El arzobispo García Cuerva expuso los problemas de la inflación, de la pobreza y el trabajo en negro antes de las elecciones
Con una fuerte impronta social, marcó los aspectos centrales de su homilía en el santuario de San Cayetano; en la práctica, fue su carta de presentación
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Con expresiones sencillas (“no hay bolsillo que aguante”) y metáforas extraídas de la dura realidad argentina, el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, compartió su primer mensaje de contenido social en el santuario de San Cayetano, de Liniers. Sin inmiscuirse en la contienda política, en la semana previa a las elecciones, expuso los problemas de la inflación, de la pobreza y del trabajo en negro. Una trilogía de incierto futuro que enfrentan las familias.
En sintonía con lo señalado el día anterior por el obispo de San Isidro y presidente del Episcopado, monseñor Oscar Ojea, el arzobispo que hoy transita las parroquias y las calles que hace más de 10 años recorría el cardenal Jorge Bergoglio transmitió lo que asoma como una preocupación central de la Iglesia: las desigualdades surgidas a la sombra de la economía popular. En medio de la crisis, miles de personas trabajan tanto como los que están en blanco, pero sin acceso a los derechos y beneficios clásicos del empleo convencional. Un debate instalado en la carrera electoral como preludio de una reforma laboral.
En ese contexto, García Cuerva advirtió sobre la necesidad de que existan “políticas públicas que reconozcan el esfuerzo y la actividad de tantos hermanos que se desloman todos los días”.
La mirada de la Iglesia apunta, así, a buscar formas creativas que atiendan la nueva realidad trazada por una crisis que en los últimos veinte años llegó para quedarse.
“Lo que te llevás al bolsillo se lo come la maldita inflación”, fue una de las imágenes que eligió el arzobispo porteño para reflejar los padecimientos de vastos sectores sociales, que también sufren “la violencia de la inseguridad social y económica”.
Minutos antes de celebrar la misa en el santuario de San Cayetano, frente a la barrera de la estación Liniers, el arzobispo bendijo las herramientas de trabajo de integrantes de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Lo acompañó el vicario general de la arquidiócesis de Buenos Aires, el obispo auxiliar Gustavo Carrara.
Trabajo y dignidad
En su mensaje en San Cayetano, el arzobispo porteño pidió “un trabajo digno bien remunerado para todos y llamó a no resignarse “a que nuestros chicos y familias más pobres vivan a polenta, fideos y arroz”.
Con una experiencia recorrida en villas y barrios populares, el arzobispo porteño hizo propia la preocupación de muchas familias por no tener un “futuro alentador, ni esperanzas para los hijos y nietos” y alertó sobre el índice de desempleo, que si bien en el primer trimestre de este año fue del 6,9%, no registra las condiciones de precarización que conviven en el mercado laboral. A partir de los menaajes de distintos obispos, la Iglesia insiste en que el valor del trabajo va más allá de lo económico y se entronca con la dignidad.
García Cuerva marcó, en ese sentido, el desigual combate de las familias con la inflación, al señalar que, aunque muchos tienen trabajo, no es suficiente. “Los alimentos, como todo, aumentan, y como decía mi abuelo “no hay bolsillo que alcance”, dijo.
Las secuelas de la pandemia están entre sus preocupaciones. Por eso una de sus primeras acciones al llegar a la arquidiócesis fue celebrar una misa en el cementerio de la Chacarita por los 16.000 muertos que produjo el Covid-19 en la ciudad de Buenos Aires. Las condiciones del acceso a la salud, especialmente en las zonas más vulnerables, figuran entre sus preocupaciones. En su primer mes como arzobispo de Buenos Aires, visitó el Hospital Muñiz, donde conversó con enfermos, médicos y voluntarios.
El arzobispo que sucedió al cardenal Mario Poli también recorrió en las últimas semanas la estación ferroviaria de Once, escenario de la recordada tragedia emparentada con la corrupción y que costó la vida de 52 personas. A ello sumó su presencia en los santuarios de Pompeya y de San Expedito, de fuerte devoción popular en la ciudad, visitó parroquias y monasterios, realizó un encuentro con los jóvenes y se reunió con otras confesiones religiosas.
Gestos y expresiones que identifican su línea pastoral con la del papa Francisco, a quien conoció en 2014 en Roma, cuando ya era Papa, y a quien probablemente reciba el año próximo, si se concreta el deseo del pontífice de viajar a su país natal.
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