El adelanto del libro de Mauricio Macri en el que relata un momento crítico de la campaña 2019
Qué dice el expresidente en “Primer tiempo” sobre la propuesta para que María Eugenia Vidal lo reemplazara como candidato; el consejo que inclinó la balanza y las reuniones que no se habían contado antes
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En abril de 2019, ante lo que califica como “presiones” del “círculo rojo” y alarmado por un pronóstico desalentador de un encuestador de su confianza, Mauricio Macri contempló la posibilidad de cederle la candidatura a presidente a María Eugenia Vidal, entonces gobernadora de Buenos Aires. El expresidente meditó el “plan V” durante varias semanas, hasta que le pidió un consejo al exmandatario español Felipe González. La respuesta, recuerda Macri, fue tajante: desistir de la competencia podía tener consecuencias desastrosas no solo en lo electoral, sino también en lo que le quedaba de mandato.
Así lo relata en su libro Primer Tiempo, que sale a la venta esta semana por Editorial Planeta. LA NACION accedió en exclusiva a un fragmento del capítulo en el que cuenta este episodio central de la campaña 2019, que terminaría con el triunfo de la fórmula Alberto Fernández - Cristina Kirchner.
Fragmento del Capítulo 12, La campaña que me transformó
Desde el 10 de diciembre de 2015 no habíamos tenido tregua.
No tuvimos un solo día en que sintiéramos que podíamos relajarnos. El kirchnerismo jamás prestó la menor colaboración. Sabíamos desde el primer día que la reelección no estaba ganada y que la batalla sería de una intensidad enorme.
El año 2018 estuvo marcado por el final del crédito para nuestro país. Ya en 2019 el mundo político y financiero internacional sólo emitía menajes de temor ante un posible regreso del kirchnerismo al gobierno. De poco había servido nuestro triunfo categórico en las elecciones de medio término. Las reformas estructurales que nuestro país necesitaba fueron diluyéndose por la reticencia de la oposición, la falta de mayorías en el Congreso y el desinterés de muchos que, pese a decir que teníamos razón, por miedo, falta de convicción o simple oportunismo no nos acompañaron.
No tengo dudas de que el cambio fue el mandato que recibimos de la mayoría de los argentinos. Hoy me queda más claro que todos nuestros votantes querían un cambio político después de 12 años de kirchnerismo. Pero no todos querían el cambio económico. Esto nos debilitó al impedirnos contar con la autoridad necesaria para emprender las reformas económicas estructurales que el país necesita.
De hecho, y pese a todas las piedras -en este caso literales-, pudimos avanzar con una modesta reforma previsional cuyos efectos positivos se extinguieron con el cambio de gobierno. Fue otra de las tantas vueltas atrás que protagonizó el kirchnerismo. Como si se tratara de una monarquía, el dedo del Poder Ejecutivo se volvió amo y señor de las jubilaciones. Me resulta increíble que los mismos que se rasgaron las vestiduras ante nuestra fórmula sean los mismos que decidieron meses después meterle la mano en los bolsillos a nuestros jubilados.
Aun así, los números de la economía de 2019 fueron presentando un panorama cada vez menos dramático. Ya conté lo que fue la macroeconomía de nuestro gobierno y sus marchas y contramarchas. Pero lo que había logrado en abril Guido Sandleris desde el Banco Central tras duras negociaciones con el FMI fue generar un espacio de estabilidad en el valor del dólar en medio de la tormenta, que evitó que perdiéramos reservas. Con ello, logramos llegar a las PASO con tres meses consecutivos de crecimiento en la economía, con la inflación a la baja, cuyo índice de agosto se esperaba estuviera en el orden del 1%.
Entre marzo y abril también crecieron las presiones del círculo rojo para que yo diera un paso al costado y no me presentara a la reelección. La opción que se discutía era que María Eugenia tomara la candidatura presidencial. Algunos medios venían planteando esta idea, a la que denominaron «Plan V». Como es lógico, el tema había generado muchas tensiones en el equipo.
Estuve dispuesto a considerar seriamente el Plan V si se demostraba que el cambio incrementaba nuestras chances de continuar. En abril, dos noticias parecían alentar la alternativa de una candidatura presidencial para María Eugenia. Por un lado, había presiones desde el mundo financiero reclamando un cambio de timón, o más bien de timonel. Por el otro, Alejandro Catterberg, uno de los más respetados encuestadores del país, le había hecho saber a Marcos que las chances de mi reelección, de acuerdo a lo que observaba en sus estudios, se estaban extinguiendo.
Por aquellos días invité a Felipe González a conversar. A lo largo de mi vida mantuve algunos diálogos muy valiosos con Felipe. El gran político español es un argentinófilo de ley que, desde hace muchos años, sigue muy de cerca la política de nuestro país. Felipe me dijo en esta oportunidad que estaba impresionado por una característica de nuestro círculo rojo. Me contó que había mantenido encuentros con muchos empresarios y políticos argentinos y que todos, sin distinción, habían reconocido que yo estaba dando las batallas que había que dar y que las reformas que estaba planteando eran correctas y necesarias. Sin embargo, tras escuchar a todos había descubierto que aquí sucedía algo muy extraño. Al revisar las opiniones y declaraciones en los medios de las mismas personas con las que se había entrevistado, todos se mostraban en contra de nuestras políticas. «En España los hombres públicos, en la inmensa mayoría de las ocasiones, dicen lo mismo cuando hablan en privado y cuando aparecen en los medios». Me pareció una lectura genial de la conducta de buena parte de nuestros empresarios y políticos.
Me llamaba la atención que Felipe no hiciera ninguna mención del famoso «Plan V» del que tanto se estaba hablando. Como no me decía nada, antes de concluir nuestro encuentro le pedí su opinión. Su posición fue muy clara y contundente. Me dijo que era absurdo dar un paso al costado en ese momento. Si yo aceptaba como un hecho mi propia derrota iba a ser imposible empoderar a alguien para que tuviera chances de éxito. Y, como si esto fuera poco, esa decisión nos debilitaría ya definitivamente y nos impediría llegar al final del mandato.
Antes de tomar una decisión, quería encontrarme y conversar abiertamente sobre este tema con María Eugenia. Tuvimos una larga charla el último sábado de abril en Los Abrojos. Yo era muy consciente de la enorme presión que pesaba sobre ella. «Si es indispensable, sí, pero no es lo que quiero», me dijo. Sentía que no era su momento y que no iba a poder en las condiciones en las que estábamos. Pero también me dijo que, si yo necesitaba que asumiera la candidatura, lo haría. Me comprometí, entonces, a hacer lo posible para evitarlo y que sólo se lo pediría si fuera absolutamente necesario. A partir de ese momento se dejó de hablar del «Plan V».
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