Eduardo Belliboni, el piquetero apuntado por la Justicia que tiene siete stents y saltó de diversos trabajos a la protesta callejera
El líder del Polo Obrero vive en un barrio de monoblocks, en Burzaco; trabajó en fábricas, como colectivero y remisero, pero ahora hace changas como electricista; fue asesor en la Legislatura porteña y es uno de los impulsores de la Unidad Piquetera
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Eduardo “Chiquito” Belliboni, el líder del Polo Obrero que está en la mira de la Justicia por supuestas irregularidades en el manejo de fondos del plan Potenciar Trabajo, comenzó a vincularse con la organización que hoy encabeza a mediados de los 90, en la zona sur del conurbano bonaerense, donde vive. El jefe actual del brazo piquetero del Partido Obrero forjó una relación de amistad con Néstor Pitrola, referente de esa fuerza política, y, con el correr de los años y la explosión de los piquetes posterior a la crisis de 2001, se convirtió con su agrupación en una referencia de la protesta callejera. En paralelo a su militancia de izquierda, a Belliboni, de 65 años, le costaba conseguir estabilidad laboral y cambiaba con frecuencia de trabajo. Fue asesor en la Legislatura porteña, pero actualmente se mantiene con changas como electricista.
El dirigente piquetero citado a declaración indagatoria por el juez federal Sebastián Casanello vive desde hace medio siglo en el barrio Luz y Fuerza de Burzaco, una zona de monoblocks y de mucha militancia peronista. Tiene una hija, pero él vive solo, con un perro llamado “Niche” (por Friedrich Nietzsche). Es el barrio al que se mudó su padre cuando ingresó a trabajar en Segba, la antigua empresa estatal de electricidad. El papá de Belliboni falleció a los 42 años, producto de un ataque cardíaco. A la misma edad, murió su hermano. El líder piquetero también tiene problemas coronarios: le practicaron dos bypass y tiene colocados siete stents.
El fallecimiento de su padre obligó al hermano de Belliboni a salir a trabajar, como cadete en Segba. La madre del actual jefe piquetero se volcó al comercio, con un kiosko en el que su hijo menor la ayudaba.
La inestabilidad laboral fue una constante en la vida del líder del Polo Obrero. Fue repartidor de cigarrillos, obrero del plástico y metalúrgico (en la fábrica de termotanques Saiar), según consignó Clarín. Más tarde, fue ferroviario, también colectivero (en la línea 160, de extenuante recorrido entre Claypole y Ciudad Universitaria). Tanto del ferrocarril como de la 160 (Micro Ómnibus Sur) fue despedido por intentar conformar líneas gremiales internas, algo que le pasó también en otros empleos.
Al quedarse sin trabajo como ferroviario, se compró un Fiat Duna y comenzó a trabajar de remisero. Fue el momento en el que empezó a vincularse con el Partido Obrero, en Lomas de Zamora. Fue primero integrante de la mesa de zona sur y, luego, de la mesa nacional. En un diálogo con LA NACION, hace dos años, contó que en sus tiempos de remisero se le mezclaba lo laboral con la militancia política y perdía plata: “Me iba peor económicamente que a mis colegas, porque inventaba viajes para ir a asambleas”.
Si bien mantuvo durante un tiempo el trabajo de remisero (dejó de hacerlo para una agencia y se manejó con clientes particulares, ya a bordo de un Renault 9 que luego le robaron), se dedicó con más fuerza a desempeñarse como electricista, un oficio que había aprendido en sus años de ferroviario.
En 2022 -cuando ya era la cara principal de los piquetes más fuertes contra el gobierno de Alberto Fernández, que incluían acampes frente al Ministerio de Desarrollo Social-, quedó en medio de la polémica por estar contratado como asesor parlamentario del bloque del Frente de Izquierda en la Legislatura porteña. Trabajaba para el legislador Gabriel Solano y donaba su salario, que por entonces era de $70.000, a la organización política.
Los acampes que protagonizó con el Polo Obrero y otras organizaciones de la denominada Unidad Piquetera llegaron a extenderse por 48 horas. El lugar elegido fue siempre la avenida 9 de Julio en su intersección con la avenida Belgrano, donde se erige el edificio de la excartera de Desarrollo Social. La presencia de menores de edad en este tipo de manifestaciones que Belliboni agitó fue largamente cuestionada. Las sanciones para quienes lleven niños a las protestas incluso llegaron a formar parte de las pautas que estableció el protocolo antipiquetes que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, logra aplicar en algunas protestas en territorio porteño.
La protesta callejera es el hábitat natural de Belliboni. El 20 de octubre de 2010, cuando una patota de la Unión Ferroviaria mató al militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra, a Belliboni las balas le paasaron cerca, según recordó en un diálogo con Infobae.
En varias manifestaciones de los últimos años, Belliboni sufrió problemas de presión o acusó agresiones que lo dejaron tendido en el piso. Protagonizó también confusos episodios, como en febrero de este año, cuando golpeó a un hombre que lo había increpado. El hecho sucedió en Mendoza. Belliboni estaba allí por un juicio contra un militante de su organización.
Si bien en ocasiones puntuales (como ocurrió en 2023), compartió movilizaciones con dirigentes piqueteros vinculados al kirchnerismo que comenzaban a oponerse al gobierno de Unión por la Patria, Belliboni muestra diferencias conceptuales con esos espacios que buscan el reconocimiento de la economía informal, en los que se identifican dirigentes como Juan Grabois (Movimiento de Trabajadores Excluidos), Emilio Pérsico (Movimiento Evita) o Daniel Menéndez (Barrios de Pie), entre otros. “Nosotros tenemos el concepto del trabajador desocupado”, sostuvo ante LA NACION en 2022. Para Belliboni, “la cultura del trabajo” oculta “una manipulación de la situación de desocupación para presionar sobre el salario a la baja y la precarización laboral”.
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