Efecto UOM: una generación sindical que está desafiada por la oposición y a la que se le acerca el fin de ciclo
La rebelión que destronó a Caló del mando de los metalúrgicos abrió interrogantes en otros gremios en los que también asoma una renovación
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Por longevidad, pero también por descontento de las bases, hay una generación de gremialistas a los que el calendario y la crisis económica los pone en aprietos. Lo que sucedió el martes último con Antonio Caló, destronado de la jefatura de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) después de 18 años por un grupo de seccionales rebeldes, sirvió de llamado de atención para una casta de jerarcas sindicales que estarían cerca del adiós.
Hugo Moyano tiene 78 años y su heredero natural es su hijo Pablo, número dos de los camioneros y actual integrante del triunvirato de mando de la CGT. El linaje no detiene, sin embargo, las elucubraciones que hierven cuando surge en el debate sobre lo que podría venir en la era post-Hugo. El chubutense Jorge Taboada, Omar Pérez y Marcelo Aparicio (hoy alejado por un problema de salud) son tres de los nombres que podrían hacer sombra. Pero Pablo Moyano está hoy más incómodo por el protagonismo y la injerencia que adquirieron en la vida interna de la organización tres de sus medios hermanos: Hugo (h.), Facundo y Jerónimo, este último hijo de Liliana Zuleta y flamante secretario de la Juventud a pesar de que jamás manejó un camión.
En medio de versiones disímiles sobre su estado de salud, Hugo Moyano está lejos hoy de abandonar el liderazgo de Camioneros, aunque es cierto que delegó como nunca antes tareas en casi todos sus hijos. Pero los Moyano, tanto el padre como sus descendientes, tienen despejado de cualquier amenaza opositora el control del sindicato. Sigue siendo un dolor de cabeza, o quizás ya una batalla perdida, la emancipación de las seccionales de Córdoba, donde se escindieron los recolectores de basura, y Santa Fe, perdida después del asesinato de Abel Beroiz y la posterior caída de Marcelo Dainotto por haber retenido indebidamente aportes. Ambos bastiones rebeldes crecen hoy en soledad, al margen del imperio que se construyó en Buenos Aires.
Diferente es lo que sucede con Armando Cavalieri, el jefe del Sindicato de Empleados de Comercio que ya resolvió dejar este año la conducción de Capital Federal y en 2023 la de la Federación, que reúne a todos los gremios mercantiles del país. Cavalieri tiene 86 años y su última reelección estuvo nublada de sospechas. Derrotó por 461 votos a Ramón Muerza, delegado de los supermercados Coto, exsecretario de Organización del gremio y aliado hoy de los Moyano. Convencido de que esta vez se le dará, Muerza buscará en septiembre próximo la revancha, aunque su rival lo más probable es que no sea Cavalieri, sino Carlos Pérez, director de la obra social y mano derecha del eterno líder.
Muerza, a quien algunos llaman “el empleado del mes” por su cercanía con el empresario Alfredo Coto, denunció al oficialismo mercantil porque no afilian a los empleados de los sectores en los que él manda. Cerca de Cavalieri rechazaron la acusación y argumentaron que la afiliación es voluntaria y que se hace de manera personal por el sitio web. A partir de las irregularides con carnets en la última votación, se dispuso una digitalización y el trámite es ahora personal. “No hubo reclamos”, dijo un dirigente de peso del gremio mercantil que desestimó el planteo de Muerza. Comercio es el sindicato más numeroso del país, con casi 1.200.000 afiliados.
Con 79 años, el histórico Luis Barrionuevo asiste también a un tembladeral inédito. Perdió por primera vez en su eterno reinado al frente de los gastronómicos y hoteleros la seccional de Mar del Plata, una de las más simbólicas. Pero sin dudas el mayor golpe escénico fue su divorcio con su excuñado Dante Camaño, su aliado por casi cuatro décadas. Camaño conservó el liderazgo de la seccional Capital a pesar del intento de Barrionuevo por intervenirla. La de Capital es la seccional más numerosa y que cuenta con un atractivo extra: es una de las pocas del país que tiene superávit y que atesoraría en una cuenta bancaria unos 30 millones de dólares.
Roberto Fernández, jefe de los colectiveros de la UTA desde 2008, observó de reojo lo que sucedió con Caló en la UOM. Hace cuatro años, cuando logró otra reelección, le surgió una inesperada interna de su mismo riñón. Miguel Bustinduy, por entonces secretario de Organización, se abrió y lo desafió con una lista opositora que no logró validez en medio de intentos de impugnación de los comicios en la Justicia. Además, la izquierda echó raíces, sobre todo en la línea 60, del Grupo DOTA, un sector empresario que se había entusiasmado con el surgimiento de una oposición a Fernández.
Con apoyo de los Moyano, y con más adherentes que cuando desafió a su jefe, Bustinduy buscará este año destronar a Fernández de la UTA, uno de los gremios cuyo estatuto fija restricciones casi imposibles de cumplir para cualquier opositor. En 2019, el referente opositor encabezó una violenta toma de la sede gremial, que quedó destrozada.
En el sector aeronáutico también se están gestando recambios generacionales que podrían hacer caer a dos gigantes, como Pablo Biró, del gremio de pilotos (Apla), o Rubén Fernández, de los jerárquicos (Upsa). Después de diez años sin una oposición, Biró se medirá con Diego Pérez Bariggi, hijo de Jorge Pérez Tamayo, también número uno del gremio antes de que asumiera Biró. Mientras que Fernández, que pretende un quinto mandato, rivalizará con Pablo Fresco, un militante de la Juventud Sindical que comulga con los Moyano. Ambas disputas se resolverán en mayo.
En la UOM, además de Caló, cayó Francisco “Barba” Gutiérrez, jefe de la seccional de Quilmes, Florencio Varela y Berazategui desde hacía 38 años. Perdió ante Adrián Pérez, quien estuvo acompañado en su asunción por Máximo Kirchner y Mayra Mendoza, entre otros dirigentes sindicales y políticos. El de Pérez fue un triunfo que se construyó hace varios años, cuando Hernán Escudero, dirigente del Sadop, quedó al frente de la Juventud Sindical durante la última presidencia de Cristina Kirchner. Escudero, junto con otros dirigentes, trabajan en silencio en decenas de gremios empujando una renovación que a veces no llega.
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