El cruce de las marchas de la CGT y de la izquierda dejó una ciudad “sitiada” y caótica
Los CGT se movilizó desde el Obelisco al Congreso para reclamar por el impacto de la inflación en los salarios, mientras que la izquierda y los piqueteros volvieron a llevar sus reclamos a Plaza de Mayo
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Cerrito y Carlos Pellegrini estaban totalmente copadas. Los micros de doble piso, esos que habitualmente se destinan para viajes de larga distancia, se mezclaban con colectivos escolares naranjas y combis. Algunos indicaban de qué provincia habían llegado. “La Rioja”, “Servicios de Córdoba”, se leía en las inscripciones ploteadas en sus costados. Otros micros blancos estaban marcados con carteles rosas: “Secretaria de Transporte de la Nación Argentina”. Se sumaban a las camionetas negras de la policía de la Ciudad. En muchas de ellas se podía ver, detrás de sus ventanas enrejadas, a policías preparados para rotar o intervenir si la protesta se desbocaba.
La avenida 9 de Julio tampoco se salvó, aunque hubo menos vehículos que en sus calles paralelas, con micros estacionados intercalados con colectivos de transporte urbano que quedaron atrapados en el perímetro sitiado. Como durante la cuarentena estricta, la mayoría de los negocios bajaron sus persianas y solo quedaron algunos kioscos abiertos. Pocos peatones, sin autos, solo algún confundido intentaba transitar por los carriles del Metrobus, totalmente vacíos. Unas pocas motos lograron atravesar el cordón que montó el gobierno porteño para hacer frente a una jornada con dos marchas: la primera demostración de fuerza de la CGT desde que el Frente de Todos llegó al poder, que exigió un mayor control de la inflación, y el reclamo de la izquierda y la Unidad Piquetera, que volvieron a plantarse en la Plaza de Mayo.
Las únicas camionetas que avanzaban dentro del perímetro eran las de los gremios, en fila hacia el Congreso. En la caja de una de ellas viajaban cuatro encargados de musicalizar el avance con trompetas, mientras las bombas de estruendo y los bombos retumbaban sobre el asfalto. Para las 15 horas, el horario original de la convocatoria, en la zona del Obelisco solo quedaba como rastro del paso de la marcha sindical los panfletos que decían: “Por el diálogo social para el desarrollo, el crecimiento, la producción y el trabajo digno. Basta de especulación. Paritarias Libres. Por la unidad e igualdad de los argentinos”. Era el mismo mensaje que se podía leer en todos los carteles de la 9 de Julio.
Por la Avenida de Mayo se destacó el paso del colectivo del “Peronismo de la Ciudad”. Pintado de banco y celeste, sus ventanas estaban totalmente tapadas por una bandera de Suterh, el Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal, conducido por Víctor Santa María. En el techo del colectivo se intercalaban diferentes figuras: desde la cara de Alberto Fernández, un poco más grande que el matrimonio Kirchner abrazado con un sol detrás, hasta Juan Manuel de Rosas. Pero también se sumaban Mafalda, Mercedes Sosa y Charly García. Mientras avanzaba, manifestantes flameaban banderas del sindicato.
Varias cuadras más adelante estaba el triunvirato de mando cegetista: Pablo Moyano, Héctor Daer y Carlos Acuña. A paso rápido hicieron solo unas pocas cuadras por avenida de Mayo y una vez que cruzaron un arco inflable celeste y blanco, con la consigna de la marcha, “Primero la Patria” y el sello de la CGT, doblaron y se dirigieron a la sede central de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación.
“Lo hicimos volando por la cantidad de gente”, intento justificar un integrante de seguridad. Caminaron unidos menos de 10 minutos. Cada gremio marchó por las suyas y Moyano incluso montó su propio acto, que incluyó reclamos al presidente Alberto Fernández, horas antes.
Mientras los jefes sindicales se reunían en Perón 1818 para la conferencia de prensa, los manifestantes que portaban gorras, camperas y paraguas de sus gremios seguían avanzando hacia el Congreso, entre selfies y la marcha peronista sonando a todo volumen.
Mientras algunos se sumaban, otros ya optaban por desconcentrar. La magnitud de la convocatoria del Obelisco no se trasladó al Congreso, copado por globos azules o blancos gigantes con las inscripciones de las organizaciones. Se sumaron varios pasacalles: “Luz y Fuerza presente”, “Panaderos”, “Los Trabajadores somos la Patria”.
Para las 17, la zona del Congreso había quedado completamente desierta. Las últimas columnas de las más de 100.000 personas que participaron -según el cálculo de los organizadores- se dirigían nuevamente hacia la 9 de Julio. Allí los esperaban el grueso de los militantes, sentados en la vereda, impacientes para que arranquen sus micros.
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