahora. Una crisis de representación donde los representados no se ven en el representante, como si fueran actores que actúan mal el personaje. En el fondo, ese es el rol de los políticos, actuarnos a nosotros. Muchos los miran y no entienden qué están haciendo, no se sienten reflejados. Eso pasó en el 2001 y se expresó en la consigna “que se vayan todos”.
A partir de ese momento, la sociedad argentina, la política, se dio una estrategia que intentó recomponer ese vínculo roto entre ciudadanos y representantes. A partir de ese proceso surgen dos nuevos sujetos en la vida pública del país. Dentro del peronismo, el kirchnerismo. Dentro del no-peronismo, el macrismo. Son dos actores que no existían o existían de manera marginal y que en uno y otro campo producen una transformación. Y en alguna medida reconectan lo que se había roto, amparados -sobre todo el kirchnerismo- en una etapa, que va desde 2003 hasta algún momento de 2013, de bonanza económica que permitió un boom de consumo. Eso produjo una restitución del vínculo entre la gente y la política. Y produjo además un ciclo histórico, probablemente desde el conflicto con el campo hasta hace dos años, en el cual dos bloques, kirchnerismo y antikirchnerismo, explicaban todo el panorama.
Lo que está pasando en este proceso que estamos viviendo es que daría la impresión que ambos sujetos presentan signos de agotamiento para realizar esa tarea de restaurar la representación. Volvemos entonces a tener un problema donde los representados no se sienten identificados con esos actores que deben representarlos. Hay una expresión que capturó un experto en encuestas cualitativas, en indagar acerca de las ideas que se van formando en sus cabezas sobre la política. Esa gente se quejaba de cómo la estaba pasando, del entorno en el que tenía que vivir -sobre todo en materia económica-. Y este experto en opinión pública les dice: “Y bueno, ¿la política? ¿los políticos?”. Y uno le contestó con una frase muy expresiva: “La política es un circo vacío. Nos fuimos. Quedaron solos, sin público, los equilibristas, los trapecistas, los domadores de leones. Sobre todo, los payasos”.
¿Cómo se manifiesta este problema por el cual vuelve a la Argentina una crisis de representación como la del 2001, que nos emparenta con muchas otras democracias de Occidente donde se vive lo mismo? Primero, hay una contracción del voto de esos dos actores, que ya la habíamos visto en el 2021 y ahora se agudiza. Unión por la Patria, que era el Frente de Todos, en el 2019 sacó 12 millones de votos. El domingo logró quedarse con 6.5 millones de votos. Juntos por el Cambio sacó en el 2019 8 millones de votos. El domingo logró quedarse con 6.7 millones de votos. Quiere decir que de 20 millones de votos que sacaban el kirchnerismo y JxC, pasaron a 13 millones de votos. Perdieron, entre el 2019 y el domingo, 7 millones de votos. Este es uno de los fenómenos que tiene una proyección en otros números. Dos números principales. El domingo, de 35 millones de personas que estaban habilitadas para votar, 11 millones no fueron a votar. Es un altísimo nivel de abstención. Pero, además, de los que fueron a votar, 7 millones votaron por un candidato que se paseaba por caravanas diciendo “que se vayan todos”, homenajeando a aquella crisis de representación del año 2001. Ese es Javier Milei, la estrella de la hora. El gran problema hoy en la política argentina, con otras anécdotas, motivaciones, historia y libreto, es aquella crisis de representación. El gran desafío que tiene la política frente a la sociedad es volver a llenar el circo.
Los números mencionados son una guía interesante para entender el comportamiento de los principales actores que compitieron el domingo en el tramo que viene, que es el que transcurre hasta el 22 de octubre, que van a celebrarse las elecciones generales. El primer dato que hay que mirar de lo que sucedió el domingo es que hay muy poca diferencia entre los tres que componen el podio principal. Entre Milei y Juntos por el Cambio en conjunto, los votos de Patricia Bullrich y de Horacio Rodríguez Larreta, hay solo 300.000 votos de diferencia. Esto le plantea a Bullrich la expectativa de poder revertir la situación y pasar de segunda a primera o por lo menos mantenerse como segunda. Massa también tiene la expectativa de revertir su situación de haber salido tercero porque la diferencia entre JxC y UxP, que es la suma de Massa más Grabois, es de 200.000 votos. ¿Qué miran ellos? No miran los votos del otro. Miran los 11 millones de personas que se abstuvieron. Hay todo un problema en los estrategas electorales, en Occidente, para desentrañar qué hay en el cerebro de alguien que se abstiene. Y, sobre todo, cuál es la lombriz que hay que ponerle para volverlo a pescar. Hay abstenciones forzosas, de gente que no puede ir a votar. Fue la gran excusa que se dieron muchos políticos para explicarse a sí mismos por qué hubo semejante nivel de abstención en el 2021. En ese entonces, decían que era por la pandemia. “La gente tenía miedo de ir a formar la fila”, alegaban. Ahora ese argumento parece haberse caído. Tenemos otro tipo de abstención. deliberada, de gente que entiende que no tiene una obligación de ir a votar sino, más bien, un derecho de expresarse o no con el voto.
Dentro de ese universo de gente que decide deliberadamente no ir a votar, están aquellos a los que no les interesa la política, que apenas se enteran, sienten un rumor de que algo está pasando, de que hay elecciones. No saben muy bien de qué se trata, miran otras cosas. Para lo que ofrece la política, tal vez hacen bien. Están en el deporte, en la familia. en superar las adversidades de la vida cotidiana con una economía que los maltrata. Y después hay otros que no están desconectados, están hiperconectados. Están tan conectados que están muy enojados, tal vez por el exceso de información que tienen encima, y no votan en señal de protesta. Dicen los que estudian la abstención que estos últimos son aquellos susceptibles de ser traídos de nuevo al circo. En esto van a estar de aquí al 22 de octubre Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa.
Cada uno debe pensar nuevamente la campaña. No es el alargue del partido. Es otro partido. Es otra lógica. Cada uno debe pensar de nuevo cómo se planta en el escenario para conquistar el voto y pelear por el poder. A Patricia Bullrich le sugirieron establecer acuerdos y agregar más que nada a Larreta y a su gente a su campaña, por si ese voto se tienta de irse a otro lugar. Bullrich cree que ese no es el método. Ella apuesta a girar hacia el centro en estos días. Tiene que cuidarse porque si gira mucho al centro, por la puerta de atrás se le pueden ir hacia Milei. Y además cree que para amalgamar a JxC después de esta interna, no se trata de juntar piezas sino establecer un nuevo mensaje interno, un nuevo liderazgo. Habrá que ver si cuando habla de establecer un nuevo liderazgo está pensando en Larreta, o está pensando mucho más en Mauricio Macri, que ayer apareció de nuevo como líder del grupo. Macri está pasando horas de alegría seguramente. Primero porque se cumplió su pronóstico. Desde muy temprano, él decía que iba a haber dos protagonistas: Milei y JxC. Y dentro de la coalición, él apostó a Patricia Bullrich. Por momentos fue su jefe de campaña. Probablemente, el pronóstico de Macri no le asignaba a Milei el éxito que tuvo. Pensaba, seguro, en un mayor protagonismo de Juntos por el Cambio, que sale interpelado de la elección. No es una gran noticia para ese grupo salir segundo. Se pueden alegrar de que, por primera vez en la historia, el peronismo salió tercero. Son novedades de primera magnitud. Tantas que una se oculta detrás de otra.
¿Dónde se notó la alegría de Macri? En el lugar que ocupó durante la recepción de los resultados y el festejo de Bullrich. Dejó hablar a todos y habló último, como hablan los jefes en la política. ¿Es una venganza? No. Uno puede decir “cómo no, si Macri es calabrés”. Pero, ¿qué pasaba en la campaña de Santilli en el 2021? “Todo el Pro unido menos Macri”, titulaban algunos medios televisivos. Y eso Macri lo leyó. Recuerda que lo bajaban en los actos, que una vez le ocultaron el micrófono. A todo esto, hubo una especie de mensaje cuando fue a votar y habló de la mugre -palabra dura- de Guillermo Seita, que es un asesor principal de Horacio Rodríguez Larreta. En el entorno de Larreta se interpreta que Seita fue el que le comió la cabeza al candidato en contra de Macri. ¿Y por qué está tan enojado Macri son Seita? Por un detalle en particular. Hubo cuentas, sobre todo una, desde la cual se emitieron mensajes durante la veda, en la interna porteña entre Martín Lousteau y Jorge Macri. Mensajes bastante agresivos para Jorge Macri. Cuando fueron a indagar cuáles eran esas cuentas con mensajes de texto, identificaron que desde la misma se habían emitido los mensajes sobre “Macri Mufa” al comienzo del Mundial de Qatar. Entonces, Macri descubrió que Seita se metió en tierra sagrada, como es el deporte, el fútbol, y por eso habló de “mugre”. “Me extraña que se lo contrate en Juntos por el Cambio”, dijo, cuando todavía no había perdido Larreta, que es el que lo contrataba.
Massa tiene también que pensar su campaña. Hay un debate dentro de su círculo más cercano. Por un lado, están los que decían que había que ir a buscar el voto kirchnerista, retener el voto identitario y hablarle a los votantes de lo que ellos quieren escuchar, pero con una gran limitación: no podés defender a Alberto porque se enoja Cristina. Por el otro, la corriente, que probablemente predomina ahora después del fracaso de Massa, que le decía que tenía que iniciar una gran polarización con lo otro, caracterizado como “el fascismo”, como la derecha fascista. Es un mito kirchnerista, pero reproduce la misma lógica que tuvo en España el discurso de Pedro Sánchez, el socialista que finalmente logró recuperar algo de lo que había perdido y puso al país en una encrucijada complicada por no haber sido del todo derrotado. Fue contra el PP y contra Vox, los abroqueló. “Hay que defender la democracia frente al avance de la derecha”, dijo. ¿Será ese el discurso de Massa? ¿Será creíble si habla de defenderse de la derecha? ¿Habrá un Massa de izquierda? Ya empezó con ese marketing Esto es lo que hay que mirar para entender lo que viene.
Mientras tanto, para pensar el nuevo mapa de poder, hay que observar una situación paradójica que es la que vive Milei. El candidato de La Libertad Avanza gusta porque no es de la casta, porque no tiene estructura, porque viene de afuera, es un outsider. En alguna medida, todas esas características funcionaron porque lo ayudaron los gobernadores peronistas. ¿Cómo? Adelantando sus elecciones. Por eso, Milei pudo hacer grandes elecciones y obtener grandes resultados el domingo en Tucumán, en San Luis, en San Juan, en Jujuy… Lugares donde se vio relevado de tener que armar una estructura provincial con candidatos a gobernador, legisladores, intendentes. Porque todo eso ya se había jugado. Era de facto una especie elección de boleta única donde se elegía un solo rubro principal: presidente. Ahí competía con los otros candidatos a presidente. Es decir, en el intento de los caudillos peronistas, 14 del interior, de salvar su ropa, de poner a resguardo su casa y abandonar al PJ nacional y a Massa como la cara de ese PJ, a su suerte, beneficiaron a Milei, porque le dieron una ventaja competitiva. Ahora todo esto va a empezar a ser visto como el déficit de Milei por aquellos que estén preocupados por vengarse de la casta, pero quieran empezar a saber qué tipo de gobernabilidad va a haber. ¿Con qué estructura y aparato institucional, Milei, si llegara a triunfar, le puede dar respuesta a los argentinos que no van a votar o que lo votaron a él como una manifestación de frustración, de desencanto por las malas prestaciones del sistema?
Hay que mirar algunos números que nos permiten intuir que Milei es un nuevo actor en la vida institucional, no solo en la electoral. En Formosa salió segundo con el 25,5% y desplazó al radicalismo como figura de oposición. ¿Podrá meter el segundo senador? En San Juan salió primero con 38%; en San Luis también primero con 48%; en La Rioja con 36%. En todos estos distritos se eligen senadores. Esto quiere decir que no sería disparatado pensar que si Milei logra arrastra detrás de sí una buena elección de octubre a sus listas de senadores, va a ser un actor crucial en el Senado, aún con un bloque pequeño, porque lo que es evidente es que se acabó la hegemonía peronista en la Cámara alta, fundada en el año 83′ y nunca puesta en cuestión hasta ahora.
Estamos hablando de un Congreso del que se esperan reformas que permitan el plan de estabilización que nos salve de esta inflación de más de 120%, que corroe a la política, el salario y la vida de la gente en la Argentina.
La primera misión de Massa no se cumplió. Era garantizar a Cristina un gran éxito en la provincia de Buenos Aires y sobre todo en el conurbano bonaerense, donde el peronismo y el kirchnerismo se fueron a refugiar desde hace tantos años. Es decir, el peronismo con los Kirchner siguió en la ruta de Duhalde, de conurbanización de la política. Sentarse sobre el conurbano y con su prepotencia demográfica arrastrar al resto. Pero para que eso ocurra hay que ganar el conurbano.
Un estudio del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), que es un centro de estudios políticos y formación que dirige el jesuita Rodrigo Zarazaga, muestra cómo le fue al kirchnerismo en el conurbano, en el reino de Cristina. Pasó de 3.800.000 votos a 2.176.000. Es un más de un millón y medio de votos. Esto probablemente no la deje dormir a Cristina.
Hay también un cuadro sobre el corte de boleta. En donde Massa sacó 1.700.000 votos, pero los intendentes de Unión por la Patria sacaron casi dos millones, con una diferencia de 212.000 votos a favor de los intendentes y en contra de Massa. Le hicieron lo que le hizo él a Kirchner en 2009, cuando casi se cruzan a trompadas en el hotel donde recibían los resultados. Massa hizo en el 2009 lo que hicieron muchísimos intendentes a los que el kirchnerismo los había llevado a la derrota después del conflicto con el campo: cortar boleta. Porque el intendente es intendente, en el sentido de un administrador de cosas muy concretas. Más allá de la política y los alineamientos partidarios, está encargado de gobernar un distrito. Entonces cuando viene la ola negativa busca cómo repartir la boleta del adversario de su candidato a presidente o a gobernador. Y cortaban boletas a favor de Bullrich, a favor de Larreta, a favor de Milei.
Esto también lo hacen los intendentes de Juntos por el Cambio. Los votos que recibieron en el conurbano Larreta y Bullrich, sumados, son 68 mil votos menos de los que obtuvieron los intendentes del Pro en ese mismo distrito.
Esta lógica del intendente defendiendo su distrito y su posición, tiene manifestaciones extraordinarias. La más extraordinaria del domingo es la de Julio Zamora en Tigre. Le prohibió la Justicia, con una gran presión de Massa, competir colgado de la lista de Massa, y Zamora fue colgado solo de la lista de Grabois pero repartió también la lista de Massa. Y le ganó a Malena Galmarini, en Tigre, que iba con la lista de su esposo y de Grabois. Un gracioso decía hoy: ¿no le hubiera convenido más a Malena ir sola como Zamora? ¿Massa era un impulsor o un salvavidas de plomo para la candidatura de su esposa?
Massa perdió en Tigre. Los Kirchner perdieron en Santa Cruz. Las dos casas matrices hundidas. El kirchnerismo perdió en Santa Cruz, frente a un lema encabezado por el sindicalista Claudio Vidal. Pero, el candidato a presidente más votado en Santa Cruz fue Milei. Hubo una gran abstención para candidatos a senador, porque Milei no presentó candidato a senador, y Alicia Kirchner que ganó como candidata a senadora, sacó 38 mil votos. Milei sacó 52 mil. Es decir, Milei, en Santa Cruz, sacó 20 mil votos más que Alicia Kirchner. Están pasando cosas raras.
Daría la impresión de que hay una representación que no está rota, y esa es la representación local, que es la legitimidad del caudillo que administra todos los días. Por ejemplo, en Necochea, Arturo Rojas, sigue ahí con un partido vecinal. Massa tiene ahora un desafío, terminar con esa brecha, fidelizar a los intendentes. Lograr que trabajen para él, que no le corten boleta en contra. ¿Lo va a lograr? Porque el intendente una vez que vio que a Massa le fue mal probablemente se aleje más. Por ejemplo, Néstor Grindetti, el candidato a gobernador de Juntos por el Cambio, que triunfó por monedas sobre Santilli, ahora tiene un puntero para relacionarse con los intendentes del PJ en el conurbano bonaerense: Alejandro Granados, de Ezeiza. Es el Virgilio que lo lleva a Grindetti por el conurbano, como en la Divina Comedia ¿Quién es el puente entre los dos? El socio de Grindetti, en Independiente, es Cristian Ritondo. Amiguísimo de Granados, con quien tuvo una continuidad en la administración de la Policía bonaerense.
Son pavadas, minucias, detalles, porque el problema verdadero de Massa es ser ministro de Economía hoy. Tuvo que devaluar, que era lo que le había prometido al Fondo, para que el FMI haga el desembolso con el cual él le tiene que devolver la plata prestada a Qatar y a la Corporación Andina de Fomento (CAF).
En unos cuadros de los amigos de Proficio se ve la devaluación. En la cotización del dólar del 11 de agosto, el viernes, el mayorista oficial y el minorista oficial estaban $267 y $298 respectivamente. Pero hay que mirar la brecha del contado con liquidación, que era 91%, y la del dólar MEP, 80%. Se trata de achicar la brecha, que introduce incentivos a retener dólares y no liquidar o apurarse a importar con un dólar más barato.
Massa devalúa y aumenta el dólar. El mayorista a $349, y el minorista a $365. O sea una devaluación del 21%, casi 22%, en el caso del primero; y un 22% y medio en el caso del segundo. Es lo que se había comprometido con el Fondo Monetario Internacional. Cuando se conoció esta noticia, Julio De Vido, que es una especie de voz del inconsciente del kirchnerismo, como si fuera Néstor que habla del otro lado, estaba siendo entrevistado por Daniel Tognetti. Y cuando le dijeron que Massa acababa de devaluar, dijo que era a lo que se había comprometido, pero lo peor que podía pasar en la campaña. “Esto es lo contrario de lo que esperan los militantes o simpatizantes de nuestro campo, que no fueron a votar el domingo”, dijo. O sea, que esta es la mejor forma de que dejen de ir a votar el 22 de octubre y que otros también dejen de ir a votar.
El problema es que, a partir de esta devaluación, los pronósticos sobre la inflación empiezan a ser apocalípticos. Ya hay economistas que dicen que, trasladada a precios, va a significar una inflación del 14% este mes. Y el mes que viene se podría estar hablando de una inflación de aproximadamente 20%, que sería anunciada en octubre pocos días antes de las elecciones. Entonces aparece la pregunta: ¿Le conviene a Massa ser el vocero de esta política económica? ¿No le convendrá recibir la plata del Fondo y decir “Misión cumplida”, y dejar a un contador, una especie de tenedor de libros que pueda ir maniobrando números? Madcur, Rubinstein, o Guillermo Michel, alguien de su equipo. Porque, ¿quién se subiría a ese barco? Probablemente esta devaluación, seguida de una inflación del 14% y después otra del 20%, obligue a otra devaluación. Estamos viendo lo que dicen los manuales. ¿Qué pasa con la economía cuando se devalúa desde una posición de gran debilidad política, después de haber salido tercero en una elección, sin un plan fiscal, sin un plan monetario, sin la posibilidad de hacer nada? Y con un dato adicional: con Juan Grabois, que ayer le presentó un plan económico a Massa, seguramente a nombre de Cristina. Es decir, el pobre Massa está bajo la presión del Fondo que le pide estas medidas, y la presión de Grabois, que, en nombre de Cristina, le pide un mega plan platita. Un plan Marshal, con 12 mil millones de dólares de reservas negativas. Acá está el problema.
En unos gráficos elaborados por Econviews se observa el índice de confianza en el Gobierno de la Universidad Di Tella en correlación con el voto oficialista en las elecciones. El Gobierno está en 24% y el domingo Massa sacó 27%. Esto se debe al poder adquisitivo del salario, al deterioro del salario real. La evolución del salario hasta abril de 2023, en el sector privado registrado, se mantiene. Son los que están protegidos en el marco de las paritarias, privilegiados. El sector público también se mantiene. Pero los informales se derrumban. Tenemos que ver de nuevo los votos de Unión por la Patria en el conurbano bonaerense. Una devaluación lo que hace es profundizar este derrumbe, una caída del salario en los sectores más desprotegidos. Nos remite a una encuesta de Rodrigo Zarazaga en las villas de emergencia del AMBA a la que nos referimos el lunes pasado. Allí, Massa no sacaba más del 36% y, sí se indaga sobre los chicos de menos de 25 años, Milei pasa en esas villas de 7% a 21%. Casi al lado de Massa. Esto para el kirchnerismo es un problema, para el peronismo es un problema y es el misterio de Milei, que es un candidato sociológicamente transversal, policlasista.
Ahí está el problema de Massa. ¿Le convendrá seguir siendo ministro o retirarse? Es un gran signo de interrogación que abre un desafío además para el Gobierno porque empieza el calvario de la inestabilidad en el peor momento, que es cuando toda la clase política se sumerge en el proselitismo. Frente a esto, Milei va con un argumento: está en contra de la casta. Habrá que ver cómo resuelve la pregunta de cómo gobernar sin casta. Estar en contra de la casta es lo que le permite impulsarse y ganar votos, pero ahora, en la medida que se acerca al poder, todos se deben estar preguntando “¿y con quién gobernaría en el Congreso? ¿Con qué votos produciría las reformas que está prometiendo para reconciliar la política con la gente, para volver a llenar el circo?”. Otro mensaje de Milei de gran efectividad es la dolarización. Milei sube con el blue, está estudiado en las encuestas, hay una correlación perfecta. Pero cuando se indague más en su plan económico, dado que se lo empieza a ver con verosimilitud como alguien que puede llegar a la presidencia, ¿tendrá la misma consistencia? En otros términos, todos sabemos y tenemos claro qué es lo que Milei quiere destruir. No sabemos tan claramente qué es lo que Milei quiere construir. Y esto nos abre la gran incógnita. Hay todo un discurso respecto de que la Argentina con estas elecciones abandona el populismo. ¿Abandona el populismo o cambia de populismo? ¿Vamos a un problema simplificado, pero de otra manera, y después de 20 años en los que la política verdugueó al mercado llegamos a una etapa donde el mercado verduguea a la política con el mismo nivel de simplificación? La pregunta sigue abierta: ¿Cómo volver a llenar el circo?
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