El arzobispo García Cuerva revalorizó la figura del padre Carlos Mugica y formuló fuertes críticas a la dirigencia política
Encabezó una procesión y celebró una misa en el Luna Park, junto con más de 50 sacerdotes; cuestionó la discontinuidad de políticas públicas y habló sobre la crisis de la educación, el barro de la corrupción” y la complicidad del narcotráfico con la política, la justicia y el mundo empresario
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En una misa celebrada en el Luna Park, donde confluyó una procesión que había partido de la Catedral metropolitana, en homenaje al padre Carlos Mugica, el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, formuló fuertes críticas a la dirigencia política y planteó las deudas que el país mantiene, a 50 años del asesinato del recordado sacerdote, por el deterioro de la educación, el “barro de la corrupción”, el drama de la pobreza y la “pandemia” del narcotráfico, entre otras graves preocupaciones.
Alertó, además, sobre la discontinuidad de políticas públicas que habían sido alcanzadas por consenso, en referencia a la integración de barrios populares y en una velada crítica a decisiones del gobierno de Javier Milei.
“Cincuenta años después seguimos chapoteando entre descalificativos y odios; chapoteamos en el barro de la corrupción, estamos acostumbrados a chapotear en el barro de los enfrentamientos constantes, mientras los más pobres siguen chapoteando en el barro de las calles de sus barrios sin asfalto y sin un plan de urbanización porque estamos asistiendo a la discontinuidad de políticas públicas de integración de barrios populares, que habían sido logradas con el consenso de gobiernos de distintos signos políticos y representantes legislativos”, dijo el arzobispo en la homilía.
Acompañaron a García Cuerva el obispo de San Isidro y presidente del Episcopado, monseñor Oscar Ojea, otros siete obispos y más de 50 sacerdotes, además de seminaristas y diáconos. Se leyó, además, una carta del papa Francisco, en la que animó a la Iglesia argentina a “continuar poniendo el corazón y el cuerpo al lado de los que sufren todo tipo de pobreza”. Estuvieron los arzobispos Jorge Lozano (San Juan) y los obispos Eduardo García (San Justo), Carlos José Tissera (Quilmes), Martín Fassi (San Martín), Oscar Eduardo Miñarro (auxiliar de Merlo-Moreno), Alejandro Giorgi y Gustavo Carrara (auxiliares de Buenos Aires).
Francisco dijo en su mensaje que “el padre Carlos nos alienta aún hoy a que en cada barrio se fortalezca una comunidad que se organiza para acompañar la vida de nuestro pueblo y nos interpela a luchar ante todo tipo de injusticia”. Y agregó que “nos enseña a no dejarnos arrastrar por la colonización ideológica ni por la cultura de la indiferencia”.
La convocatoria se desarrolló en un clima de fervor, con referencias expresas a la figura de Mugica. En la procesión que llegó al Luna Park se exhibieron los zapatos que el sacerdote llevaba la noche del 11 de mayo de 1974, cuando fue asesinado a balazos al salir de la iglesia San Francisco Solano, donde había celebrado una misa. La suela del calzado todavía conserva rastros del barro que había pisado el cura antes de caer. También se expuso una obra artística en homenaje al sacerdote.
La expresidenta Cristina Kirchner evocó al referente de los curas de las villas en un tuit, con una autorreferencia. “Recordemos a Carlos Mugica, pero no en un retrato, en una fotografía, sino en la militancia política. Él sabía que estaba amenazado de muerte. Aquellos que hemos vivido de cerca la experiencia de que te quieran matar, sabemos que todo puede superarse”.
Recordemos a Carlos Mugica, pero no en un retrato, en una fotografía, sino en la militancia política. Él sabía que estaba amenazado de muerte. Aquellos que hemos vivido de cerca la experiencia de que te quieran matar, sabemos que todo puede superarse. Que lo importante es la… pic.twitter.com/nm17DuUgQw
— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) May 11, 2024
La crisis de la educación
El deterioro de la educación fue una de las claves del mensaje del arzobispo García Cuerva. Recordó que “en la Argentina de hoy, siete de cada diez chicos son pobres” y lamentó las escenas de “pibes con hambre revolviendo basura, chicos no escolarizados, o con una instrucción demasiado básica, no pudiendo leer de corrido o interpretar un texto”.
Citó a Pablo VI, quien en la encíclica Populorum Progressio escribió: la educación básica es el primer objetivo de un plan de desarrollo. “Efectivamente, el hambre de instrucción no es menos deprimente que el hambre de alimentos: un analfabeto es un espíritu subalimentado”, expresó el arzobispo. Y recordó que “saber leer y escribir, adquirir una formación profesional, es recobrar la confianza en sí mismo y descubrir que se puede progresar al mismo tiempo que los demás”.
Monseñor García Cuerva se refirió a “la pandemia silenciosa del narcotráfico, que utiliza a los pobres como material de descarte, que promueve el sicariato, que seduce con dinero manchado de sangre a miembros del ámbito político, de la justicia y del mundo empresarial”.
Meditaciones con actualidad
En su homilía, el arzobispo porteño tomó como base la “Meditación en la villa”, que el padre Mugica escribió dos años antes de su muerte. García Cuerva las intercaló con referencias a la actualidad, para mostrar que sus plegarias conservan plena vigencia.
“Queremos con los ojos limpios por las lágrimas de tanto llanto de nuestro pueblo por muchos fracasos, por promesas incumplidas y por una calidad de vida que se fue deteriorando a pasos agigantados a lo largo de estos cincuenta años, rezar juntos y hacerlo desde aquella oración de Mugica que conocemos y tiene aún tanta vigencia: Meditación en la villa, escrita por él en 1972″, explicó García Cuerva.
“Cincuenta años después parecemos estar acostumbrados a que nuestros chicos y adolescentes mueran todos los días por la droga y el maldito paco que los consume, porque avanza la pandemia silenciosa del narcotráfico, que utiliza a los pobres como material de descarte, que promueve el sicariato, que seduce con dinero manchado de sangre a miembros del ámbito político, de la justicia y del mundo empresarial”, describió el arzobispo.
“Cincuenta años después –añadió el arzobispo- en muchos barrios se sigue viviendo entre las aguas servidas de no tener cloacas, con todos los riesgos que ello tiene en la salud y la calidad de vida de sus habitantes”.
Y transmitió otra preocupación por la pobreza: “Pero también nos hemos acostumbrado desde hace años a soportar la podredumbre de la inflación que es el impuesto de los pobres; y aguantamos el tufillo de dirigentes rápidamente muy ricos y gente trabajadora siempre muy pobre; hace rato que algo huele mal en la Argentina. La corrupción, el individualismo, el sálvese quien pueda, apestan, y casi que nos acostumbramos a vivir con esos males”.
El arzobispo porteño citó palabras de Francisco, al señalar: “Nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación y hemos terminado presos del descrédito, las etiquetas y la descalificación; hemos creído que el conformismo saciaría nuestra sed y hemos acabado bebiendo de la indiferencia y la insensibilidad”.
Antes de la celebración se proyectó un testimonio del padre José María “Pepe” Di Paola, referente de los curas de las villas y barrios populares, desde Santiago del Estero. La gente le cantó el “feliz cumpleaños”. Antes de la misa, el padre Lorenzo”Toto” de Vedia animó a los presentes -muchos de ellos miembros de la Pastoral Villera- a mantener vivo el recuerdo y las enseñanzas del padre Mugica. “La sangre que él derramó nos da vida en nuestros queridos barrios populares”. Reclamó también la continuidad de políticas públicas, una “presencia inteligente” del Estado y “que haya trabajo, escuelas, salitas y centros comunitarios” en los barrios carenciados.
Participó de la convocatoria la Fanfarria Alto Perú del Regimiento de Granaderos a Caballo, que entonó la Marcha de Malvinas y el Himno Nacional, cantado fervorosamente por los presentes, con reminiscencias de cánticos mundialistas.
Mensaje de los sacerdotes
Al concluir la celebración, el Equipo de Sacerdotes de Villas y Barrios Populares de la Argentina Y de Familia Grande Hogar de Cristo dijo en una declaración que el trabajo del padre Mugica en favor de la justicia social, con y por los más pobres, era tildado por los malintencionados como comunismo, que lo identificaron con el enemigo y lo asesinaron”.
“Sin embargo, la opción preferencial por los más pobres, más allá de las concepciones sesgadas que no lo quieren escuchar, es parte irrenunciable del Evangelio y está consignada en el magisterio latinoamericano y universal de la Iglesia”, señalaron los sacerdotes.
Afirmaron que “Mugica dio la vida, señalando con su sangre la dignidad absoluta de toda persona humana, tan menospreciada en esta sociedad del descarte. Su prédica le recordó a la sociedad que los pobres existían, y cómo vivían, y que el Estado es una herramienta irreemplazable para lograr su integración social”.
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