El búnker de Filmus: apurar el trago amargo
El candidato K cambió la estrategia de la primera vuelta; postales de una tarde para el olvido
"Con 37 firmo. Encantado. Cerramos todo y nos vamos a casa". La frase salió de boca de un operador kirchnerista. Faltaban pocos minutos para las 18. Adentro del búnker, las cámaras, los micrófonos y los cables ocupaban más lugar que las 50 sillas vacías dispuestas en modesto auditorio. Afuera, una veintena de militantes saltaba para esquivar el frío. Cinco banderas argentinas cruzaban el cielo apenas gris. Daniel Filmus acababa de llegar.
Fueron tres horas. Mezcla de resignación, espera de lo inevitable y deseo de pasar el mal trago lo más rápido posible. Dar vuelta la página. Girar la mirada al 14 de agosto, cuando el triunfo vuelva a formar parte del menú.
Si algo se respiró ayer en el búnker del Frente para la Victoria, mudado a último momento al sindicato de encargados de edificios, fue el esfuerzo invisible (y no tanto) por liquidar un trámite amargo.
Pronto quedó claro que la epopeya a la que Filmus había llamado en los últimos días sería sólo expresión de deseo. No habría hazaña. Tampoco agonía evitable. La música acompañó poco. Los Auténticos Decadentes monopolizaron los parlantes.
Tal como había ocurrido el domingo de la primera vuelta, Alberto Quevedo, vocero de Filmus, fue el encargado de preparar el terreno para el anuncio definitivo. También como había hecho ese día, destacó la "vocación de participación" de los porteños sin dar un solo número. Había que seguir esperando. Aunque no tanto.
Allí terminaron los paralelos. Habían pasado sólo dos horas desde el cierre de la elección cuando, Filmus enfrentó las cámaras. Flanqueado por Carlos Tomada dio un discurso conciliador y autocrítico. Tres veces dijo que se asumía "personalmente" la responsabilidad de la derrota. Casi con obsesión repitió que se había sentido "acompañado", "querido" y hasta "abrazado" por Cristina Kirchner. Sorprendió con el apelativo "compañeros", que fue uno de los pocos sellos de la liturgia peronista de la noche.
En la vereda quedaron los cantos, las banderas, la falsa euforia que tantas veces oculta la derrota irreversible, el "aguante a la compañera Cristina" y el orgullo de los "soldados del pingüino". Afuera quedaron también los silbidos de la militancia cuando Filmus felicitó a Mauricio Macri por el triunfo.
Giros. A diferencia del primer domingo fatídico, el gabinete en pleno estuvo en el búnker y se quedó con Filmus hasta el final. Por el segundo piso del edificio del Suterh pasaron los ministros del Interior, Florencio Randazzo, y de Economía, Amado Boudou; el secretario de Comunicación Juan Manuel Abal Medina, y su par de Inteligencia, Héctor Icazuriaga y los sindicalistas Víctor Santa María, el anfitrión, el jefe de UPCN, Andrés Rodríguez, y Alejandro Amor, líder de los trabajadores estatales porteños. Aníbal Fernández fue el gran ausente de la noche.
También Filmus evitó las cifras, entre otras cosas, porque salió a hablar antes de que hubiera números oficiales. La intención era ya evidente. Había que liquidar el asunto cuanto antes. En el camino, desapareció la comparación con la elección de 2007, una de las vedettes de la noche del 10.
Es que mientras que en primera vuelta hubo 4 puntos de crecimiento para festejar, el Frente para la Victoria perdió ayer 4 puntos (pasó de 39 a 35) respecto de los que había cosechado en el ballottage de 2007.
El giro se volvió inocultable cuando Filmus anunció que Cristina Kirchner había hablado con Macri para felicitarlo. Los aplausos se apuraron a tapar la sorpresa. El senador sonrió complacido. "Mañana mismo nos ponemos a trabajar para el 14 y después, para la reelección de la Presidenta en octubre", dijo a modo de cierre.
Síntesis perfecta de una jornada que el kirchnerismo ya condenó al olvido. Aunque pese (y mucho) en la memoria.
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