El conflicto del neumático rediseña los manuales de negociación y conflictividad
El sindicalismo identificado con la izquierda lo toma como un caso testigo para avanzar en otras fábricas
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El conflicto con el Sindicato del Neumático (Sutna) comenzó el 14 de marzo pasado, cuando se desarrolló la primera audiencia en el Ministerio de Trabajo y el gremio planteó un “aumento significativo del salario real” y la paga al 200% para las horas trabajadas durante los fines de semana. Martín Guzmán era todavía el ministro de Economía, la inflación era alta, aunque no indomable, y el dólar blue estaba en $196. Recién seis meses después, en la 35ª audiencia, Claudio Moroni logró esta madrugada destrabar la pelea salarial, que se encamina a convertirse en un caso testigo que dejará huellas en las características de la conflictividad que se viene, con cada vez más trabajadores registrados sin poder cubrir siquiera la canasta básica. El fenómeno de los “trabajadores pobres” del que habló Cristina Kirchner el 6 de mayo.
Alejandro Crespo tiene 47 años y es desde 2016 el líder del Sutna. Es militante del Partido Obrero y forma parte de lo que se denomina la izquierda sindical. Logró adhesiones de peso, como la de Pablo Moyano, pero su pulseada con Fate, Bridgestone y Pirelli comenzó también a penetrar en otras fábricas y sectores. El trotskismo comenzó a ganar terreno en comisiones internas de la UOM, como sucede en Acindar, y también en el Smata. Se trata de dos gremios industriales tradicionales cuyos dirigentes coordinaron en silencio con Sergio Massa la amenaza de abrir las importaciones de neumáticos. La izquierda también ganó protagonismo en el ámbito docente: son dirigentes de ese espacio los que impulsaron en Santa Fe los 17 paros en dos meses en rechazo a la propuesta de suba salarial de 71% que hizo el gobernador Omar Perotti mientras que el ala combativa de la Conadu es la que paralizó 39 universidades.
Crespo comulga con el histórico dirigente del PO Néstor Pitrola. Mantiene lazos estrechos con otros gremialistas díscolos, como el Suteba combativo de La Matanza, cuya líder es Romina Del Plá, que se opone al liderazgo de Roberto Baradel, o los delegados de la Línea 60 o del ramal Sarmiento que se oponen a las conducciones nacionales de la UTA y la Unión Ferroviaria, respectivamente.
En la izquierda sindical comenzaron a trazar un paralelismo entre lo que fue la eterna disputa del Sutna con lo que fue la ocupación por 38 días de la alimenticia Kraft, en 2009, cuando la comisión interna, a cargo de Javier Hermosilla, paralizó la producción por el despido de 163 empleados. Fue un caso paradigmático que derivó en el avance del trotskismo en diferentes gremios, entre ellos, el del Neumático. Crespo, que por entonces era delegado en Fate, reivindicaba la pelea de Hermosilla, un histórico opositor a Rodolfo Daer en Alimentación. “La similitud entre el conflicto de Kraft y el del Sutna es la democracia en la que se toman las decisiones. Se decide por asamblea a diferencia de cómo lo hace el sindicalismo tradicional”, dice Hermosilla, referente de la lista Bordó en la planta Pacheco de Mondelez.
La raíz del conflicto del Sutna con las empresas fue el pago de las jornadas de fin de semana, un ítem finalmente postergado en el acta acordada esta madrugada. Crespo exige un pago doble para los sábados y domingos, tal como se establecía en el artículo 31° del convenio colectivo de la actividad (CCT 101/75), que fue reformado en la década del 90. Los empresarios argumentan que acceder a ese pedido les restará competitividad y les aumentaría en un 15% los costos laborales, según precisaron a LA NACION. El régimen laboral es de siete días de trabajo de corrido y dos de descanso. Se los denomina turnos americanos. Con este esquema, la extensión de la jornada laboral por semana es de 54 horas y el trabajador solo tiene un fin de semana libre al mes, según escribió Paula Varela en el libro La disputa por la dignidad obrera, un texto que hace foco en el sindicalismo de base y que surgió como tesis doctoral, justamente, sobre un conflicto en Fate.
Va hilo.
— Paula Varela (@lavarelapaula) September 28, 2022
1- Hice mi tesis doctoral sobre FATE a partir de un enorme conflicto en 2007 en el que, entre otras cosas, los trabajadores rajaron a patadas de una asamblea obrera a Wasiejko (de la CTA) al grito de "traidor". Hoy Wasiejko se pasea por la TV pública dando "consejos"... pic.twitter.com/3Y6jeuuRO4
El dato de la cantidad de horas trabajadas por semana es novedoso y le sirve a un sector del kirchnerismo que busca reactivar en el Congreso los proyectos para reducir la jornada laboral legal de 48 a 40 horas, como un probable atajo para formalizar más empleos.
Divisiones en el Gobierno y la CGT
El conflicto del Sutna dividió al Gobierno. También a la CGT. Después de la intervención de Massa, que amenazó con abrir las importaciones si no se resuelve la pelea, en La Cámpora se barajó la posibilidad de emitir un mensaje en apoyo a los trabajadores del neumático y hasta se deslizó la posibilidad de movilizarse, según aseguran fuentes sindicales que orbitan alrededor de Máximo Kirchner y un histórico dirigente del PO. “Nos paramos del lado de las multinacionales”, expresó a modo de autocrítica un dirigente gremial oficialista.
Pero los cuestionamientos más furibundos cayeron sobre Moroni, a quien algunos le achacan la prolongación del conflicto como la demora en denunciar en la Justicia la ocupación de un piso de su organismo por gremialistas. El expediente recayó en el juzgado de Daniel Rafecas, después en el de Luis Rodríguez y estaría ahora camino al archivo. Moroni quedó desgastado después de una eterna negociación y en el kirchnerismo redoblarán la apuesta para que sea reemplazado antes de fin de año. Máximo Kirchner conversó del tema con sindicalistas aliados y con Héctor y Mariano Recalde, quienes podrían tallar a la hora de designar un eventual futuro ministro de Trabajo.
El conflicto también abrió grietas en la CGT. Mientras que Pablo Moyano y Mario Manrique respaldaron a Crespo y hasta oficiaron de mediadores, el sector mayoritario de la central obrera, integrado por “los Gordos” y los autodenominados “independientes”, le reclamó al presidente Alberto Fernández interceder para establecer reglas en las negociaciones entre empresarios y sindicatos. “Tenemos que ejercer nuestros derechos en paz, sin resignar el derecho a huelga ni el reclamo ni nuestras pretensiones. Lo que no se puede es quebrar las reglas”, dijo a LA NACION un jerárquico de la CGT, que describió como “medidas anárquicas” las dispuestas por el Sutna, pero también los bloqueos y la violencia que ejercen cada vez más seguido activistas del gremio de los Camioneros.
A principio de año, Crespo inició las gestiones burocráticas para que el Sutna regrese a la CGT. Moyano le abrió la puerta y lo recibió en su despacho del tercer piso. Sin embargo, su incorporación ya fue descartada por los sectores mayoritarios, más pragmáticos a la hora de negociar e identificados con el peronismo clásico. Son grupos sindicales no tan ideologizados que entienden desde años el sistema capitalista y promueven más el diálogo que el combate. “Para que haya empresas, debe haber trabajadores”, repite como latiguillo Gerardo Martínez, jefe de la Uocra, uno de los que forzó esta semana el equilibrio interno de la CGT para evitar una fractura.
A pesar de ser un referente del trotskismo, Crespo también entiende a la perfección el sistema capitalista. ¿Cómo negociar con los empresarios sin perder su esencia? “Nosotros no queremos cooperativas. Entendemos el rol capital-trabajo. Las cooperativas son únicamente válidas ante el cierre de una fábrica, pero no es lo ideal”, dijeron cerca de Crespo. La misma fuente agregó: “El camino político es la alternativa para que los trabajadores lleguemos al poder. Otro, no”. ¿Se viene Crespo candidato a diputado nacional en las listas del Frente de Izquierda? Es probable.
El caso del Sutna también tuvo impacto en la coalición opositora Juntos por el Cambio, que cuestionó en coro los bloqueos y la huelga. De campaña permanente por los medios, Patricia Bullrich se sumó al conflicto del neumático para responsabilizar al Gobierno por la parálisis en la producción. Se acercó a la fábrica de Bridgestone y Firestone, en la Rotonda de Llavallol, y difundió fotos sobre la colectora del Camino de Cintura, a unos metros de la entrada principal de la fábrica, sobre la avenida Antártida Argentina, donde se concentraban los manifestantes del Sutna que estaban de paro. No se cruzó con ellos. Fue pura escenificación. Basto esa foto para que la jefa de Pro encienda la discusión sobre los métodos de reclamo sindical. Prometió avanzar contra “las mafias sindicales” sin dar recetas claras de lo que haría en caso de acceder al poder, donde ya estuvo como ministra de Trabajo y de la Seguridad Social, entre 2000 y 2001, o en Seguridad, entre 2015 y 2019.
Myriam Bregman, diputada de la izquierda, le dedicó un mensaje desafiante, acusándola de “defender a las patronales” y de “burguesita represora”. Con su aparición, Bullrich empujó otra vez el debate sobre la reforma laboral, uno de los ejes de debate de la próxima campaña electoral.
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