Dos hipótesis distintas sobre el porvenir
La división entre el Presidente y su vice se ahonda porque el primero piensa que habrá una recuperación económica que le otorga chances electorales, y ella es pesimista sobre el rumbo de la economía y las perspectivas para 2023
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“Jamás me voy a pelear con Cristina”. Esa promesa de Alberto Fernández, formulada en innumerables ocasiones, quedará también incumplida. Otra frustración imputable a la pandemia. La gira del Presidente por Europa, que ya tenía rasgos poco comprensibles, terminó de incorporarse a la historia de las excentricidades diplomáticas. Las reglas de ese arte aconsejan que cuando un jefe de Estado viaja al exterior se abstenga de criticar a la dirigencia de su país. Incluso a los opositores. Pero Fernández cruzó el Atlántico para agigantar la fisura sobre la que está parado. El hombre que llegó para ser el agente de la reconciliación nacional no solo repitió que Mauricio Macri es su “enemigo”. Desde la otra orilla criticó a Cristina Kirchner, quien, además de ser de su mismo partido, estaba, en el momento de recibir las objeciones, al frente de la República.
El conflicto que se abrió en la cima del poder es el conflicto entre dos estrategias diferentes. Y, como sucede siempre en política, las estrategias se elaboran partiendo del futuro para llegar hasta el presente. La señora de Kirchner y el Presidente tienen hipótesis distintas sobre el porvenir. Ella cree que la actual experiencia de gobierno es irrecuperable y que termina en un colapso. No está claro si ese colapso es económico, pero seguro es electoral. Desde ese punto de llegada, ha establecido un nuevo punto de partida: separarse de la gestión oficial, romper con Fernández, y definir para el Frente de Todos un nuevo contorno y una nueva agenda.
Fernández imagina que lo que está por venir es diferente. Esa es la raíz del entredicho. Él está convencido de que la economía se ha recuperado y solo queda por solucionar el problema de la inflación. ¿No será que la reactivación es una consecuencia de la inflación? ¿La vitalidad del aparato productivo no derivará de que el público se desprende, comprando lo que sea, de una moneda cuyo valor se va pulverizando? Son preguntas cruciales. Pero él no se las hace.
Confiado en que camina hacia un horizonte luminoso, el Presidente ha iniciado también una diferenciación que no es solo defensiva. También es ofensiva. Él y sus voceros comienzan a recordar que en tiempos de Cristina Kirchner se adulteraban las estadísticas y se ocultaba la pobreza con la excusa de no estigmatizarla. Son reproches que alcanzan, además, al exministro Axel Kicillof, a quien en la Casa Rosada identifican como el libretista económico de la vicepresidenta. En cualquier momento, Fernández, Matías Kulfas y Martín Guzmán harán el inventario de la herencia maldita que recibió Mauricio Macri. Ese que Jaime Durán Barba le tenía prohibido pronunciar al propio interesado.
El Presidente lamenta ahora que la señora de Kirchner tenga “una visión parcial, porque no advirtió del todo lo que sucedió con la pandemia”. En sus conversaciones reservadas es más severo, aunque siempre comprensivo: “El problema de Cristina es que, desde 2008, dejó de leer bien el mundo, como me dice siempre Lula”.
En el círculo presidencial, los chistosos se presentan como víctimas de un golpe clásico: están de manual, dicen, que comenzó con una entrevista con la jefa del Comando Sur.
Asoma otro Fernández. Aquel que, entre 2008 y 2018, recorría los canales de TV describiendo con los peores adjetivos la gestión de quien había sido su jefa, parece estar de vuelta. Y, en su regreso, incurre en insinuaciones odiosas. Por ejemplo, al decir: “Debo ser el presidente con menos bienes de la historia, porque nunca llegué al poder para enriquecerme”. Una línea argumental que había inaugurado Luis D’Elía al elogiarlo porque jamás tuvo una denuncia penal en su contra. Ya hay derecho a sospechar por dónde irán los tiros de la interna.
Como la vicepresidenta, Fernández construye la plataforma para dar esa batalla en un pronóstico. Es el que le ofrece Guzmán. La economía crecerá este año y el que viene alrededor de 5%. Y la inflación será, en el peor de los casos, 60%. Como el empleo se está recuperando, los aumentos de salarios compensarán la carrera de los precios. El ministro de Economía se pregunta: “¿Por qué hay tantas dudas sobre la posibilidad del Presidente de hacerse reelegir?”.
Ese clima de optimismo presenta algunas sombras. En Economía existe una preocupación por la falta de compromiso de todo el gabinete en cumplir con las metas fiscales. Los funcionarios, susceptibles a los reclamos distribucionistas de Cristina Kirchner, presionan sobre el gasto. El problema de Guzmán no es la vicepresidenta. Es Fernández, que no disciplina a esos funcionarios. En esta dificultad se insinúa una dinámica inquietante: el enfrentamiento doméstico del Frente de Todos amenaza con convertirse en una competencia por el gasto. Es la encrucijada que diseñan desde el Congreso Cristina y Máximo Kirchner. O el Gobierno incumple el acuerdo con el Fondo Monetario o el Presidente se convierte en el antipático censor de medidas demagógicas, que deben ser vetadas. En los dos casos pierde el Presidente.
Mientras tanto, la inflación, cuyo nuevo nivel se conocerá hoy, sigue con su trabajo corrosivo. En la intimidad del gabinete hay figuras importantes desveladas. Kulfas, por ejemplo, visitó a Jorge Remes Lenicov y a Roberto Frenkel para indagar, a la luz de las experiencias que ellos protagonizaron, las condiciones que debería tener un plan polifacético de estabilización.
El otro obstáculo para que Fernández corrobore su optimismo es el energético. La quita de subsidios es un calvario que recién comenzó. Ayer en Berlín la presentadora de la Deutsche Welle Jenny Pérez-Schmidt logró irritarlo citando una encuesta de Zuban Córdoba, publicada en LA NACION, según la cual quienes adhieren a esa racionalización son votantes de Juntos por el Cambio. Los del Frente de Todos la rechazan. “¿Usted para quién está gobernando?”, le preguntó la periodista, como si fuera una militante de Die Kampora. En Buenos Aires, a la misma hora, el secretario de Energía, Darío Martínez, y el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, se exhibían recorriendo una central térmica en Ezeiza para dejar en claro que no habían asistido a la audiencia de aumento de tarifas.
La visita a España y Alemania respondió, en su llamativa improvisación, al impulso del problema energético. Fernández pretende conseguir los contratos de compra de gas a largo plazo que permitan financiar un nuevo gasoducto, una planta de licuefacción y un puerto, a través de los cuales exportar ese combustible. Es un proyecto principal de Guzmán, sobre el que el Presidente y el ministro dialogaron con el chairman de Techint, Paolo Rocca, el jueves pasado. En el curso de los próximos meses Guzmán se propone enviar al Congreso un proyecto de ley que garantice libre disponibilidad de divisas y estabilidad tributaria a los que participen en ese emprendimiento.
En el entusiasmo por seducir a los europeos, Fernández confesó reparos frente a China que había ocultado a Xi Jinping en su visita de febrero. En la Deutsche Welle reconoció que los chinos son grandes inversores, pero, a diferencia de los europeos, carecen de afinidad cultural con América Latina. Es el mismo Fernández que, reprimiendo su fervoroso europeísmo, hace un año bloqueó el acuerdo de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea.
Las relaciones económicas internacionales del oficialismo inspiran grandes interrogantes. El Presidente justificó su viaje en la vocación por vender granos a países que se abastecían en Rusia y en Ucrania. Una curiosidad, porque ese comercio se realiza entre privados, y también porque el ministro Julián Domínguez quedó, olvidado, en Buenos Aires.
El otro problema en ese frente externo es delicadísimo: la apuesta de Fernández a la vacuna Sputnik recibió un peligroso revés, por razones obvias. Una pésima noticia para el laboratorio Richmond, de Marcelo Figueiras, en cuyo informe financiero, publicado ayer, no aparece mencionado ese producto. Figueiras había conseguido ser el productor local de la Sputnik, para lo cual obtuvo un aporte especial del Gobierno y comenzó a constituir un fondo ad hoc. Esa aventura enfrenta una tormenta. Va a ser difícil comerciar con Rusia. Y va a ser más difícil que alguien quiera aplicarse una vacuna que carecerá de reconocimiento internacional. Todo un desafío sanitario cuando comienza a recrudecer la pandemia.
El nombre de Figueiras y de su laboratorio circula en estos días por la política. Se los mencionó en las comisiones de Presupuesto y Hacienda e Industria de Diputados, anteayer, donde se trató un proyecto para incluir al Pami en el régimen de Compre Nacional. Es decir, un proyecto para otorgar a los laboratorios nacionales el monopolio de la provisión de medicamentos a la entidad que controla el 40% del mercado. Allí se habló de Figueiras y de Hugo Sigman, el titular del grupo Insud, como inspiradores de la medida. Más agresivo fue el debate, ayer, en un Zoom de Juntos por el Cambio, donde un diputado santafesino se refirió a la iniciativa como ley Sigman. La sesión en la que se trate esta extraordinaria protección, que hoy será de nuevo discutida en un plenario de comisiones, promete convertirse en un escándalo. Otro reto para un presidente europeísta.
La disputa entre el Presidente y Cristina Kirchner abre una incógnita importante: cómo se alinearán los dirigentes peronistas. Después de todo, Fernández, que se postuló para la reelección en las primarias, es el titular del PJ. Ayer consiguió solo dos apoyos. Uno, el de Claudio Ferreño, el presidente de Parte, la fuerza que el fundó. El otro, el del gobernador fueguino, Gustavo Melella, un radical que integra el frente Forja. Hay que recordar que los intendentes de Ushuaia y de Río Grande son militantes de La Cámpora.
El peronismo, como se advierte, no sabe o no contesta. Es probable que la guerra multiplique la decisión de los gobernadores de adelantar las elecciones provinciales para ponerse a salvo, no solo de una derrota, sino de una confrontación inconveniente. Esta pulsión por provincializar la confrontación electoral apareció también en el reino de Cristina Kirchner: el feudo bonaerense.
Hay varios intendentes que ven con simpatía un desdoblamiento de las elecciones provinciales y municipales, que celebrarían sus primarias el 19 de marzo. Eligen salvarse ellos, aun cuando ese instinto libre a su suerte las ambiciones de Fernández, que debería prescindir del principal aparato territorial de su partido. Respecto de la vicepresidenta, se esboza una ocurrencia de dificilísima realización. Se trata de conseguir que el juez federal-electoral Alejo Ramos Padilla autorice a que también se adelante la elección de senador nacional, con el forzadísimo argumento de que es un representante de la provincia, no del pueblo. La señora de Kirchner podría competir en esa categoría y, de ese modo, garantizarse fueros. Quedaría abierta la chance de que, más tarde, en las elecciones nacionales, compita también por la presidencia.
No está para nada claro si este plan cuenta con el aval del jefe del PJ provincial, Máximo Kirchner. A pesar de que en su elaboración estaría su aliado Martín Insaurralde, uno de los candidatos a la gobernación. También es un enigma cómo moverá sus piezas Cristina Kirchner. Sería un error suponer que la postulación del Presidente a la reelección la obliga a competir en ese rango. El plan que se está preparando, por ahora, consiste en fortalecer a Eduardo “Wado” de Pedro, quien teje compromisos con sindicalistas, dirigentes de la oposición, empresarios y, sobre todo, gobernadores, como se pudo advertir en el reciente viaje a Israel. No solo por la presencia de jefes de provincia, sino por el crucial auspicio del proveedor estatal Mario Montoto, el padre de Fernanda Raverta, la titular de la Anses.
El desdoblamiento bonaerense interesa también en la oposición. Sobre todo porque es una prueba de fuego para Javier Milei, que carece de inserción territorial, en especial en el conurbano. Este déficit acercó a Milei con algunos dirigentes de Juntos por el Cambio, a la cabeza de los cuales está Joaquín de la Torre. Este senador provincial y líder de San Miguel está en negociaciones con Milei, a quien podría ofrecer una estructura. Sería el primer paso para que el candidato de ultraderecha ingrese a un frente con Juntos por el Cambio. ¿Ensayo general de una operación más ambiciosa de alcance nacional? Milei es una piedra en el zapato para la coalición opositora. Al conquistar a votantes del macrismo, se convierte para Juntos por el Cambio en lo que fue Sergio Massa para la candidatura de Daniel Scioli en 2015: el principal factor de la derrota. En este contexto se entiende por qué fue De la Torre, que es candidato a gobernador, y no Diego Santilli o Cristian Ritondo, el invitado de Macri al asado del sábado pasado con Mario Vargas Llosa y Cayetana Álvarez de Toledo.
La aproximación de Macri a Milei enardece a algunos radicales. No es el único motivo. Al trascender que el expresidente pidió a los suyos, el lunes, que no se dejen arrastrar por el radicalismo y la Coalición Cívica en el Congreso, la relación entre esos partidos y Pro entró en crisis. En el radicalismo hay quienes observan esta tensión sin inquietarse. Facundo Manes, por ejemplo, que ya encarna una candidatura presidencial, suele decir a los suyos: “No deseo una ruptura. Pero tampoco la descarto. Y me preparo para ella”. Este es el calamitoso estado del instrumental político del que la sociedad debe esperar la solución de sus mortificaciones económicas.
Resulta siempre interesante ver la afinidad de los extremos. La señora de Kirchner y Macri comparten niveles inconvenientes de rechazo electoral. Los dos se radicalizan. En ese movimiento, amenazan con la fractura a sus propias coaliciones. Ambos representan una idea inconfundible en su nitidez. Ambos son audaces y resisten. Los dos saben lo que quieren. Por eso son determinantes de la configuración global. No alcanza con que Fernández diga, a una distancia de 10.000 kilómetros, que se lanza contra su madrina y que su enemigo es Macri. Para ser aceptado en ese ring hace falta mucho más.
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