Dinero negro, valijeros, un banco suizo y un suicidio que expusieron cómo se esconde y lava dinero entre la Argentina y Uruguay
Los tribunales de Montevideo dirimen desde hace años un capítulo multimillonario de la profusa enciclopedia de la evasión y blanqueo rioplatense, ante la inercia de los organismos de control
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Dinero negro argentino, valijeros uruguayos, un banco suizo, estafas varias, lavado de activos a plena vista, un suicidio… y la inercia de varios organismos de control. Los tribunales de Montevideo dirimen desde hace años un capítulo más de la profusa enciclopedia de la evasión y blanqueo rioplatense, con decenas de millones de dólares en la picota, según surge de documentos oficiales, informes de auditoría, correos electrónicos, audios y fuentes que LA NACION consultó durante semanas.
El último capítulo de esta saga rioplatense involucra a un valijero confeso, Diego Lenguas Fernández, que mantiene en Montevideo un ida y vuelta de acusaciones con el Banque Heritage, una entidad suiza que en 2012 adquirió las operaciones del Surinvest y del Lloyds Bank en la región y se abocó a captar clientes argentinos para gestionar sus ahorros desde la clandestinidad uruguaya. ¿Conclusión? Detalles por demás incómodos de la operatoria delictiva salieron a la luz.
La trama se centra en las operaciones que desarrolló el Heritage en Buenos Aires, sin abrir las puertas de una sucursal o contar con una licencia para operar en el país, ni quedar sujeto, por tanto, a los controles del Banco Central (BCRA). Optó por atender a su cartera argentina desde una suite del apart hotel Trianón, en la avenida Callao al 1800, de la Recoleta porteña. La operatoria era, pues, tan discreta, como ilegal.
Así, según surge del material recabado por LA NACION, una gerenta que trabajó para Surinvest y luego para el Heritage, Elena Nazarenko, operó entre 2009 y 2017 como “un caracol financiero: con la casa a cuestas”, al decir de Lenguas. “Cuando ella llegaba, llegaba el banco, y cuando ella volvía a Montevideo, el banco se iba con ella”, resumió.
La labor de Nazarenko se basó en tres premisas –confianza, reserva y ocultación de fondos e identidades–, que respetó a rajatabla durante años. Su cartera abarcó a decenas de clientes argentinos y varias decenas de millones de dólares. Hasta que incumplió la primera premisa y esquilmó a esos mismos clientes junto a su marido. Miles de dólares a uno, un millón a otro, decenas de miles por acá, cientos de miles de allá. Pero como todas las operaciones eran bajo los radares, sin papeles, ni constancias, pasaron años impunes.
Hay, sin embargo, dos versiones sobre cómo fue el principio del fin. Una alude al suicidio del ludópata marido de Nazarenko, Walter Sena. La otra, a un cliente que olfateó algo raro, viajó a Montevideo, buscó certezas en la sede del Heritage y detectó que debía tener US$2,5 millones en su cuenta bancaria pero sólo había 76.237,45 dólares. ¿Conclusión? Denuncia penal, despido de Nazarenko y el Heritage se abocó a apagar el incendio legal y reputacional.
“Informamos que un empleado de nuestro banco realizó un manejo irregular de fondos pertenecientes a un reducido grupo de clientes no residentes de banca privada”, sostuvo el Heritage en un comunicado en el que adujo que lo ocurrido “fue controlado rápidamente”, que se trató de “una situación puntual y muy acotada”, que se informó al Banco Central uruguayo (BCU) y se iniciaron “los procesos legales correspondientes”.
En ese mismo comunicado, el Heritage destacó “los valores éticos que lo guían en la gestión de sus negocios”, sin ahondar en todo lo que luego saldría a la luz. En parte, por la labor de los expertos de Pricewaterhousecoopers (PwC) que analizaron lo ocurrido y, por otra parte, por lo que afloró en los tribunales uruguayos.
Los auditores de PwC detectaron un modus operandi: clientes argentinos que depositaron en el Heritage fondos que no estaban declarados ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), por lo que preferían no recibir resúmenes bancarios, ni habilitar otras opciones que pudieran exponerlos ante las autoridades argentinas.
Dado el sigilo exigido por esos clientes y respetado por el Heritage, la metodología para acceder a sus ahorros solía repetirse. Le informaban a Nazarenko cuánto deseaban retirar, ella emitía una letra que un valijero cobraba en Montevideo por ventanilla en la sede del propio Heritage, para ese mismo día o al siguiente viajar a Buenos Aires, donde entregaba la suma solicitada en el domicilio que le dijeran, sin jamás dar –ni jamás pedir– más que un nombre de pila. Nunca apellidos.
¿Los valijeros? Varios salieron a la luz, según consta en las probanzas judiciales: Rafael Bermúdez Torres, Bernardo José Garat, Walter Fernández, Luis Ignacio Ruiz, Matías Nicolás Ruiz, Ana María Meneses y el ya nombrado Diego Lenguas Fernández. Todos ellos eran amigos o conocidos de Nazarenko y su marido, con oficios muy diversos; entre ellos, electricista y vendedor de leña.
Durante la investigación, múltiples clientes argentinos admitieron en Montevideo que sus depósitos en el Heritage no estaban declarados ante la AFIP. Pero el entonces fiscal uruguayo de Delitos Económicos y Complejos, Enrique Rodríguez, concluyó que no había reproche penal para hacerle a los clientes del Heritage. Estimó que el juzgamiento correspondería a la Argentina “por razones de jurisdicción territorial”, según surge del dictamen cuya copia obtuvo LA NACION; y “porque la defraudación tributaria no existía como delito precedente” del lavado en Uruguay cuando ocurrió todo.
La Fiscalía uruguaya tampoco consideró válido avanzar contra Lenguas, quien confesó que se encargó de “unas cuantas entregas de dinero” que retiró por ventanilla del Heritage, que jamás declaró en la frontera y que entregó sin jamás pedir un recibo, a cambio de una comisión. “Ese accionar puede también tener una razonable explicación”, argumentó el fiscal Rodríguez, en un dictamen al que accedió LA NACION, y en el que adujo que al valijero le cabía, por tanto, el beneficio de la duda.
Sí terminó condenada, en cambio, Nazarenko. Un Juzgado del fuero contra el Crimen Organizado la encontró culpable del delito de estafa y falsificación de documentos privados, con sentencia a dos años y cinco meses de prisión, que quedó firme. Se estima que desfalcó al menos US$20 millones junto su marido, aunque ella ya regresó a su casa, donde cuida de una hija.
Nazarenko también selló un acuerdo con el Heritage. Desligó de responsabilidad a la entidad, que también acordó reintegrarles sus ahorros, aunque con quitas elevadas, a todos sus clientes, cuyos nombres se reserva LA NACION por no tratarse de personas políticamente expuestas (PEP), no ocupan roles oficiales o privados de preponderancia, ni son sujetos de interés público.
Los nombres de alrededor de 50 de esos clientes afectados se encuentran, de todos modos, a disposición de las autoridades uruguayas y argentinas, que están en pleno conocimiento de la operatoria delictiva registrada dentro del Banque Heritage. El BCU recibió y contestó al menos seis oficios judiciales de la Justicia de su propio país, y al menos dos de sus abogados y dos contadores participaron en audiencias en que clientes contaron cómo eran las maniobras desarrolladas en Buenos Aires y Montevideo.
“La Superintendencia de Servicios Financieros del Banco Central dio seguimiento permanente a esta situación, constatando que el Banco tomó todas las acciones correctivas pertinentes para mejorar sus controles internos y, en general, su gobierno corporativo”, indicó el BCU ante una consulta formal de LA NACION.
Por su parte, el BCRA recibió en 2019 un correo electrónico de Lenguas en el que aportó copias de informes emitidos por PwC y alertó sobre “cientos” de depositantes “clandestinos” que operaron desde Buenos Aires con el Heritage “a lo largo de casi diez años de operativa ilícita”. Ante ese mensaje, un subinspector de la Gerencia de la Control del BCRA comunicó la apertura del expediente EX2019-00261498-GDEBCRA-GSG#BCRA y requirió más datos, según consta en la copia de ese intercambio que obtuvo LA NACION.
Cruce de acusaciones
Pero la trama está lejos de ser parte del pasado. Ahora tiene como protagonistas al Banque Heritage y a Lenguas. La entidad demandó en el fuero civil al valijero, al que enrostró integrar una banda que la habría estafado, al igual que a sus clientes, durante al menos ocho años. Pero el valijero no se quedó atrás. Contrató a Enrique Sayagués Areco, el único abogado que consiguió que el Heritage le devolviera a tres clientes el 100% de sus ahorros, más intereses, más sus honorarios, sin quita alguna.
Juntos, Lenguas y Sayagués rechazaron la demanda del Heritage, al que acusaron de “quedarse con alguna parte de los bienes robados por Nazarenko (otra buena parte se la dejaron para que no hablara de más), cobrar a la empresa aseguradora y reírse un poco del infeliz al cual tuvieron que calumniar”, en alusión a Lenguas, que ahora le reclama US$600.000 por “daño moral”. ¿Por qué? Porque, adujo, “buena parte de la operativa de Banque Heritage (Uruguay) SA era más negra que el carbón”.
Consultado por LA NACION, el Heritage indicó que Nazarenko “cometió un fraude sin el conocimiento de la institución, ni de ningún otro de sus funcionarias”, lo que así remarcaron que refrendaron los auditores de PWC, ni la Justicia o el Banco Central uruguayos. “El Banco jamás operó por fuera de las vías legales del sistema financiero”, remarcó.
Pero Lenguas mantiene una postura muy crítica tanto del BCU como del Heritage en los tribunales uruguayos: “El Banco montó una estructura de procedimientos reservados de tipo clandestina, violando todas las normas vigentes para asegurar el anonimato a sus clientes”, sostuvo junto a Sayagués, y “para ello debió prescindir de todos los controles exigidos por la normativa bancocentralistas y violar todas las normas vigentes”.
Desde el Heritage recuerdan, no obstante, que Sayagués ya tropezó una vez en los tribunales uruguayos. A otro de sus clientes lo condenaron a pagar las costas y costos “por formular peticiones accesorias infundadas y por actuar con ‘malicia que merezca la nota de temeridad’”, en tanto que el letrado, adujeron, “formuló denuncias sin sustento con el propósito de presionar al banco para obtener un arreglo económico”.
¿Cuál es el último episodio de esta larga saga que comenzó en una discreta habitación de la Recoleta porteña? El abogado Sayagués, en representación de otro cliente argentino que perdió US$1,7 millones, denunció al Heritage ante la Fiscalía Antilavado uruguaya. Lo acusó de complicidad con Nazarenko en la estafa y el lavado de activos. Para el Heritage, es otra “denuncia infundada”.
Lo dirimirá, acaso, la Justicia uruguaya.
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