El deep state que condiciona el futuro
En medio de la incertidumbre política nacional, una certeza se consolida: que los gobernadores se hacen fuertes, cada vez más, aferrados ahora al ancla novedosa de recursos más estratégicos que nunca
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El signo de los tiempos es la incertidumbre. Como pocas veces antes, ni políticos ni encuestadoras se muestran confiados a la hora de anticipar resultados de elecciones nacionales. Ni siquiera los magros resultados de Ricardo Bussi en Tucumán alcanzan para descartar sin vueltas las chances del factor Milei en una elección nacional. Nacionalizar resultados provinciales no es lo aconsejable en medio del debilitamiento nacional del kirchnerismo, la interna fuerte en Juntos por el Cambio que lo tensa hasta hacerle rajaduras y el fenómeno social, está por verse si también político, que representa Javier Milei. Tanta novedad impide procesar el futuro inmediato según las continuidades que dominaron en el pasado, hasta no hace mucho. Todo puede suceder, incluso, lo mismo de siempre.
Sin embargo, una certeza se consolida: que los gobernadores se hacen fuertes, cada vez más, aferrados ahora al ancla novedosa de recursos más estratégicos que nunca. Además de los recursos de siempre, los que el Estado nacional transfiere a las provincias hace décadas, ahora los gobernadores cuentan con una canilla propia, cada vez más requerida: los recursos estratégicos en un contexto geopolítico y económico global que los beneficia. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), la demanda de litio, por ejemplo, crecerá en un 90% llegado 2030, en apenas siete años.
Esa tendencia cada vez más clara no es necesariamente prometedora. Buena parte de las provincias ricas en recursos naturales presenta la contracara de una pobreza institucional endémica. La hegemonía casi indiscutida de un peronismo cimentó pobreza y retraso, en contra de la misma ciudadanía que lo vota. Con algunos de los partidos provinciales sucede lo mismo.
El desorden del domingo en Tucumán, con las dudas que genera en los resultados; la ley de lemas y la proliferación de boletas en San Luis y la escena criminal que jaquea a Jorge Capitanich en Chaco, con unos de sus candidatos y hombres de confianza involucrado en una denuncia de femicidio, muestran la escala de los problemas de parte del federalismo argentino.
Muchas de esas provincias resisten la alternancia política. Y cuando sucede, ganan frentes que no dan garantías de sostenibilidad por la amplitud contradictoria de su integración. En San Luis, el éxito de Claudio Poggi este domingo es celebrado por la oposición de Juntos por el Cambio como un cambio de régimen. Pero está claro que el apellido Rodríguez Saa sigue gravitando en ese éxito. Sólo el futuro puede mostrar las posibilidades reales de ese triunfo.
Lo mismo pasó con el triunfo de Rolo Figueroa en Neuquén, un disidente del Movimiento Popular Neuquino que fue vicegobernador por ese partido, del que se distanció. Poggi fue gobernador por la coalición y el hombre fuerte que ahora combate. ¿Las alternancias de este 2023 son vientos de cambio? ¿Se desarman tan rápido las lealtades políticas en provincias de tramas sociales, políticas y sociales muy cerradas? La respuesta queda hacia adelante.
En Jujuy, el radicalismo tiene un desafío: que la alternancia republicana que representó la llegada de Gerardo Morales a la gobernación en 2015 se consolide en los estándares republicanos con los que se identifica el partido. El PJ gobernó Jujuy desde 1983 hasta que Morales lo derrotó. Ahora la vara alta del republicanismo le pasa factura con datos. Morales es cuestionado por el nombramiento de 25 familiares en cargos públicos y por el avance del Poder Ejecutivo sobre el Legislativo y el Judicial. “Están formados”, justificó. Para Morales, su identidad modernizadora y republicana se sintetiza en el desmantelamiento de la organización Tupac Amaru. El problema de Morales está hacia adelante, en la concreción de los estándares que su partido predica.
El poder recargado de las provincias se da en un contexto local pero también, global. En lo global, el mapa geopolítico y el mapa climático son el telón de fondo sobre el que se recorta la recuperación del peso político de los gobernadores. El debate en torno a la transición energética y el aprovechamiento de materiales como el litio y del gas como fuente de energía alternativa mientras el mundo cruza el puente que separa a los fósiles de la economía verde pone la lupa sobre los dueños de esos recursos. También sobre el viento, el sol, el hidrógeno verde, los elementos que mandan en los vastos territorios de la Argentina federal. Las provincias, que son las dueñas de los recursos enterrados en los suelos, quedan colocadas en el centro del tablero de TEG global. La producción extractiva se encuentra con horizontes internacionales y adquiere peso geopolítico.
En el terreno doméstico, se apilan varios eventos. Por un lado, Cristina Kirchner convertida en una voz en off que ya no logra capturar la total atención, es decir, no es la dueña absoluta de las decisiones: a esa pérdida de espesor, los gobernadores le contestan con recuperación de su musculatura. Siempre la tuvieron. Ahora la exhiben.
Por largos momentos, la hegemonía kirchnerista opacó el río subterráneo de poder casi feudal de buena parte de los gobiernos provinciales. En momentos de crisis del oficialismo nacional, se hacen más evidentes las fortalezas de los gobernadores. Su capacidad de perdurar es única. Su poder, de tan permanente, se ha vuelto naturaleza.
El triunfo oficialista en Tucumán volvió a darle vida a la ambición electoral de Juan Manzur. Con su presencia, el precandidato a presidente Eduardo de Pedro nacionalizó ese triunfo. Desde su cargo de ministro del Interior del gobierno del que no se hace cargo, De Pedro viene consolidando sus relaciones con esa suerte de deep state que, queda claro después de cuatro décadas de democracia, viene condicionando el presente. Todo parece indicar que tallará fuerte en el futuro.
En septiembre del año pasado, De Pedro viajó a Washington y New York junto a una muestra transversal de gobernadores, tanto alineados con el oficialismo como con la oposición. Desde Gildo Insfrán, de Formosa, a Gerardo Zamora, de Santiago del Estero, a Capitanich y Gustavo Sáenz, de Salta, además de Gustavo Valdés, que ahora le dio alegría a la oposición en Corrientes, y Morales, entre otros. En esa gira, la explotación de los recursos naturales fue un eje central. “El potencial del Norte Grande en la relación bilateral con Estados Unidos: energía, seguridad alimentaria, minería y reconversión eléctrica” fue el título de la conferencia a la que asistieron los gobernadores y el ministro en Washington. Algunos presentes plantearon su desconcierto entre las promesas de institucionalidad y respeto de contratos y una política y macroeconomía argentina, en la gestión kirchnerista, renuente a ir por esos carriles.
En las elecciones tucumanas, De Pedro tuvo otro rol: el de facilitar los recursos del Estado nacional para sostener la viabilidad política del candidato peronista, ganador. De Pedro entendió el poder de los gobernadores: la reproducción de su poder político y su influencia en la gestión de recursos naturales críticos es el sostén que toda formación política nacional necesita. Se trata de sobrevivir sobreviviendo con los gobernadores.
Las últimas semanas ofrecieron dos episodios significativos a la hora de auscultar la potencia de este nuevo papel que juegan los gobernadores ya no sólo en el mapa argentino, sino también en el global. De Jujuy a Tierra del Fuego, dos momentos críticos del impacto de las decisiones de los gobernadores en modo gestores de la riqueza potencial de la Argentina.
El fin de semana, al federalismo argentino le llegó su momento Hollywood precisamente en Jujuy. Se desató la polémica entre Morales y el director de Avatar, James Cameron, un activista medioambiental. El tema, otra vez, los recursos naturales, en este caso, el litio. Las dos visiones enfrentadas en torno al litio, como material clave para la economía verde del futuro cercano o, por el contrario, como el vórtice de una racha nueva de extractivismo que intensifica el riesgo del agotamiento del agua y el impacto en los pueblos cercanos, enfrentaron al cineasta con Morales. “Me emboscaron”, denunció Cameron, que se quejó porque Morales y su equipo le vendieron la versión positiva del litio. El activista más desinformado del mundo.
Antes, en Tierra del Fuego, Gustavo Melella avanzó con un acuerdo con China, que fue autorizada a construir un puerto multipropósito clave para la provincia. También para la Argentina: otra vez, los gobernadores gestionando acuerdos críticos en lo geopolítico, climático y económico sin consenso con instancias nacionales. Lo federal de espaldas a los intereses nacionales.
Autonomía creciente. Poder consolidado. Recursos garantizados. Y futuros estratégicos. Un federalismo rengo consolida sus cotos. Al mismo tiempos, en planos tan diversos como el político institucional, el educativo y el productivo, encuentra nuevos mecanismos para eternizar sus ineficiencias. Un futuro prometedor en base a recursos críticos ahora se pone en riesgo en esa consolidación.
Como nunca antes, la Argentina se juega a dos bandas. Dos visiones de país que cada vez se cruzan menos. Una Argentina instalada en el futuro, abierta y republicana. Y otra, replegada sobre sí misma, atenta a reproducir políticas clientelares y con una concepción económica orientada a la perpetuación en el poder.
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