Edi Zunino: "En el periodismo hay presiones, tensiones y berretines que llevan a la tentación de sentirse protagonista"
En su libro, Periodistas en el barro, cuenta los enfrentamientos entre los referentes de la prensa; además, analiza la política comunicacional del kirchnerismo
La década kirchnerista no fue una más en la historia del periodismo argentino, que se vio signado y atravesado como nunca antes en los últimos años por discusiones, peleas y conflictos concebidos en lo más alto del poder político. Y que, en no pocos casos, alcanzaron niveles de escándalo y polémica que embarraron nombres y enterraron prestigiosas carreras profesionales.
Como si se tratara de un corresponsal de esta guerra mediática, Edi Zunino, jefe de redacción de la revista Noticias , se encargó de registrar desde su propia trinchera muchos de estos enfrentamientos que dejaron marcas a toda una generación de profesionales de la información. Y le dio a su parte bélico, formado por diez perfiles y cientos de anécdotas de los personajes de los medios más destacados de esta época, la forma de un libro que, a menos de un mes de haber sido publicado, ya alcanzó su segunda edición. En Periodistas en el barro (Editorial Sudamericana) el autor relata casos muy disímiles entre sí, que van desde el ascenso y virtual desvanecimiento escénico de Daniel Hadad –quien acordó no volver a aparecer en los medios hasta 2015- hasta los intentos de Jorge Rial de enterrar su pasado chimentero para transformarse en un referente de peso dentro del periodismo político de opinión.
Pero también este particular trabajo biográfico, narrado con trazos de múltiples géneros narrativos como el thriller policial, la novela negra psicológica y el reality show, sirve como disparador para "desmontar" muchos de los mitos creados alrededor de figuras centrales en los medios de la década K. Es el caso de la historia de Diego Gvirtz, el constructor y artífice de la llamada "trituradora" oficialista, o del papel central desempeñado por Marcelo Tinelli, quien este año logró influir en política desde el brillo de su ausencia. O también el de los caminos que tomaron las dos voces de Gustavo Sylvestre y Marcelo Bonelli, protagonistas del "divorcio" más resonante desde la recordada separación televisiva de Bernardo Neustadt y Mariano Grondona en Tiempo Nuevo . Y, por supuesto, incluye además los destinos inversos de Víctor Hugo Morales y Jorge Lanata, y la controvertida decisión de Horacio "El Perro" Verbitsky de ponerse completamente al servicio del gobierno de Cristina Kirchner tras haberse ganado la fama de periodista mordaz e independiente durante la década del 90.
Este es un gobierno que ejerce el poder con la lógica de los medios
Pero, por sobre todas las cosas, el autor destaca en su segunda obra (tras Patria o Medios , publicada en 2009) el modo en que se desdibujó en estos años la función social de todos estos protagonistas.
"Hay presiones, tensiones y berretines que llevan a la tentación de sentirse protagonista, gracias a la escena que ofrece el poder político, a jugar de Superman o Gardel. Por ejemplo, a Jorge Lanta desde el público le dicen y le gritan "Lanata Presidente"... y aunque él rechaza esto y señala que ese pedido no tiene nada que ver con la realidad, hay que sentir la presión del público pidiéndote eso: es algo que no resulta inocuo. El barro se pone tremendo", observa.
-¿Creés que la famosa "grieta" entre el país K y el anti K es, ante todo, una grieta entre periodistas?
-Es una grieta reproducida desde los medios, que proviene de la construcción de un discurso político que fractura entre blanco y negro, entre K y anti K, y la adaptación violentamente mansa de los principales referentes de nuestra profesión por ir tomando partido por uno u otro lado.
-Y en este contexto, ¿los casos de Víctor Hugo Morales y Jorge Lanata, que tratás en tu libro, son los más paradigmáticos?
-Se habla mucho, desde el antikirchnerismo de la llamada conversión de Víctor Hugo Morales, por haber pasado a ser uno de los más duros detractores del kirchnerismo a uno de sus más fanáticos defensores. Al mismo tiempo, a Lanata se lo acusa desde el otro lado por haber afirmado que jamás trabajaría en Clarín, para después haber terminado ahí. Pero son dos cosas diferentes: las experiencias de Víctor Hugo y Lanata pasan por distintos lugares, porque ante todo son personas con su propia relación concreta con su propia realidad, aunque sí son las grandes figuras que se han puesto en ambos polos del escenario. También hubo otros, claro, y no solo en esta época: algo parecido sucedió con el menemismo, aunque era diferente, porque Menem no tenía gente de su lado como Víctor Hugo, Horacio Verbitsky o un Diego Gvirtz. Ni, mucho menos, un Javier Grosman, el actual ministro del relato, que es un funcionario público que dirige esta unidad presidencial (la Unidad del Bicentenario). Desde ese ente se organiza toda esta puesta de escena, de showbusiness , que es donde este "progre" puso a su servicio toda su experiencia en el sector privado, donde armaba los recitales a los que nos gustaba ir para escuchar nuestra música favorita,,,
-¿Imaginás una ola de conversiones de periodistas a partir de 2015, cuando Cristina Kirchner finalice su presidencia?
-Creo que en esto obra mucho la inmediatez, así como la toma de postura política. ¿Sergio Massa, acaso, nació de un huevo Kinder? ¿No fue jefe de Gabinete de este gobierno, no presentó la Ley de Medios en el Congreso, no fue el que aumentó la pauta publicitaria oficial 150 millones en un día, no fue el chupamedias caricaturizado por Tinelli como el político que iba detrás de Cristina con un secador de pelo en la mano y al grito de "la presiden-ta" con ese tonito tan propio? Massa dejó de ser todo eso porque pasó a confrontar con el kirchnerismo del que proviene, y se quedó sin historia, así, de repente. Y con Alberto Fernández fue lo mismo: de golpe se transformó en un clásico político moderno y honesto que no tuvo nada que ver con lo que pasó, aún cuando fue el primero que hizo un manejo discriminatorio de la pauta oficial y otras decisiones importantes. Con esto quiero decir que los periodistas les sacamos la historia a las personas, y terminamos de contarlas en función de lo que nos interesa a nosotros. Y los alineamientos y realineamientos de los periodistas se dan en este sentido. Mi sensación es que la crema del sistema político tiene la misma política que los Kirchner: la Ley de Medios es legal gracias al apoyo de los tres poderes del Estado... por eso yo quiero ver cómo el próximo gobierno va a controlar la caja y cómo construye su relación con los medios. La técnica de "convencer, o comprar, o matar" no es un invento de los Kirchner, aunque, por supuesto, la aplicaron de manual.
-¿En qué cambiaron a los medios los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner?
El país está partido en dos agendas políticas diferentes, en dos relatos completamente distintos de la realidad
-Este es un gobierno que ejerce el poder con la lógica de los medios, ante un periodismo que reacciona con la lógica de la política… es decir, que se embandera con el oficialismo y la oposición. Y el del oficialismo y la oposición es, en realidad, un territorio ajeno al del periodismo y la información. Pero el país está partido en dos agendas políticas diferentes, en dos relatos completamente distintos de la realidad: ya no estamos teniendo puntos de vista sobre tal o cual medida, sino que estamos viendo de diferente manera a los hechos. Un cenicero es un cenicero, y un teléfono es un teléfono: no es una cuestión de fe, pero hoy vivimos así...
-¿Qué impresión te dejó la reaparición de la presidenta en la escena pública? ¿Crees que estuvo cuidadosamente preparada?
-La construcción deliberada del mito Kirchner, y la construcción deliberada de Cristina como diva de la televisión han sido dos temas estratégicos como modo de ejercer el poder por parte del kirchnerismo. Curiosamente, Cristina reaparece y se re-presenta dos días después de que, en ocasión del Día de la Militancia, la plana mayor kirchnerista hace un acto en el que se presenta el documental de Kirchner. En la secuencia del relato, que está separado entre parte y parte solo por algunas horas, tenemos la representación del mito Kirchner y la reaparición de Cristina, que además aparece despojada del luto.
-¿Por qué crees que la Presidenta eligió esta semana para dejar atrás su etapa luctuosa?
-Ella avanza hacia una nueva versión, como si volviera de una batalla que la desgajó... y, de alguna manera, un problema de salud es eso. Ningún mito, ninguna representación puede construirse con efectividad si no hay una buena dosis de algo cierto detrás. Y aquí lo cierto es que estuvo enferma, que fue invadida en su físico. Es una persona a la que le agujerearon la cabeza y la estudiaron de todas las maneras posibles, y lo van a seguir haciendo por su problema cardiológico, que es leve pero que necesita seguimiento. Cristina estuvo deprimida, lo que es común en pacientes que están siendo sometidos a tantos estudios, y en ese contexto el equilibrio emocional de una persona no es el mismo que el de otra a la que no le pasa nada. Ella, además, tuvo miedo y supo que es finita.
-¿Creés que la salida del luto fue calculada, planificada?
Cristina avanza hacia una nueva versión, como si volviera de una batalla que la desgajó
-En el kirchnerismo todo se edita, todo se teatraliza de acuerdo a los avances de la tecnología: las redes sociales, la televisión, la imagen en general. En este contexto, Cristina reaparece esta semana con este aura de humanidad y del pase del luto al blindaje de la piedad. Ella se pone como un igual a nosotros, que ha tenido un problema y a la vez sale rodeada de objetos que apelan a la sensibilidad directa, como el peluche y el perrito que mostró en el video, sumado a la hija detrás de cámara. Todo el ambiente es sensible… y todo ese genera un aura, un blindaje de piedad que en mi opinión va a ser, desde el punto de vista político, muy importante de seguir para saber cómo viene la mano ahora.
-¿Te sorprendió que la Presidenta eligiera este momento de su gestión para salir del luto?
-No. Tres años de luto ya hacían que esa etapa pasara a tener una connotación negativa desde el punto de vista del análisis político. La sensación ya era de un estirado uso político del luto. No sabíamos cómo iba a ser esta salida, pero la oportunidad era esta. La construcción es deliberada y planificada: los Kirchner tomaron como propia la lógica de los medios, y es desde ahí donde hacen política. Incluso su lógica binaria, la del bien y el mal, tiene mucho que ver con la inmediatez de la televisión, donde el vértigo propio de ese medio de comunicación nos conmina a pronunciarnos por sí o por no. No hay tiempo para demasiado más, ni lugar para los grises, que espantan audiencia... y los Kirchner han sido grandes constructores de audiencia.
-¿Cuál fue la clave para construir esta audiencia?
-Lo hicieron desde los medios públicos, la cooptación de los medios privados, la confrontación con los medios privados que no controlaron y, también, desde el uso anticipado y moderno de las redes sociales. Fueron los primeros en hacerlo... y por eso también me parece cuestionable en este punto al antikirchnerismo, que no ha visto este fenómeno. Lo que ha pasado con el kirchnerismo y la juventud a partir de las redes sociales es un fenómeno que hay que tener en cuenta, y que creo que va a perdurar más allá de la gestión de Cristina. Hay un mundo en las redes sociales, y que está fuera de los medios tradicionales, que va a seguir ahí.
Creo que se parecen los Menem y los Kirchner, sobre todo en la ambición por manejar el discurso público
-¿Qué importancia le da la Presidenta –y su entorno- a la escenificación de sus apariciones públicas?
-En mi libro cuento cómo Cristina construye un personaje cada vez más ducho en el manejo de las cámaras, cada vez más ducho en el manejo de los climas y de los tiempos, cada vez más ducho en el manejo del personaje público... y esta versión del personaje no viene con la espada, sino con perrito y peluche. Quiere inspirar ternura y piedad, y con esto busca darle un mayor privilegio a la sensación de gobernabilidad, un apelar al "dejen gobernar a esta señora que viene averiada", muy por encima de los efectos que puedan tener tales o cuales medidas económicas que puedan tomarse. Lo que importará en estos dos años que quedan de mandato no es tanto el modelo económico sino el modelo desde el punto de vista de la conducción política. Cuando los recursos son escasos y las medidas pueden resultar antipáticas, todo eso puede reemplazarse por símbolos. El pueblo argentino las vivió todas: sabemos lo que es una crisis y lo que es una carencia, la carestía... de modo que uno puede o bien sublevarse a eso, o bien tolerarlo porque hay una situación superior que nos obliga a transitarlo con tranquilidad. Y esta mujer rodeada de un aura piadosa nos acerca más a lo segundo que a lo primero.
-¿Cuáles son los puntos de contacto en la política de medios del menemismo y el kirchnerismo?
-Creo que se parecen los Menem y los Kirchner, sobre todo en la ambición por manejar el discurso público. La diferencia es que Menem fue a la confrontación con Clarín desde una estrategia de guerra convencional: trató de armarle un ejército igual, a través del CEI –con Moneta, los Werthein, Telefónica- para oponerle al ejército clarinista. Los Kirchner, en cambio, jugaron a la guerra de guerrillas, no por su setentismo, sino por la factura de cómo lo hicieron: agarraron el multimedio del Estado y lo reorganizaron en función de su discurso. Y empezaron, por separado, a tener periodistas y medios periodísticos que bajaban y manejan la misma línea informativa. Del otro lado terminó poniéndose Clarín, que fue el gran aliado de la primera mitad de la etapa kirchnerista, claro. Pero en cuanto a su relación con los medios de comunicación, el kirchnerismo se planteó lo mismo que el menemismo, aunque los Kirchner fueron mucho más efectivos. Los Kirchner generaron un kirchnerismo cultural desde el discurso, mientras que el menemismo cultural se basaba en la economía. Menem se apoyó, en este sentido, en el dólar, a diferencia de los Kirchner, que se apoyaron en los medios.
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