El derecho a decidir de la mujer no puede estar por encima de la vida humana
¿Por qué la vida humana inocente debería ser siempre defendida, bajo cualquier circunstancia y en cualquier momento de su desarrollo? Porque si en algún momento existe una posible excusa para decidir sobre ella, entonces siempre tendremos excusas para arrogarnos un enorme poder.
La defensa de la vida -principal derecho humano-, y en especial de los más débiles, requiere fundamentos muy sólidos y no sujetos a discusión. Si no se la defiende desde la gestación, todos terminaremos sometidos a un tribunal que podrá decidir la eliminación de cualquier inocente, solo porque es "conveniente" en una determinada circunstancia o porque aún no está desarrollado. Esto de hecho ha ocurrido, y no estamos hablando del Medioevo, sino del siglo pasado.
¿Quién establece si hay un ser humano en el primer día de la gestación, desde el sexto mes o solo luego de nacer? No parece que haya una diferencia sustancial entre una vida humana en el tercer mes, en el sexto, o después del parto. ¿Qué le agrega el hecho de salir del vientre? ¿No es acaso el mismo ser humano, con la misma identidad única e irrepetible, aunque todavía no esté plenamente desarrollado?
Desde la genética podemos afirmar que el óvulo recién fecundado tiene la misma secuencia de ADN que tendrá ese ser humano adulto, que a su vez no es la misma que tiene la madre. Esto ya no se discute. El embrión tiene un ADN y sus secuencias -aún con posibles variaciones- se mantendrán al nacer y durante toda su vida. La finalidad del genoma del embrión es alcanzar el desarrollo del individuo adulto.
De hecho, el análisis genético de cada embrión permite conocer mucho sobre el futuro de la persona, aun sus posibles enfermedades. Por eso se habla tanto de la revolución del "genoma humano", ya que la ciencia puede leer la totalidad de la secuencia genética que un sujeto porta en su ADN mucho antes de su nacimiento. ¿Por qué los diagnósticos prenatales son cada vez más certeros? Porque el embrión contiene realmente esa información, más allá de que ese individuo todavía no haya desarrollado completamente todas sus potencialidades.
El embrión no es entonces un órgano de la madre. Aunque dependa de la madre para alimentarse, es biológicamente un ser distinto de sus padres, singular y único, que lucha por crecer, con una vida tan respetable e inviolable como la de cualquiera de nosotros y con una secuencia de ADN que conservará durante toda su vida, con diverso desarrollo.
Pero lo que es una "persona" humana no es algo que puedan responder las ciencias empíricas, porque avanzarían más allá de su objeto propio. Es una delicada discusión filosófica. Para algunos, "persona" es simplemente el individuo humano. Para otros, solo puede serlo el individuo plenamente desarrollado o consciente. Estos últimos defienden el aborto, ya que, aunque se trate de vida humana y ese ser tenga la misma secuencia de ADN del adulto que será, sin embargo todavía no está desarrollado. Por lo tanto, concluyen, no se trata de una persona humana y puede ser eliminado.
¿Qué problema se plantea cuando se da prioridad al "desarrollo" del individuo? El no respetar la vida del embrión solo porque no está plenamente desarrollado, sentaría sutilmente las bases para una doctrina peligrosa. Es el antihumanismo que solo piensa la realidad desde el punto de vista del desarrollo o no desarrollo, y por lo tanto otorga plenos poderes a los más fuertes. Provoca temor pensar en ciertas teorías que invitan a eliminar a los más débiles, justamente por no estar plenamente "desarrollados", o por no ser plenamente conscientes o plenamente productivos. ¿Son menos persona humana por eso? ¿Tienen menos valor los discapacitados? En países con aborto legal, como España, casi el 90% de los niños con síndrome de Down son abortados luego de la realización de estudios prenatales. En Islandia esa cifra alcanza casi el 100%.
Entonces, ¿somos los "desarrollados" los que decidimos quién es humano y quién no, quién tiene o no tiene derecho a la vida? El derecho a la autogestión de la madre no puede ser superior al de la vida humana inocente, porque eso sería un modo más de consagrar el derecho absoluto de los más fuertes y establecería un principio social simbólico que, en la práctica, terminaría justificando diversas agresiones a los derechos humanos.
El embrión, justamente porque no puede argumentar, solo tiene la fuerza de su existencia. Determinadas concepciones filosóficas ponen en duda que sea un ser humano, pero ninguna de ellas puede demostrar contundentemente que no lo sea. La sola sospecha de que un embrión es un ser humano bastaría para que deba ser defendido. Estamos hablando de algo demasiado sagrado como para destruirlo. En cuanto a derechos humanos, es mejor cubrir de más antes que caer en el riesgo de dejar desamparado a cualquier miembro de nuestra sociedad.
Se dice que los senadores, por ser más "conservadores", podrían estar mayoritariamente en contra del aborto. ¿Era conservadora la madre Teresa de Calcuta? ¿Es conservador el presidente uruguayo Tabaré Vázquez, que vetó una ley de aborto? En este tema, donde estamos pensando en los derechos del más indigente e indefenso, quizás tengamos que reformular desde otros parámetros el paradigma "progresista-conservador".
Las organizaciones de derechos humanos y la Justicia, que siempre protegieron a los más frágiles, pueden entender lo que estamos planteando. En todo caso, las preguntas que conviene proponer son las siguientes: ¿podremos defender con tanta radicalidad los derechos humanos que no se los neguemos tampoco a los más pequeños, frágiles y menos desarrollados? ¿Podrá ser tan inclusiva nuestra defensa del valor del ser humano, hasta el punto que no dejemos resquicios para que algunos sean dejados fuera?
Recordemos que "los pueblos se diferencian según la actitud que asuman frente a sus ciudadanos más débiles". Y no ignoremos que en las cumbres mundiales se suele presionar a los países pobres para que avancen en la legalización del aborto. Sabemos que este interés no es filantrópico. Necesitan que en los países dependientes haya menos gente, para preservar los recursos no renovables del planeta y sostener su altísimo nivel de consumo.
Se dice que en estos países "desarrollados" hay aborto legal y eso previene muertes maternas. Sin embargo, conviene ser cautos y no sacar conclusiones parciales. Veamos un ejemplo. Un país europeo como Irlanda, en donde el aborto está prohibido, tiene una tasa de mortalidad materna del 1 por 100.000, mientras que en Estados Unidos -con aborto legal- es del 26,5 por 100.000 ¿Dónde está la diferencia? En un mejor sistema público de salud, con menor gasto y mejores indicadores sanitarios. ¿No podremos diferenciarnos con una legislación realmente superadora, que alcance los parámetros de Irlanda, en lugar de copiar recetas fáciles y rápidas que necesitan relativizar el valor de la vida humana?
Graciela Moya y Miguel A. Schiavone
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