“El catalán”: quién es Antoni Gutiérrez-Rubí, el asesor estrella de Sergio Massa que trabajó con Cristina en el llano
Su pasado como dibujante y su casa en Buenos Aires; los encuentros con la vicepresidenta en 2017 y con Massa en 2018; su libro con prólogo de Durán Barba y su rol en la campaña de Unión por la Patria
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Dicen que Antoni Gutiérrez-Rubí pide una pizarra apenas entra a un búnker electoral, esos espacios que nacen y mueren con las campañas. El asesor les dice a sus clientes que necesita del trazo a mano alzada para pensar. Con sus estudios de filosofía frustrados por una enfermedad de su madre, hizo sus primeras armas como ilustrador y diseñador para después volcarse a la comunicación política. A su consultora, Ideograma, hoy la contratan candidatos de España y de una decena de países latinoamericanos. En Argentina, Cristina Kirchner le abrió la puerta hace seis años, cuando ella estaba en el llano, asediada por las causas de corrupción. Desde entonces, él aplica trucos del marketing político al panperonismo en sus distintas versiones y mutaciones.
El “catalán”, como le dicen todos en Unión por la Patria, ya tiene una oficina propia en el cuarto piso del comando oficialista, en Bartolomé Mitre al 300. Su objetivo es lograr la carambola electoral que le permita al peronismo conservar el poder con todas las encuestas en contra. En el peronismo algunos dicen que es el verdadero cerebro detrás de la incipiente campaña de Sergio Massa. Otros aseguran que sólo aporta un libreto repetido, que orbita sobre los conceptos de la cercanía y la conexión emocional con los votantes. El ministro de Economía comentó recientemente que lo escucha “lo justo y necesario”.
“La mejor manera de llegar al cerebro de un elector es a través de su corazón”, es una de las frases que mejor resume su último libro, “Gestionar las emociones políticas”. Pese a que ganó fama como gurú del progresismo y como competidor número uno de Jaime Durán Barba, Gutiérrez-Rubí le pidió justamente al consultor ecuatoriano -a quien no conocía personalmente- que escribiera el prólogo de su libro como un gesto de respeto intelectual.
“Cuando leí el texto de Gutiérrez Rubí pensé que si un joven me preguntara qué debe hacer para tener éxito haciendo política en los próximos años le diría: no pidas consejo a los políticos anticuados (...) lee más bien un libro como este”, escribió, generoso, el consultor estrella de Pro. Las dos potencias finalmente se encontraron hace algunas semanas, cuando presentaron ese libro en la Universidad de Tres de Febrero, donde el catalán es director de un diplomado.
De Cristina a Massa
Gutiérrez-Rubí suele aclararles a los candidatos que no es un asesor “militante”. Y que, por lo tanto, puede adaptarse a distintas reglas de juego y pasar de un cliente a otro, con contratos que se terminan pero relaciones personales que perduran. Demostración de ello fue su periplo por el peronismo: trabajó con Cristina en la campaña de Unidad Ciudadana en el 2017, para luego saltar, en 2018, a las huestes de Massa y finalmente aterrizar en la pista del Frente de Todos gracias a la reconciliación de sus dos grandes clientes argentinos.
En rigor, sus primeros pasos en la Argentina los hizo con intendentes del conurbano. Primero trabajó con Fernando Espinoza, cuando el matancero quería ahuyentar las ideas que hablaban de dividir al distrito más populoso del país. Llegó de la mano de la consultora Alejandra Rafuls, a quien conoció en un congreso de comunicación política. A Fernando Gray, en tanto, lo asesoró para un programa de inversión y fomento para empresas en Esteban Echeverría.
Fueron Espinoza y Rafuls los que hicieron el primer puente con Cristina. Todos los que lo escuchan aseguran que es extremadamente elogioso con la capacidad política de la vicepresidenta. Testigos de esa relación cuentan que ella lo recibió en su departamento de Recoleta y que también se encontraron en El Calafate, demostración del buen feeling que tuvo con el consultor que descree de los actos masivos y pide renovar la política tradicional. “Estos políticos hinchados en su soberbia y superioridad intelectual -pretendidamente moral- están redescubriendo sorprendidos, con derrotas y desbordes, que han abandonado el terreno de lo vital y emocional (valores, sentimientos, emociones)”, escribió Gutiérrez-Rubí en su último libro.
Cultor de la discreción, el “juramento hipocrático” que Gutiérrez-Rubí suscribió con Cristina probablemente fue una de las claves del éxito de esa relación. Pese al secretismo, todos vieron en la primera etapa de aquella campaña -que terminó con una derrota- los trazos del asesor español: el tono conciliador de Cristina, el mensaje medido, los escenarios 360º para generar cercanía e incluso el look más fresco y etéreo de la candidata. En las primeras reuniones de la campaña de 2017, Oscar Parrilli, Leopoldo Moreau y Máximo Kirchner escucharon con desconfianza sus consejos. “El único que decía que había que hacerle caso era (Andrés) Larroque”, recuerda un testigo de esa campaña.
En el kirchnerismo dicen que Gutiérrez-Rubí también fue decisivo para que ella, que había dejado atrás las cadenas nacionales, accediera a brindar entrevistas. “Le dijo que era importante que se comunicara con sus votantes, que él trabajaba con candidatos que daban entrevistas”, dijo un colaborador de ese sector.
Coinciden distintos testigos que, después de las PASO de 2017, por algún motivo, el peso de Gutiérrez-Rubí fue menor y ella volvió radicalizarse. “Él la ayudó hasta las primarias. Después tallaron los equipos de comunicación de La Cámpora y ya no tuvo el mismo lugar”, aseguró un intendente peronista.
Al año siguiente, Gutiérrez-Rubí ya trabajaba con Massa, a quien conoció por un amigo español en común. Su desembarco en el Frente de Todos en 2019 fue muy natural. En las elecciones de 2021, en donde el Gobierno tuvo una dura derrota, el consultor catalán asumió la dirección estratégica de la campaña y fue el promotor de la “narrativa del sí” para inyectar optimismo tras la pandemia.
A Alberto Fernández, además, Gutiérrez-Rubí lo asesoró durante la gestión. El Presidente lo consultó, por ejemplo, durante el laberinto que desató la renuncia de Martín Guzmán, para evitar dar pasos en falso. Gutiérrez-Rubí le recomendó al jefe de Estado que moderara al mínimo sus apariciones y que “descentralizara” la comunicación en redes sociales para huir de la interna con Cristina. Fernández no fue demasiado obediente.
La relación con Argentina
Aunque viaja constantemente por el continente -el año pasado fue el principal asesor de la campaña presidencial de Gustavo Petro, en Colombia- Gutiérrez-Rubí tiene un vínculo especial con el país. Tiene casa en Buenos Aires y una pareja argentina. En el Eixample de Barcelona están las oficinas centrales de Ideograma, en el peculiar edificio de la vieja fábrica de muñecas de porcelana Lehmann, con piso empedrado y paredes con el ladrillo a la vista. En su equipo trabajan especialistas de siete nacionalidades, entre ellos el sociólogo argentino Martín Szulman. Con ellos aplica lo que denomina como “nueva demoscopia” en donde examina los comportamientos de los votantes, además de experimentar con encuestas y focus groups.
Gutiérrez-Rubí -que también dirige la campaña del candidato a jefe de gobierno porteño, Leandro Santoro- fue quien le puso su sello al spot “Patria” que lanzó Massa con ciudadanos en primer plano. También le aconsejó al ministro hacer encuentros mano a mano con los votantes, que son registrados con tomas caseras y luego compartidos en redes sociales. “Microsegmentación”, “microcomunicación”, “microeventos”, “microacciones”, son algunas de sus estrategias.
Con sondeos muy hostiles para el oficialismo, ahora tiene la misión de montar el laboratorio para una campaña “en etapas”, que debe aprovechar que ningún candidato opositor aglutinó aún todo el voto bronca. Quienes lo escucharon en el búnker de Unión por la Patria, dicen que, a pesar de los pronósticos, él se muestra optimista.
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