Diego Luciani, el fiscal que exigió “respeto” al Presidente y que pide la primera condena contra Cristina Kirchner
De 49 años, pasó por varios juzgados hasta llegar a Comodoro Py en 2002; llevó juicios de narcotráfico de alto impacto y está ahora ante la causa más relevante de su carrera
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A Diego Luciani lo salva haberse plantado. Antes y ahora. De otro modo, ser el fiscal del juicio contra la vicepresidenta en ejercicio, Cristina Kirchner, se lo hubiese llevado puesto. Frente a ambos lados de la grieta se plantó tanto ante quienes pretendían que fuera indulgente con la acusada como los que forzaban hasta la arbitrariedad la acusación.
“Se planta por ser fiscal y porque la prueba lo ayuda. En este caso, Luciani se plantó del lado de la prueba”, describe un experimentadísimo fiscal federal que sigue los pasos de su colega, que este lunes acaparó la atención del país con el inicio de un durísimo alegato contra los acusados en la causa Vialidad.
Ese es el rasgo que destacan quienes lo observaron cuando a principios de año interrogó al presidente Alberto Fernández como testigo en el juicio contra la vicepresidenta. El Presidente, incómodo ante las preguntas y cuando el fiscal insistía en obtener una respuesta, lo ninguneó, irónico, y le preguntó si tenía problemas de audición o de entendimiento. “No me falte el respeto”, frenó Luciani al Presidente. Dos veces.
Luciani, de 49 años, no siempre juzgó casos de corrupción ni interrogó presidentes o juzgó a una vicepresidenta.
Es fiscal de juicio oral ante los tribunales federales desde 2013, donde obtuvo condenas contra los importadores de la efedrina usada por los carteles mexicanos para fabricar drogas sintéticas, logró condenar a Armando Gostanian, expresidente de la Casa de la Moneda y amigo de Carlos Menem, por peculado. Y obtuvo la condena de un juez federal, Carlos Liporace, en una causa por un dinero que percibió la curtiembre Yoma.
Más recientemente logró la condena de Romina Picolotti en una causa por el uso en beneficio propio de fondos públicos, y antes obtuvo condena de otro extitular de la Casa de la Moneda por acuñar monedas con la cara de Maradona en beneficio de la empresa que las hacía.
El caso de corrupción más resonante en el que intervino fue el de la recuperación del predio de Tandanor, una causa que estaba casi muerta, que terminó con condenas y donde se restituyó al Estado el predio donde funciona la empresa, de cara al río, uno de los terrenos más valioso de la ciudad de Buenos Aires. Allí pidió extraer testimonios para investigar a Carlos Menem por el caso.
Pero la primera vez que se plantó fue antes. Llegó a fiscal federal con Esteban Righi y luego tuvo buen trato con la entonces procuradora Alejandra Gils Carbó. Incluso llegaron a pensar en él en la Procuración como uno de los fiscales coordinadores que iban a oficiar como los ojos de la funcionaria sobre el territorio de todo el país. Pero tuvo un cruce cuando tuvo la oportunidad de ir a trabajar a cargo de la fiscalía especializada en narcotráfico. A la luz del caso de la efedrina, que fue importada vulnerando todos los controles del Estado, entendió que no se sentiría cómodo en ese lugar. Dijo que no, y luego de plantarse aquella vez ya no gozó de la confianza de Gils Carbó. Se congeló la relación.
Matambrito de verdeo
Luciani, hijo de un ingeniero mecánico, se graduó en la UBA de abogado a los 23 años. Ya antes había arrancado en los tribunales, en un juzgado de instrucción, de pinche. Cosía expedientes y a mediodía el juez lo mandaba a comprar matambrito al verdeo, que degustaba con su secretario. Menú no apto para meritorios.
Pasó del Palacio de Tribunales a Comodoro Py una temporada en el juzgado de Juan José Galeano y de ahí fue a provincia, donde trabajó en la puesta en marcha del nuevo Código Procesal Penal con el fiscal Martín Mateo, de San Isidro. De ahí volvió a la Justicia Federal en San Martín, con los fiscales Jorge Sica y Pablo Quiroga.
Tramitaban allí los casos más resonantes de secuestros extorsivos, donde los protagonistas eran el Negro Sombra o Pachu Peñaflor, los sospechosos de aquella época en que fueron secuestrados el padre del Corcho Rodríguez y Axel Blumberg.
En 2009 obtuvo su primera fiscalía federal como subrogante en Mercedes y se anotó en 13 concursos. Un intercambio de lugares con colegas de Rosario y Concepción del Uruguay le permitió terminar en la fiscalía ante los tribunales federales de Comodoro Py 2002, donde se desempeña en estos años de su carrera.
Futbolero, hincha de Boca, reunió un grupo de trabajo en el que deposita su confianza, junto con el fiscal Sergio Mola, experimentado funcionario de 30 años de carrera, bajísimo perfil y sólido en su trabajo.
Ahora Luciani transita la causa más importante de su carrera. Solo le garantiza salir airoso del desafío el hecho de despojarse de cualquier carga política y aferrarse a la prueba. La valoración corre por su cuenta, pero el límite es el que le imponen los hechos. Lo contrario es incurrir en arbitrariedades. No la tiene fácil.
El proceso lleva dos años y en 2020 y 2021 el clima no era el de ahora. Por las declaraciones de los testigos, las defensas festejaban por anticipado lo que consideraban que era una absolución segura. “El juicio se cayó”, “los testigos son un fiasco”, repetían entonces los abogados a quien quisiera escucharlos.
Luciani resistió y llegó ahora a interrogar a sus testigos, que poco a poco le fueron dando elementos como para respaldar su acusación. Esta semana empieza a jugarse su suerte, en un alegato para el que pidió nueve jornadas y “tal vez más”. Empezó sin medias tintas.
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