Disputas y luces amarillas en el Gobierno
Internas de poder y de intereses en el centro del Gabinete asoman junto a algunas señales contradictorias respecto del mensaje económico aperturista y de shock
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Los primeros cinco meses en la presidencia, que acaba de cumplir Javier Milei, tienen la característica inédita de haber transitado mayoritariamente con la fluidez de una onda verde social, de los factores económicos y de buena parte de la política, en medio de un ajuste sin precedente, como lo calificó el propio Presidente. No es poco para las condiciones objetivas y subjetivas con las que arrancó, y tras haber incurrido en varios errores.
Pero algo parece haber comenzado a cambiar en las últimas semanas. El semáforo empieza a mostrar luces amarillas con más frecuencia. Disputas de poder y de intereses en el centro del Gabinete y algunas señales contradictorias respecto del mensaje económico aperturista y de shock, despiertan la preocupación dentro y fuera de la administración. Los sensores más finos de la política y la economía ya lo registraron.
“Me preocupa mucho la interna entre Santi y Nico. Está cada vez peor y puede complicar mucho las cosas”, confesó un importante integrante del gabinete económico. Se refería a un enfrentamiento que se daría cada vez con más intensidad entre el asesor estrella del Presidente, Santiago Caputo, y el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y ya no lograrían mantener bajo el cono de silencio mileísta.
Ambos comparten el cultivo de un bajísimo perfil en público, un hermetismo irreductible y una fidelidad y cercanía con el Presidente casi únicas, pero las diferencias entre ambos se amplían y quedan expuestas día tras día. Casi siempre en desmedro de Posse.
El asesor (apodado “El genio” por los que lo valoran y “El Mago del Kremlin” o “Rasputín”, por quienes no lo aprecian) no deja nunca de brillar en el firmamento presidencial ni de ocupar espacios y ser protagonista decisivo en cuestiones políticas, estratégicas y de la administración. Su lugar en el círculo súper íntimo presidencial sigue indemne y avanza sobre otras áreas.
La figura de Posse, en cambio, asoma algo ajada, como si los 150 días de gestión le hubieran pasado factura. Se le adjudican menos aciertos que traspiés, aunque no todos puedan imputársele a él. Varios de esos tropezones debió pagarlos en su condición de escudero presidencial y responsable de la coordinación de un gabinete que no se puede decir que sea un equipo. En ese conglomerado abundan la inexperiencia, personalidades muy peculiares, escaso afecto societario, alto desconocimiento personal entre sus miembros y una indisimulable cuota de impericia en ciertas áreas.
Como si eso no fuera suficiente, cabe añadirle, para complicar las cosas, el desapego o el desentendimiento que tiene el Presidente respecto de la mayoría de los temas que escapan al área económica. Demasiado para un novato en este lides como Posse, que no se caracteriza por la empatía ni la sociabilidad, aunque esto último no sea una excepción en el conjunto de particulares individuales que integran la administración mileísta.
Esos traspiés serían solo una parte del conflicto abierto con Caputo (Santiago), pero no es lo único, ni tal vez lo más importante. Podría ser sólo un buen justificativo para disimular la disputa por el control de cierta áreas, que algunas fuentes llaman prosaica e insidiosamente cajas, y por la relación con ciertos sectores de la economía.
Por todo esto, la escalada preocupa tanto entre las personas de más confianza del tío segundo del asesor y ministro de Economía, Luis Caputo, en momentos en que arrecian nuevas desconfianzas sobre algunos aspectos de su gestión. En el Palacio de Hacienda ven con inquietud esa disputa en este momento en el que el contexto económico, financiero y social despierta algunas preocupaciones. Asordinadas por ahora, pero en ascenso, aunque sin poner en riesgo el entusiasmo de los más poderosos.
Un ejemplo, la deuda con las empresas distribuidoras de energía que el Gobierno buscó saldar con un bono que conlleva una quita del 50% que para algunos acreedores resulta confiscatorio.
La decisión hizo ruido en un sector clave para la reactivación y en el que el Gobierno ha puesto la mayor parte de sus expectativas de crecimiento e inversiones y se trasladó a los mercados.
Lo mismo puede decirse de la postergación del aumento de tarifas de luz y gas. Ciertas expresiones de pragmatismo no suelen despertar la simpatía de los actores económicos, aunque, finalmente, puedan justificarlas.
Operadores bursátiles atribuyen a aquella operación con la deuda y haber pateado para adelante los ajustes de los precios regulados (puede incluirse el caso de las prepagas) la falta de eco en los mercados del caluroso recibimiento y los elogios que tuvo Milei en el foro empresarial de Los Ángeles, al que concurrió la semana pasada en carácter de estrella planetaria del capitalismo.
Después de la promoción que allí le volvió a hacer Elon Musk al Presidente, promoviendo y prometiendo la inversión en la Argentina, o el apoyo y las lisonjas del megainversor Stanley Druckenmiller, los activos argentinos no mostraron cambios favorables. La anunciada fiebre inversora pareció haber recibido un ansiolítico.
Aunque el bono por la deuda en el área energética fue aceptado hasta ahora por poco menos de la mitad de los acreedores y que algunos de los que habrían comprometido su aceptación después expresaron críticas, la alarma no cesó de sonar. Los argumentos posteriores de los funcionarios del Ministerio de Economía para justificar la decisión llevaron algo de calma y parecieron ser atendidos, pero el efecto ya había sido causado y los ecos no se acallaron.
“Nosotros arreglamos la deuda de Cammesa, pero después nos encontramos con una deuda que esta había acumulado con las empresas proveedoras durante el Gobierno anterior y no nos había sido comunicada. No nos quedó otra que poner un bono, como con los importadores. Además, teníamos el visto bueno de varios acreedores”, explicó una fuente del Palacio de Hacienda involucrada en la solución que despertó la polémica. La pesada herencia es un argumento que no es fácil de sostener en el tiempo, más cuando el Gobierno mantuvo en tareas clave como la AFIP y, en particular, la Aduana o el transporte a funcionarios que Sergio Massa contaba entre sus leales. Otro motivo de preocupación creciente.
Sin embargo, no esa es la única luz amarilla que se encendió, sino que vino a sumarse a otras que ya venían advirtiéndose.
La ampliación de hecho del cepo cambiario con la aplicación del impuesto PAIS (estrella absoluta de la recaudación y factor clave para el superávit fiscal) a la remisión de dividendos de empresas extranjeras fue otro de los elementos que impactó.
En ese contexto, el alejamiento de la perspectiva del fin del cepo cambiario, más las postergación de otros pagos y de erogaciones del Tesoro, que profundizan la recesión, lleva a los factores económicos a advertir sobre la cantidad de cosas que se van acumulando bajo la alfombra sin ser solucionadas.
“Yo era uno de los optimistas hasta hace apenas un par de semanas sobre la reactivación, pero ya doy por descartada la posibilidad de que el rebote sea tan pronunciado como para tener forma de V”, dice uno de los economistas cuyos informes semanales consume con avidez tanto la dirigencia empresarial como política.
La corrección de sus pronósticos solo lleva a engrosar la lista de sus pares que están previendo que la recuperación económica tendrá una forma más parecida a la de una U, con un piso alargado, que se prolongaría en el tiempo.
La protesta universitaria, el desperezamiento combativo de la dirigencia sindical, el impacto que sobre el ánimo social empieza a tener la recesión por las suspensiones, despidos y caída de ingresos se sumaron a las nuevas dificultades que enfrenta la Ley Bases con miras a ser sancionada por el Senado. Hechos concretos que completan el combo de la preocupación.
Por eso adquieren más significación las disputas internas en el entorno de Milei, ya que, además, no se circunscriben a la que mantendrían Santiago Caputo y Posse. Esta, por su relevancia, opaca a todas las demás que día tras día se cuelan a través del muro que procuran mantener el Presidente y la hermanísima Karina. La obra pública en este pequeño espacio estaría en vías de reactivarse para tratar de cerrar las grietas por las que se cuela esa información tan sensible.
No son buenos tiempos para errores no forzados. La sanción de la Ley Bases, cuando sea que llegue, será celebrada por el Gobierno salga como salga, porque un rechazo (que no está entre las previsiones, por ahora) sería un golpe demasiado duro para la gestión y hasta para la gobernabilidad. Pero la sanción solo será un paso imprescindible para avanzar, aunque no suficiente para despejar incertidumbres y demandas crecientes.
Macri vuelve con diferencias
Cuando se llegue a ese puerto se abrirá un nuevo tiempo desafiante. Pro, con la (re)conducción renovada de Mauricio Macri, espera esa instancia para empezar a fijar posiciones menos condescendientes en algunas áreas de gobierno.
El acompañamiento acrítico y más disciplinado que el de la Armada Brancaleone, compuesta por los legisladores libertarios, mostrado hasta acá por las bancadas amarillas tiene fecha de revisión (o de vencimiento).
Macri y los suyos ya listan las diferencias que tienen con el Gobierno, los problemas que advierten en la gestión y, también, las facturas pendientes por la pesca indiscriminada en sus aguas territoriales sin pagar derechos. Aunque sin dejar de apoyar lo que consideran el rumbo correcto emprendido por Milei para revertir la crisis crónica del país y empezar una etapa de crecimiento sostenible.
La semana pasada, la mesa chica del expresidente, que mantiene un silencio absoluto en público pero está muy activo bajo el radar, se reunió para pergeñar la estrategia de reposicionamiento partidario y de apoyo crítico que harán una vez que el Gobierno pueda sacarse de encima la excusa de carecer de los instrumentos legales que necesita para iniciar la transformación prometida.
A pesar de las sesiones de yoga y pilates matutinas, la paciencia y la elasticidad del fundador de Pro respecto de su vínculo con el libertario y los suyos está llegando al límite. La disposición de Milei para atender al expresidente (suele responderle los mensajes en tres minutos y medio, según tienen cronometrado los laderos de Macri) choca contra la ausencia de concreciones en la realidad de señalamientos que parecen aceptados por el Presidente. Entre otros, los problemas de gestión y la falta de gestores eficaces. Ninguno de los nombres sugeridos llegó siquiera al examen de ingreso.
Tampoco parecen tener consecuencias favorables el encuentro personal y los intercambios de mensajes con el siempre ascendente Santiago Caputo. Este, además, se toma sus tiempos para atender al WhatsApp macrista. Sus respuestas pueden demorar hasta un par de días, dicen quienes llevan la agenda macrista. Pequeñas delicias de una relación disfuncional. El calendario, las urgencias y los intereses de unos y otros parecen complicar la convergencia. Miden con instrumentos y perspectivas diferentes.
Macri y los suyos mantendrán el silencio público hasta que se cierre el capítulo de la Ley Bases, pero ya tienen agendadas entrevistas y apariciones en diversos ámbitos cuando el Gobierno haya atravesada esa barrera y el Pacto de Mayo, si como se promete se mantiene la fecha patria como el día de la firma.
Por ahora, el Gobierno celebra la insistencia en ubicarse como opositora en jefa a Cristina Kirchner, así como las reiteradas apariciones de Alberto Fernández. Son el rival elegido para sostener el miedo al pasado y el terror a su regreso o al vacío que mantienen el apoyo social.
Sin embargo, las disputas internas y algunas señales contradictorias empiezan a activar alertas.
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