El propósito del Alberto Fernández es anunciar el gabinete una semana antes de asumir, pero todavía sigue armando y desarmando.
La reunión con Cristina Kirchner obligó a revisar algunos cargos y el organigrama del futuro gobierno.
De ahí salió la decisión, que parece definitiva, de excluir de la lista de buena fe a Guillermo Nielsen para Hacienda o Economía, pero sigue en pie para una plaza en el mundo energético. Aunque, contra lo que había dicho el presidente electo en un principio, se mantendría la división del área económica. Un ministerio será de Hacienda y otro de Producción, donde Matías Kulfas sigue teniendo todas las fichas.
También se sabe que algunos nombres que Fernández tenía escritos con birome debieron volver a ser escritos con lápiz. Cristina habría pedido "pensarlo mejor". Y algunos dicen que no se resignan a los muchos 'no' que ya les dio Roberto Lavagna. No se descarta que sea una estela de humo para potenciar el efecto de alguna sorpresa.
La imagen que ha surgido de Puerto Madero es muy elocuente: el presidente electo repasa y revisa nombres que su "básicamente" asegurado Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, va poniendo en los casilleros del organigrama. Todo tendrá aún más idas y vueltas, hasta que finalmente haya fumata blanca en la basílica de Uruguay y Juncal.
La explicación que dan los albertistas de estas marchas y contramarchas es que es la lógica de una coalición. Y agregan, para matizar la imagen de dependencia, que la lista no está compuesta por los nombres de unos 20 ministros sino que hay alrededor de 200 cargos clave que llenar y que deben representar a todos los sectores que integran el Frente de Todos.
A eso se suman las designaciones en el Congreso, los enroques para curar heridos y las nominaciones en diversos organismos autárquicos, más puestos clave en la Justicia, algunos de los cuales deberán ser refrendados por el Senado, donde aún no está del todo resuelta la cuadratura del círculo que embloque a todo el peronismo y el kirchnerismo.
Lo cierto es que Cristina Kirchner volvió a poner en valor su condición de fuente originaria del poder de Alberto Fernández. Y el presidente electo asume ese rol. Hasta que asuma. Allí se verá cuál es su impronta y su poder real. Las restricciones con las que llega son multidimensionales. La economía y las finanzas no son las únicas.
El Frente de Todos, en cabeza de sus dos referentes, se parece demasiado a una antigua pareja que vuelve a casarse después de haber estado divorciada, para conformar una nueva familia ensamblada. La pasión de la reconciliación y la euforia por la nueva unión también están atravesadas por el registro de la memoria. En el principio se intenta evitar regresiones a situaciones incómodas. De eso se trata la transición y el acceso al poder puertas adentro.
La identidad de un gobierno también se define por los nombres que lo integran, explican. Por eso, las horas no alcanzan. Con urgencia y apuro la precisión es más difícil de alcanzar, salvo que se trate de Messi.
Más allá de cierta demostración de improvisación y un poco de frustración, la desactivación del viaje a Francia, Italia y Alemania fue celebrada por algunos colaboradores de Alberto y posibles funcionarios de su gobierno, que no encuentran un hueco para que los reciba en su frenético ritmo cotidiano.
La curva de aprendizaje para delegar funciones se está haciendo muy extendida para el presidente electo. Su propensión a concentrar las decisiones hace que casi todos sus colaboradores sean secretarios, aunque hay algunos que tienen más protagonismo y autonomía para avanzar y proponer. Es el caso de Gustavo Béliz.
También, tienen un rol protagónico otros delegados para la transición: Vilma Ibarra y Wado de Pedro, juntos con Kulfas y su colega Todesca. Son el elenco estable de las oficinas de Puerto Madero, junto con Santigo Cafiero. El resto entra y sale, como en el organigrama del gobierno en formación, en el que también están en revisión varias estructuras del Estado que deja el macrismo.
Si se cumplen los objetivos, faltan solo diez días para que se develen los misterios. Y quedarán otros diez para los ensayos generales antes de que debute un nuevo gobierno. Lo esperan todos los desafíos que saldrán del freezer impuesto por la transición.
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