Diego Cabot: "El periodismo me genera una adrenalina diaria"
Diego Cabot caminaba despreocupado cerca del centro Pompidou, en París, cuando recibió la noticia más inesperada. Su paso por la capital francesa se debía a motivos profesionales y aprovechaba sus últimas horas allí para recorrer el barrio de Les Halles. Fue entonces cuando le entró un audio de whatsapp con la noticia de que su investigación de los cuadernos de la corrupción acababa de ganar el premio Rey de España, uno de los lauros mundiales más codiciados por el periodismo de calidad.
A punto de embarcar de vuelta hacia Buenos Aires, habló con LA NACION de sus primeras impresiones sobre qué significa para él tan alta distinción. "Me emocioné solo en una calle de París", reconoció.
La ocasión resultó también una buena excusa para recapitular momentos de su vida profesional y de la vorágine en la que entró hace exactamente un año cuando llegaron a sus manos los cuadernos de la corrupción.
-¿Cuándo te decidiste a ser periodista?
- Siempre tuve la idea, pero como pertenezco a una familia de clase media de La Pampa, era enorme el esfuerzo que tenían que hacer para mandarnos a mi hermana y a mí a estudiar a Buenos Aires, por lo cual me pidieron que eligiera una carrera más tradicional que me pudiera asegurar alguna solvencia. Mi hermana eligió psicología y yo, derecho, ambos en la UBA. Tardé bastante en recibirme y empecé a trabajar en una compañía de seguros.Pero siempre me quedó pendiente el tema del periodismo. A los 30, al nacer mi primer hijo me dije que no quería quedarme con esa espina. Mi idea era, al menos, intentarlo. Aprobé el examen del máster de LA NACION, pero luego me rechazaron. Nunca me dieron una explicación ni yo tampoco las pedí. Al año siguiente me aceptaron.
-¿Alguna vez dudaste de que el periodismo pudiese no ser lo tuyo?
- Ese primer momento que me dijeron que no me resultó frustrante. Después tuve momentos de crisis en la profesión porque no podía vivir de lo que me pagaban. Pero no cabe duda de que es mi pasión y es lo que me mantiene recontravivo. Ningún día es igual al otro. Me fascina conocer gente muy variada para tratar temas muy distintos. Contar cosas que la mayoría no sabe. El periodismo me genera una adrenalina diaria. Siento que no me equivoqué.
-¿Qué le aporta la abogacía a tu profesión de periodista?
- Me sirve para entender algunas cuestiones de las áreas en las que trabajo: relación del Estado con proveedores y el funcionamiento de los servicios públicos. También para clarificar el fondo de lo que escribo y para tener un diálogo más profundo con las fuentes. Me sirve mucho. El nivel de diálogo es distinto cuando se dan cuenta que no dominás bien un tema. La conversación ya se establece en un nivel técnico mucho más alto y detallado. No me tienen que explicar qué es un juicio, una demanda y una sentencia. En el caso particular de los cuadernos me sirvió para ponerme en la cabeza de los denunciados y procesados, y poder así anticiparme a las jugadas de todos, funcionarios y empresarios.
-¿Qué es lo que más y menos te gusta del oficio?
-Pedir horas prestadas a vidas que no son las tuyas. Ir a tomar un café del que no sabés qué puede llegar a salir. Esa adrenalina me encanta. Me gusta contar historias a muchísima gente. Los cuadernos incluyen historias humanas, con amores y traiciones. No podría contar historias desangeladas. Me gusta ir siempre sobre los temas que van apareciendo con un entusiasmo que se renueva. Lo que menos me gusta es la demanda de tiempo que se le resta a la familia o que trabajás en horarios que otros no lo hacen. Lo que más me abruma es no poder administrar mis tiempos. Es un peso enorme que aguanto solo porque me encanta lo que hago.
-¿Qué balance hacés del tema Cuadernos al día de hoy? ¿Qué es lo que cambió en la ruta del dinero K?
-Se rompió el cono de silencio entre la política y los empresarios; unos para administrar, llegar o perpetuarse en el poder; los otros para hacer negocios, pero siempre valiéndose de la plata del Estado, es decir, la de todos nosotros. Y con enorme complicidad mutua. Eso se rompió y es muy válido. Se produjeron confesiones que nos permitieron conocer por primera vez ese entramado. Son hechos que ya están probados por la Justicia. Es un aporte enorme. La pregunta es qué vamos a hacer los argentinos con esa verdad. Ya entendimos lo que costó y lo que nos cuesta. Ahora tenemos que resolver qué hacer con ella. Hay muchos que no les interesa esa verdad y que denigran los hechos.
-¿Qué sentís cuando algunos medios y periodistas hablan de "fotocopias"?
-Siento un gran orgullo porque si son fotocopias logramos que grandes empresarios a partir de ellas hayan reconocido sus delitos. La palabra fotocopia, además, presupone la existencia de un original. Es una simplificación.
-Desde que empezaste a trabajar en la trama de los cuadernos, ¿cuál fue el momento de mayor miedo?
-Cuando se publicó la investigación tuve miedo. Sabía que la campaña de descrédito iba a venir.
-¿Recibiste amenazas?
-Tuve algunos eventos, pero cuando pedí ayuda al gobierno porteño no obtuve respuestas y eso me hizo sentir que estaba solo porque las amenazas eran para mí. Meses después intentaron ofrecerme unas disculpas, pero no me interesó escucharlas. ¿Qué podía pretender yo si no pudieron cuidar a un equipo de fútbol? -se refiere al de Boca, atacado cuando iba en ómnibus hacia el Monumental a jugar el segundo partido por la Copa Libertadores , que terminó disputándose en Madrid)-; eso es inoperancia pura. El principal responsable fue desplazado -se refiere a Martín Ocampo-, pero la mayoría sigue en funciones.
-¿Por qué te especializaste en el tema de los servicios públicos, tarifas, trenes, energía?
-Cuando llegué a la sección Economía del diario LA NACION, en 2004, coincidió con que el gobierno de Néstor Kirchner , con Roberto Lavagna y Julio De Vido incluidos, trabajaban en una mesa conjunta sobre los contratos de los servicios públicos de los años 90 que se habían vuelto incumplibles cuando el dólar pasó de 1 a 4 pesos y estaban rotos. No había nadie metido con ese tema. Me empecé a relacionar con los empresarios en su rol de contratistas y concesionarios. Allí encontré mucho para escribir. Me sentía cómodo. Y todo resultaba una gran novedad.
Con el tiempo, cuando aparecieron los subsidios y las estatizaciones, la cobertura se fue haciendo más masiva en los otros medios también.
-¿Intuiste los puntos flacos de esos empresarios antes de que aparecieran los cuadernos?
-Sí, y por varias razones. Primero, por los funcionarios con los que negociaban. Yo no tenía dudas. Muchos de ellos lo confesaban a mí y a otros periodistas, aunque no con el detalle que luego tuvieron ante el juez. Se justificaban, pretendían mostrarse como menos corruptos que el de al lado. Lo que no supuse es que esa corrupción fuera tan estructural, sobre todo en los rubros de obras públicas, transporte y energía. Y conviví con esa doble moral: los que a la mañana pagaban coimas, a la tarde daban cátedra de transparencia en encuentros empresarios. Eran invitados a la Casa Rosada a aplaudir, a las cenas con mandatarios extranjeros. Iban los titulares de las cámaras empresarias. Y yo me preguntaba a cuál creerle: ¿al de la mañana o al de la tarde?
-¿Qué cambió en tu vida a partir de la aparición de los cuadernos?
-Cambiaron mucho mis tiempos, más demandas de notas por parte del diario, más viajes y hasta responder a entrevistas de otros medios. Me cambió también el flujo de información: llegué a tener 780 chats abiertos y a acumular 40 mil mails sin leer. Cantidad de gente que te escribe de todos lados. Es difícil gestionar eso. Pero a veces hay pequeños datos que suman. Me volvieron a llegar al diario sobres con documentos y cartas manuscritas. Gente cansada de ver cómo el de al lado se hacía millonario por la política o los negocios, la exhibición de riqueza e impunidad.
-¿Qué te dice la gente cuando te reconoce?
-En la calle, la gente que se me acerca me saluda y valora la forma que lo hicimos. La gente cobarde solo se expresa por redes sociales.
-¿Qué te decís a vos mismo a partir de tanta exposición?
- La exposición es un legado que todavía me pesa. Una de las cosas que extraño es que antes yo podía sentarme en cualquier lado y ahora no lo puedo hacer con tanta facilidad porque las fuentes no quieren que nos vean juntos en un bar.
-¿Qué hacés para "no creértela"?
-La mejor manera es seguir haciendo periodismo como siempre; saber que tengo que salir a trabajar. No ha habido cambios.
-¿Cómo sigue la carrera después de una investigación de este calibre?
-En principio lo que siento es que mis ganas de hacer periodismo no varió. Me interesan los números y los hechos más que la opinión. Soy un periodista que sale a buscar la noticia y que me encanta incomodar al poder. También es verdad que me pregunto cómo sigo y por dónde. Cómo puedo aprovechar, ahora que la gente posa la vista en mí, para hacer escuela en el tema de la investigación periodística y formar gente. Tengo tantas propuestas que a veces me abruma sentarme a trabajar con tanta mochila.
-¿Es más potente una investigación cuando se la puede potenciar en un trabajo conjunto con la Justicia?
-Estudié una cantidad de escenarios y posibilidades. A mitad de camino me pareció que era una manera de potenciarlo. Sentí que era un caso único. Me llevó como un mes y medio tomar la decisión de llevar el tema a la Justicia y siempre con la desconfianza de perderlo.
-¿Y qué pasa cuando se van estableciendo lazos y cercanías que tampoco son tan convenientes?
-Con Bonadio no tengo ninguna relación. Lo vi dos veces y la última fue en julio. Respeto su rol, pero no tengo relación ni buena ni mala con él. Tengo flujo de información por otro lado. Pensá que hay muchas defensas. Con el que establecí más relación, pero no de amistad, es con Stornelli, pero cada uno respetando su rol y los momentos de silencio en que no puede hablar.
-¿Alguien te quiso sobornar alguna vez directa o indirectamente?
-Sí, una vez, mucho antes de lo de los cuadernos, en un asado en una terraza de la zona de Tribunales. Yo me hice el que no entendía. Tampoco quería perder la fuente.
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