Diez momentos que marcaron la gestión de Alberto Fernández
El Presidente deja el Poder Ejecutivo cuestionado por el rumbo económico y en medio de los pases de factura del peronismo
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Alberto Fernández finalizará el domingo su gestión como presidente. Sus primeras medidas al frente de la pandemia del coronavirus le otorgaron un amplio respaldo en la sociedad, apoyo que fue perdiendo conforme se desenvolvían los cuatro años de su mandato: un colección de errores propios, una inflación que erosionó sin pausa el poder adquisitivo, y el enfrentamiento con la vicepresidencia Cristina Kirchner, desgastaron fuertemente su imagen frente a la opinión pública y lo precipitaron a un final que lo encontró sin chances de poder pelear una reelección y, aun al frente del Ejecutivo, muy lejos del poder.
Corconavirus. La pandemia marcó a fuego el primer año de Fernández. A tres meses de su jura, y a poco más de un mes de que el ministro de Salud, Ginés González García, sostuviera que el virus estaba “circunscripto” a China, el Presidente decretó una cuarentena que, con distintas fases e intensidades, se extendería hasta mediados de 2021. El decreto ofreció una postal de unidad entre los gobernadores frente a la catástrofe, con el jefe porteño Horacio Rodríguez Larreta incluido. Sus primeras medidas contra un virus que estremecía al mundo le valieron un fuerte reconocimiento en amplios sectores de la sociedad. Pero los números de una economía que nunca repuntó y las fricciones internas del gobierno, harían mella sobre su figura.
Vacunatorio Vip. En febrero de 2021 una declaración de Horacio Verbitsky levantó un enorme malestar en la opinión pública y sacudió la estructura del oficialismo. El periodista reveló que tras un llamado de su “amigo” Ginés se vacunó contra el Covid en el Ministerio de Salud, dejando al descubierto la discrecional administración de las vacunas, muy escasas en aquel entonces. “No hay ningún tipo penal en la Argentina que diga: será castigado el que vacuna a otro que se adelantó en la fila”, se defendió Fernández.
Coparticipación. Una masiva protesta de la Policía de la provincia de Buenos Aires le pondría fin al vínculo que la pandemia inauguró entre Fernández y el jefe porteño, Horacio Rodríguez Larreta. El reclamo salarial tendría a los efectivos apostados en las inmediaciones de la residencia de Olivos durante tres días. La creación de un fondo especial que absorbería un punto de la coparticipación de la Capital Federal (pasó de 3,5% a 2,32%), sofocó un conflicto incómodo, pero inició otro en la Justicia -que sobrevive al día de hoy- y que le obturó la posibilidad de explorar una alianza táctica con el jefe porteño.
Olivos-Gate. Un segundo coletazo se dio en agosto de 2021, cuando se reveló una foto que expondría, una vez más, los privilegios de los funcionarios. La imagen mostraba a la primera dama, Fabiola Yañez, festejando su cumpleaños en la quinta de olivos con 11 invitados –incluyendo a Fernández-. El “brindis” fue en julio de 2020, cuando regía una celosa restricción social. La primera reacción del oficialismo fue sembrar dudas en torno a la veracidad de la captura, pero la posterior difusión de una serie de videos confirmó el encuentro de la primera dama con sus afectos en plena cuarenta. “Mi querida Fabiola convocó a un brindis que no debió haberse hecho”, reconoció el presidente.
Las PASO. Con Fernández como presidente el peronismo sufrió sus más duras derrotas electorales. El primer revés se dio con las PASO legislativas celebradas en septiembre de 2021 en las que Juntos por el Cambio obtuvo una holgada victoria.”Hay una demanda que seguramente no habremos satisfecho”, se lamentó el presidente que luego le bajó el precio a la elección: aseguró que iba a considerar el “dato” que “la enorme encuesta que son las PASO” le acercaba.
Renuncias por carta. Días después de aquel revés, en medio de una escalada de tensión interna, una serie de funcionarios de primer orden -todos del ala kirchnerista y con Eduardo “Wado” de Pedro a la cabeza- pondrían a disposición de Fernández su renuncia. Se sumaría la de titular de Anses, Fernanda Roverta, y la de Luana Volnovich, al frente de PAMI, entre otros funcionarios kirchneristas, que con sus renuncias buscaron despegarse de la gestión y pusieron en jaque la gobernabilidad del presidente. El 16 de septiembre se filtraría un audio de la diputada Fernanda Vallejos cargado de durísimos embates contra el presidente (“ocupa”, “payaso” y “mequetrefe”, entre otros) que sería la antesala al pico de tensión de Alberto con el kirchnerismo. La guerra interna estaba declarada.
La carta de Cristina Kirchner. El 17 de septiembre la vicepresidenta Kirhcner escribió una carta con la que hizo tambalear a la coalición oficialista. En ella rescataba un viejo diagnóstico suyo sobre los problemas que aquejaban al país -señalaba, por caso, el bimonetarismo-; recordaba sus dichos de octubre de 2020 sobre los “funcionarios que no funcionan”; acusaba al entorno de Fernández de difundir offs periodísticos en su contra; desmentía que su figura ponía en “jaque” al presidente, y le recordaba, a un tiempo, que fue ella quien lo erigió como candidato.
Otro revés en las urnas. La remontada del oficialismo en las generales de noviembre –sobre todo en la provincia de Buenos Aires- no alcanzó para revertir el resultado de las PASO. No obstante, fue leída como una victoria por el gobierno: el Presidente pidió llenar plaza de mayo y celebrar el “triunfo como corresponde”. Con Fernández a la cabeza del Ejecutivo, el peronismo perdería por primera vez desde 1983 su mayoría en el Senado –quedaría como primera minoría- y repartiría la Cámara baja con la principal fuerza opositora: 118 diputados del Frente de Todos –que cambiaría su nombre a Unión por la Patria en junio de este año- contra 116 legisladores “amarillos”
Inflación de tres dígitos. La gestión de Fernández estuvo signada por un crecimiento continuo y sostenido de la inflación, que hoy corre a más del 140% anual. El presidente echó mano de la deuda con el FMI, la pandemia y la guerra que desató la invasión de Rusia a Ucrania, para mitigar su responsabilidad frente a los alarmantes números de la economía. En marzo del año pasado, en un mensaje que sorprendió a propios y extraños, el presidente fechó el inicio de “otra guerra”: “les prometo que el día viernes va a empezar otra guerra: la guerra contra la inflación en Argentina”. En más de una oportunidad, Fernández buscó explicar la inercia inflacionaria destacando la dimensión “psicológica” del fenómeno, una de cuyas causas estaba en la “especulación”.
La renuncia de Guzmán y la llegada de Massa. Por julio del año pasado, el exministro de Economía Martín Guzmán, encargado de renegociar la deuda con el FMI, presentaría su renuncia. Lo haría a través de un tuit, con una carta dirigida al presidente, en el mismo momento en el que Cristina Kirchner encabezaba un acto en Ensenada; acto que, con el mercado sacudido por el alejamiento de Guzmán, quedaría eclipsado. Fue una de las muestras más palmarias de la disputa que anidaba en el poder Ejecutivo: el ministro, encolumnado con Fernández, exigía mayor margen de maniobra para ordenar la macroeconomía, especialmente en el área de Energía, donde las segundas líneas obedecían a la vicepresidenta, quien, concentrada en el desgaste del poder adquisitivo, no perdía oportunidad para cuestionar a Guzmán.
El acuerdo con el FMI precipitaría la salida de Máximo Kirchner al frente de la bancada del Frente de Todos, y Cristina quedaría como principal líder de una resistencia interna al oficialismo. La renuncia de Guzmán fue una foto en la que convergieron las disputas políticas con los graves problemas económicos que sellaron la suerte de Fernández. Por poco más de 20 días, Silvina Batakis tomaría las riendas de Hacienda, pero sería reemplazada por Sergio Massa, que desde su nuevo rol, desafiando los adversos números de la economía, comenzaría a construir su candidatura. A diferencia de Guzmán, tomó el control del Estado y desplazó definitivamente a Fernández.
Candidatura. En abril, luego de sostener con respirador artificial la posibilidad de volver a postularse para la reelección, el Presidente finalmente declinó su postulación: su alta imagen negativa no le daba chances de ser electoralmente competitivo. La presión interna fue demasiada, especialmente de La Cámpora, que llevaba adelante un “operativo clamor” para que Cristina fuera candidata y Alberto anunció que no se presentaría. Finalmente, el candidato fue Massa.
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