El campo se siente decepcionado
Por Gustavo Grobocopatel Para LA NACION
La única certeza que dan las retenciones móviles es que no vale la pena esforzarse. La protesta de "El Campo" (defino "El Campo" como 400.000 pymes, los pueblos del interior que en su mayoría viven del campo, los maestros, los trabajadores de Uatre, los camioneros que transportan granos, la industria y los servicios relacionados que según algunos estudios casi 40% de la mano de obra de la Argentina) no es sólo porque se lo pone en peligro de subsistencia: tiene otros condimentos.
"El Campo" se siente decepcionado, maltratado, no reconocido, discriminado. Hay un contrasentido entre el discurso y la acción. Se habla de apoyar a pymes emprendedoras y en el sector castigado está la mayoría de ellas. También se desprecia este paro por ser "un paro de patrones" y es un paro de miles de pymes que luchan por su sueño y el sueño de la república. Ojalá mañana todos los trabajadores se conviertan en un futuro cercano en los propietarios de una pyme emprendedora y no existan los paros de trabajadores porque su situación se transforma positivamente.
La discusión sobre si se gana o no dinero es estéril, y aunque muchos productores comiencen a perder dinero, lo más importante es que aumenta enormemente el riesgo de perderlo. El campo necesita tener rentabilidad porque el riesgo es grande. ¿Quién tomaría la decisión de invertir si la probabilidad de perder es del 50%, sin la oportunidad de bajar una palanca como en una fábrica?
Creo que está muy bien ganar dinero, sólo así podremos invertir más, pagar más impuestos y dar más trabajo. Esto es clave para el momento que vive el país y que necesita mucha inversión privada y publica. ¿De dónde sale esta estrafalaria idea de que el éxito es inconveniente? Esta discusión nos llevará irremediablemente al fracaso: por favor dejemos de condenar al que gana dinero. Quizá sea éste el motivo, entre otras cosas, por el que no se consolida un empresariado nacional. En Brasil los fondos del Bndes provienen de los aportes de los trabajadores. Los trabajadores financian indirectamente a los empresarios para que crezcan y ganen dinero.
Hacer creer a la sociedad que estas medidas son por el bien de los productores y los consumidores es sencillamente torpe y muestra, en el mejor de los casos, ignorancia sobre cómo funcionan los sistemas económicos agrícolas. Problema grave en funcionarios de una Nación que vive principalmente de este negocio. Creo que sería muy positivo y de grandeza que se reconozca el error. Una reacción tan amplia como la que hay es genuina. Hay un problema.
Los precios para los consumidores y la solución para los que padecen de hambre es sencilla en un país que produce alimentos para 400 millones de personas y que puede y debe seguir creciendo en su producción.
Muchos burócratas no saben -o no quieren saberlo porque ya lo debatimos muchas veces- que las políticas públicas como el tipo de cambio, el precio del gasoil o los salarios deprimidos no son, ni fueron, una ventaja competitiva como lo son para otros sectores de la economía. La única ventaja que tuvo el campo fue la pesificación de sus deudas contraídas a fines de la década de los 90. Después, todo lo hizo el alza de los precios de las commodities que, entre otras cosas, permitió tolerar y seguir creciendo aun con las retenciones. Los precios suben porque es la señal que envía la demanda, los consumidores del mundo. Pongámonos alegres y sobre todo a trabajar. El entusiasmo por la suba de precios pudo más que las trabas de las políticas públicas.
La soja, la agricultura, la ganadería, la lechería, los alimentos, deberían servir para levantar la autoestima de todos los argentinos. El Gobierno debe ver al campo no sólo como fuente de recursos, sino como inspiración (con sus dilemas y paradojas) para entender cómo se genera riqueza sustentablemente en estos tiempos turbulentos. Por supuesto que no hay desarrollo sustentable sin equidad e igualdad de oportunidades. Este es el trabajo del Estado, que debe cobrar impuestos y asignarlos correctamente. Si bien puede existir la intención de hacerlo, nuestro Estado -desde hace varias décadas- no se caracteriza por su eficiencia en ese sentido. Merecemos un estado fuerte para que haya un proyecto viable para todos.
"El Campo" ve cómo se van de sus municipios millones de dólares por año, pero el agua no es potable, la educación y la salud no mejoran con la velocidad deseada, las rutas y los transportes públicos son cada día más obsoletos, etcétera.
"El Campo" tiene una compleja realidad, tratar de estigmatizarla, ideologizarla, es un error grave. En el campo hay grandes y chicos, ricos y pobres, los que crecen o decrecen. Está muy atomizado: los 20 productores más grandes no llegan a sumar el 3 por ciento de la producción total. Hay gente de ideas muy diferentes, pero todos amamos lo que hacemos y nuestra forma de vida.
Y creemos que podemos hacer mucho por la patria. El trabajo que nos espera es arduo, el paro es un fracaso para todos. Significa que no pudimos dialogar, ni construir colectivamente, significa pérdida de tiempo y esfuerzo.
Llegó la hora de sentarse a trabajar juntos, sin rencores, intentar una y otra vez, transitar por el sendero de la creación colectiva. Llegó la hora en que nos pongamos a trabajar juntos por la Argentina que soñaron nuestros antepasados y que se merecen nuestros hijos y nietos.
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