El acercamiento de Javier Milei al Papa: un momento para apaciguar las aguas y pensar en la sociedad
Son conocidas las profundas diferencias entre el Presidente y Francisco, pero el referente libertario pareciera inclinarse hacia un cierto pragmatismo; Jorge Bergoglio nunca desconoció los complejos senderos de la diplomacia jesuita
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No constituye un dato menor saber descifrar las intenciones del Presidente y del Sumo Pontífice al acercar posiciones en un momento tan difícil para nuestro país. De concretarse una visita de Francisco a la Argentina, sería el viaje a Roma de Javier Milei la mejor preparación, porque podría significar un momento para ayudar a apaciguar las aguas turbulentas de la vida social y política argentina. Acaso nunca estuvimos tan cerca de una posible visita de Francisco, que incomprensiblemente desde que comenzó su pontificado, hace diez años, nunca terminó de tomar la decisión de viajar a la patria.
Convengamos que ni Jorge Bergoglio, ni Milei son personajes de fácil interpretación. Y que los tiempos parecen venir turbios. Quedarían, entonces, decididamente atrás las palabras y los gestos desdichados del hoy titular del Poder Ejecutivo nacional en plena campaña y las solapadas oposiciones curiales al respecto. Lo que parecería claro es que tanto uno como otro tienden a decidir personalmente, sin prestarle mayor atención a sus respectivos ámbitos y equipos de asesores. Habría que restarle peso a las propuestas nacionales de romper las relaciones con la Santa Sede y a las airadas declaraciones de algunos clérigos aquí y en el Vaticano.
Claro que no es tarea fácil para ninguno de los dos jefes de Estado. Son conocidas sus profundas diferencias en muchos aspectos, demasiados, pero Milei pareciera inclinarse hacia un cierto pragmatismo, tomando distancia de sus arrebatos principistas de campaña, y Bergoglio nunca desconoció los complejos senderos de la proverbial diplomacia jesuítica. “El tiempo es superior al espacio”, repitió más de una vez el Papa en ese lenguaje críptico que reclama paciencia en la espera.
¿Qué piensan uno y otro? Probablemente en ambos casos perduren los enigmas. En circunstancias y en esferas muy disímiles, tanto uno como otros están ubicados ante panoramas complejos. Bergoglio tiene por delante la inmensa y complicada tarea de reformar muchas realidades eclesiales y proseguir su compromiso universal por la paz en un mundo con demasiadas guerras; Milei la de superar la decadencia nacional que nos llevó a una cifra inaceptable de pobreza, inflación, corrupción y enfrentamientos.
Pensar en la sociedad
Sería ya tiempo de bajar los decibeles y pensar más en la sociedad toda. Sin embargo, le cuesta a la oposición y a parte de la dirigencia católica soportar la sorpresa de las últimas elecciones, porque parecieron señalar que el “pueblo” no es propiedad de nadie. No lo es de la política ni de la Iglesia. Y en los países democráticos los ciudadanos eligen cada vez dónde se sienten más representados o dónde quieran o no estar.
La circunstancia que acompañaría el viaje del presidente Milei sería la canonización, en febrero, de la santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa, conocida popularmente como Mama Antula, mujer del siglo XVIII que difundió los ejercicios espirituales de la Compañía de Jesús, incluso después de la expulsión de los jesuitas, y se entregó a una gran tarea social, emancipadora de la condición femenina de la época.
Sorpresas que depara la historia en tiempos particularmente ambiguos. En efecto, es la primera argentina declarada santa por la Iglesia. Fue la fundadora de la antigua Casa de Ejercicios Espirituales de la calle Independencia en Buenos Aires y representó la imagen de una persona de enorme autonomía y virtud.
Ciertamente, la sorpresiva llamada telefónica de Bergoglio a Milei dejó atónitos a muchos, también en parte del episcopado argentino que parecía guardar una marcada distancia con el triunfo y los modos del libertario. No faltó quien se mostró “más papista que el Papa” y terminó fuera de juego. Nunca hay que olvidar que, más allá de todos los resbalones que haya podido cometer, Bergoglio posee un excepcional olfato político. Así lo ha demostrado dentro y fuera de la Iglesia en reiteradas ocasiones. Además, su proverbial memoria le permitirá sacar a relucir en su momento lo que juzgue necesario. La carta del presidente argentino al Papa marcó otro momento inusual del trato entre ambos y restauró heridas.
A todo esto, se suma el hecho de que el gobierno argentino aún no ha elegido un representante diplomático ante la Santa Sede y en el país todavía no se sabe quién será el secretario de Culto. Son dos nombramientos importantes para la relación entre Milei y la Iglesia que sopesa la canciller Diana Mondino.
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