La votación del 77,6% del padrón marcó una recuperación de la presencia en las urnas
La participación creció un 7,6% entre las PASO de agosto y estas eleciones generales; favorecieron al voto peronista en el conurbano, en el norte y en la Patagonia
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Con el voto del 77,6 % de los electores habilitados, la elección presidencial de este domingo marcó una recuperación desde las PASO, cuando se había dado un récord de ausentismo nunca visto. Ahora se computó un 7% más de votantes que en las primarias. Se trata de unos 2.100.000 de votos más que en agosto, que se repartieron entre las cinco fuerzas políticas que superaron el filtro de las PASO y este domingo pelearon por la Presidencia.
También en esta elección, a diferencia de las PASO, bajó el voto en blanco. El 13 de agosto hubo 1.356.480 votos en blanco, que representan el 5,51%. Y 309.807 votos nulos (1,24%). Ayer hubo 540.163 votos en blanco (un 2,02 %); 290.977 votos nulos (0,82 %) y 28.962 votos recurridos (0,10%).
En las primarias, La Libertad Avanza, el partido que llevó a Javier Milei como precandidato presidencial, obtuvo el 29,86% (7.352.244 votos). Juntos por el Cambio, en cuya interna se impuso Patricia Bullrich, sumó entre sus dos postulantes el 28% (6.895.941 votos). Y Unión por la Patria, la coalición oficialista que tiene a Sergio Massa como aspirante al sillón de Rivadavia, sumó 27,28% (6.719.042 votos).
Es decir que solo 456.000 votos separaban a Juntos por el Cambio de Milei y 633.000 votos separaban a Sergio Massa del líder de La Libertad Avanza. La mayoría de esos votos nuevos beneficiaron al peronismo que logró movilizar a su electorado en la provincia de Buenos Aires, en las provincias del norte y en la Patagonia. Sobre todo en los ciruitos del conurbano bonarense, donde al peronismo usualmente se fortalece y en las PASO hubo baja participación.
Los comicios de este domingo marcaron un retroceso de más de tres puntos con respecto a las presidenciales de 2019, la última elección comparable, donde acudió a las urnas el 80,42% de los votantes. La máxima concurrencia se registró en 1983, con el regreso de la democracia, con un 85% de los votantes.
La revisión de las últimas elecciones presidenciales muestra, además, una tendencia con altibajos en la participación ciudadana durante la última década larga. Así, en 2011 votó el 79,39% de los ciudadanos habilitados a votar; el número subió en 2015 al 81,07 %; y en 2019 bajó al 80,42 %, según datos del Ministerio del Interior, para descender al 77% este año.
Las 18 elecciones provinciales que se habían celebrado a lo largo de este año, previas a este domingo, ya habían dado indicios. Más de cinco millones de personas no se presentaron en las escuelas en los distritos de todo el país que adelantaron los comicios. Y en siete de ellos no se superó el 70% de participación: Santa Fe (60,6%), Chaco (62,9%), Mendoza (66,3%), Río Negro (68,2%), Córdoba (68,2%), San Juan (69,5%) y Salta (69,5%).
El mayor incremento de participación, aconteció en las elecciones del 2015, donde la diferencia entre las PASO (74,91%) y las Generales (81,07%) fue de más del 6%. Las PASO 2015 fueron las de menor afluencia de votantes hasta la realización de las PASO 2023, que perforaron el piso de participación de una elección -primaria o general- presidencial, llevándolo al 70,45%, el récord de mayor ausentismo.
Crisis de representación
El índice de participación electoral y, como reflejo, de ausentismo ciudadano, suma un desafío para el ballottage, donde se reducen a dos las opciones. En medio de la crisis social, económica y política de las últimas décadas, estos derrumbes en la participación electoral hacen juego con la encuesta que publicó esta semana Poliarquía, que revela una caída de la confianza del electorado en la democracia como sistema de gobierno.
Los encuestadores preguntaron: “¿Cuán de acuerdo o en desacuerdo está con la siguiente frase: ‘No me importaría que un gobierno no democrático llegue al poder si resuelve los problemas de la gente’?”. Por primera vez, la mitad de los consultados se mostró dispuesto a aceptar una dictadura.
Un 72% dijo sentirse “poco o nada satisfecho” con el funcionamiento de la democracia y el 50% de los encuestados estuvo de acuerdo con la frase “No me importaría que un gobierno no democrático llegue al poder si resuelve los problemas de la gente”.
Además creció un 6% el nivel de respuestas que dice que “en algunas circunstancias un gobierno no democrático puede ser mejor”. También se evidenciaron síntomas de anomia social al ser consultados sobre si la gente debería obedecer las leyes dictadas por el Congreso, aún si están en contra de su manera de pensar (33% de desacuerdo, 13% más que la última medición de 2014), o si los miembros del Congreso toman decisiones pensando en la gente (87% en desacuerdo, con una suba de 12%).
Los partidos políticos y los sindicatos son las agrupaciones que generan la mayor desconfianza, según los encuestados. La mayoría se mostró desinteresada en la política y al 40% no le importa lo que se discute en el Congreso Nacional.
Los resultados muestran una fragilidad institucional peligrosa que además detecta que el 73% de los encuestados cree que no somos todos iguales ante la ley, con cifras que revelan además que a mayor nivel educativo aumenta el apego a la democracia como sistema político.
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