El control de la calle: otra debilidad con la que asume Javier Milei
Con un electorado disperso y desprovisto de un aparato propio, al presidente electo se le abre un frente de potencial conflicto para impulsar su agenda de reformas; los piqueteros y los sindicalistas se preparan para la resistencia
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Para comenzar a poner en marcha su agenda de reformas, en la que se inscribe un fuerte recorte del gasto público y una eventual dolarización, La Libertad Avanza, aun con el apoyo legislativo que le proveerá el sincretismo político con el ala dura de Juntos por el Cambio, se encuentra en una situación de debilidad parlamentaria. Pero ese no es el único terreno en el que se juega la gobernabilidad del mandato de Javier Milei.
“La gobernabilidad tiene dos patas: las instituciones y la calle”, remarcó el politólogo Andrés Malamud en una reciente entrevista con LA NACION. “Milei puede conseguir instituciones con Juntos por el Cambio, pero no puede conseguir calle porque la calle la tiene el peronismo, sobre todo en el conurbano”, precisó, señalando otra de las debilidades que exhibe el futuro gobierno. “Aquí puede haber un conflicto de legitimidades”, agregó Malamud, que avizora allí un frente de conflicto.
Desprovisto de un esquema aceitado para salir a “copar” las calles y con meses por delante que fueron catalogados como “muy duros” por el propio presidente electo, La Libertad Avanza hace pie sobre un holgado resultado en las urnas para impulsar las -aunque ahora moderadas- ambiciosas reformas de campaña. Pero con un electorado disperso y de fuerte presencia juvenil, no exhibe, a priori, músculo social para marcar presencia en un escenario que, sin incidencia directa, apuntala, desgasta o condiciona la gestión.
Las recurrentes movilizaciones de las organizaciones sociales opositoras a la actual gestión -que el martes y viernes pasado marcharon hacia el ministerio de Economía y Desarrollo Social y ya planificaron una serie de protestas preventivas bajo el marco de la “lucha contra el ajuste” para recibir al futuro presidente en las calles- podrían ganar amplitud con el respaldo de las agrupaciones hoy alineadas con el oficialismo en retirada, como el Movimiento Evita o Somos Barrios de Pie, con quienes el gobierno entrante ya activó los primeros contactos.
El sindicalismo, por su parte, con gran poder de movilización, mira con la guardia alta los movimientos iniciales de un gobierno en pleno armado, pero también ha dado ya, a modo de advertencia, algunos muestras inarticuladas de férrea resistencia a la agenda libertaria. La Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), por caso, pidió una audiencia con el presidente electo y agita una movilización hacia el Congreso para el día después de la asunción.
¿Cuál es, entonces, la base social con la que el presidente electo puede sostener esa cara de la “gobernabilidad”? ¿Existe dentro dentro de ese gran caudal electoral -compuesto por muy diversas razones- un núcleo que sirva de apoyo en la “calle”?
Aunque sin cuantificar, Alfredo Serrano Mancilla, director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, arriesgó en su cuenta de X (exTwitter) una descripción de la abigarrada composición del apoyo que obtuvo Milei en las urnas: votantes que van y vienen, jóvenes de “nueva época”, un electorado de “derecha”, otro componente fuertemente antikirchnerista, ciudadanos decepcionados con el oficialismo, y otros “desesperados” por la crisis económica.
En su último trabajo, la encuestadora Prosumia –que en la antesala de las elecciones dio ganador por amplio margen al líder libertario- desglosó al electorado del balotaje por empleo, ocupaciones y sensibilidades políticas. El peronismo, con predominio sobre la “calle” –según refirió Malamud-, fue un puntal del electorado massista (65 contra el 28% que opto por Milei), mientras que Pro lo fue aun en mayor medida el de Milei (75% contra 18%).
En 24 de las 26 categorías que segregaron la adhesión a los candidatos según la ocupación, se impuso el libertario (industria, transporte, finanzas, salud, comercio, jubilados y pensionados, técnicos, profesionales, directores, administrativos, etc.) Surgen allí tres fuertes desbalances en favor de Milei: el disperso “cuentapropismo” (63% contra el 39% de Massa), las fuerzas de seguridad (72% contra 24) y las “ocupaciones militares” (89% contra 8% que obtuvo Massa).
En un estudio realizado hace poco más de una semana, la directora del Observatorio Pulsar de la UBA, Daniela Barbieri, observó que se trata de un electorado poco homogéneo y “menos leal” que el peronista. “El voto no peronista, por el contrario, se ha definido por una mayor volatilidad elección tras elección. Es un voto menos leal, que es decidido durante las campañas electorales en función del juicio respecto del candidato, su discurso y sus propuestas. Además, el triunfo de Milei como candidato no peronista no solo es el producto de un voto históricamente más volátil, sino que es inducido por las instituciones electorales. En el balotaje, Milei obtuvo casi 14,5 millones de votos, sumando más de 6 millones de electores que se movieron hacia su segunda preferencia, su ‘mal menor’”, apuntaba.
En el informe, Barbieri inscribe a Milei en la ola de victorias de mandatarios regionales. Para la socióloga al líder libertario le cabe la misma descripción que a Daniel Noboa (Ecuador), Pedro Castillo (Perú) o Gabriel Boric (Chile): “Líderes que suelen llegar al poder con fuerzas partidarias nuevas que se caracterizan por tener una identidad, redes de apoyo y estructuras burocráticas poco afirmadas”.
Con todo, Pro, una pata electoral de la fuerza libertaria, supo encontrar un eco de respaldo en la calles durante el mandato del expresidente Macri, cuando a través de las redes -que para 2015 comenzaban a ser una poderosa fuente de convocatoria- se gestaban movilizaciones en apoyo al gobierno de Macri en las que se buscaba contraponer la “espontaneidad” como eje articulador contra el aparato peronista con los “colectivos” como expresión gráfica del poder de arrastre del peronismo en las calles. Además, Carolina Stanley, la ministra de Desarrollo Social, aupada en la Ley de Emergencia Social (2016) y en un crecimiento sostenido de los planes sociales, supo mantener buen vínculo con muchas de las organizaciones sociales, logrando cierta contención del las movilizaciones sociales.
Contención
El nombre de Florencio Randazzo surgió con fuerza como una opción para presidir la Cámara baja, tender puentes con el peronismo y así ampliar el respaldo legislativo y ganar gobernabilidad en uno de los frentes señalados por Malamud. Pero finalmente Milein se inclinó por Martín Menem, de La Libertad Avanza.
“Lo que ganó [Milei] con el 11% de diferencia con Massa es unos meses de paciencia. Quizás un puente hasta marzo. Después, todos los colectivos kirchneristas, todas las asociaciones que hicieron campaña por Massa, porque les gustaba o porque era el mal menor, van a salir a la calle a protestar por sus políticas o por sus símbolos”, desarrolló Malamud en la entrevista con LA NACION, en la que se preguntaba cómo el gobierno entrante podría sostener el otro escenario de la gobernabilidad: “¿Y cómo va a enfrentar el levantamiento de la calle? ¿Con los youtubers yendo a parar a los gremios? ¿Con los influencers yendo a ponerle el pecho a las organizaciones sociales?”.
La apuesta inicial dentro de la LLA era mantener un canal de diálogo con los sindicatos en detrimento de las organizaciones sociales, con quienes proyectaban un vínculo de tensión. Sin embargo, hubo contactos preventivos con algunas de las organizaciones que acompañaron al actual oficialismo desde adentro del armado gubernamental y existe un principio de reconciliación en curso con el sindicalista Luis Barrionuevo, quien acompañó, fugazmente, a Milei durante la campaña.
Un dirigente de una organización social que todavía no se plegó a la seguidilla de movilizaciones planeadas para los próximos días, advierte: “A veces tenemos distintos tiempos las organizaciones. No significa que uno no vaya a salir a luchar. Vamos a salir, el tema es cómo, en qué momento. En el marco en que el gobierno tiene el aval de la sociedad para vapulearnos. Pero después del 10 de diciembre vamos a salir”. Con la presión inflacionaria, el recorte en el gasto púlblico y las señales que lanzaron distintos actores sociales, se acumulan los indicios de que las “fuerzas del cielo” -una habitual autorreferencia del líder libertario para con su espacio- deberán convivir con las más prosaicas fuerzas de la calle.
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