El 2001 de Néstor Kirchner: ajuste, fondos en el exterior y el sueño de ser presidente
Buscaba mostrarse en todo el país como un administrador eficiente; su pelea contra los “caceroleros”
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EL CALAFATE.- “Les molesta que nos estemos insertando a nivel nacional; caen en cualquier tipo de desprestigio y algunos nos extorsionan para sacarnos plata para propaganda”, aseguraba el entonces gobernador santacruceño Néstor Kirchner en las páginas de un diario local al ser consultado por sus frecuentes viajes con más tono de campaña que de gestión. Era el 19 de diciembre del 2001, el país era un caos y al gobierno del radical Fernando de la Rúa, apenas le quedaban horas. La renuncia lo encontró a Kirchner en Buenos Aires. Fue en esas horas dramáticas cuando empezó a vislumbrar atajos para llegar a la Presidencia.
Según refleja la crónica publicada en el diario La Opinión Austral de ese día, antes de viajar a Buenos Aires en el avión de la gobernación, Kirchner desmintió que movilizara militantes a sus visitas a otras provincias. “Es una barbaridad, somos tres los que viajamos a cada lugar de la Argentina”, afirmó al ser consultado sobre la campaña política que ya había lanzado. Y dijo: “Hay quienes en soledad tratan de desprestigiar, pero la gente sabe quién soy, que vengo de tercera generación de santacruceños y que mi vida es austera y cristalina”.
Hace 20 años, Néstor Kirchner jugaba en dos planos pero con un objetivo claro: mientras practicaba ajustes en el presupuesto provincial para demorar la llegada de la crisis al Sur, buscaba instalar su nombre como un candidato firme a la Presidencia. Para ello viajaba por las provincias mostrando ser el administrador de un distrito próspero y ordenado. “En esos días blindó Santa Cruz, quería demostrar que hasta acá no llegaría la crisis”, confió un hombre que supo integrar su gabinete en esos años.
A comienzos de diciembre, el ministro de Economía, Domingo Cavallo, anunció un nuevo ajuste con una fuerte restricción temporaria para el retiro de fondos del sistema financiero durante noventa días. Kirchner lanzó una dura crítica: “Si el lunes la gente no puede retirar más que mil pesos por mes, se acabó el sistema de depósitos de la Argentina”, dijo en una entrevista con el periodista Miguel Bonasso publicada en Página/12.
Las cartas estaban echadas. Días antes, el santacruceño había sido uno de los últimos gobernadores en firmar el nuevo pacto fiscal impulsado por Cavallo y lo hizo solo después de que la Nación se comprometiera a financiar el déficit fiscal de las cajas jubilatorias. “Cada gobernador se hará responsable por lo que firme ante la gente y ante la historia”, aseguró ante la prensa local y reconoció que el acuerdo alcanzado en ese momento era “el menos malo”.
En esos primeros días de diciembre Kirchner decidió tomar previsiones. “El escenario más que posible de caos y caída en las recaudaciones no debía afectar sus propios proyectos de pelear la Presidencia de la Nación, labor a la que le dedicó los dos años anteriores, ni los dineros de la provincia de Santa Cruz en el exterior, reducidos a US$536 millones, por entonces depositados en un banco de Luxemburgo”, escribió el periodista Daniel Gatti en Amo del Feudo, una biografía certera sobre Néstor Kirchner, publicada poco antes asumiera la presidencia.
¿Cómo se blindó? Armó un presupuesto reducido sin afectar los fondos que la provincia tenía en el exterior, pero dejó una cláusula de libre disponibilidad por si los necesitaba, y sacó una batería de decretos entre finales de noviembre y principios de diciembre para dar de baja plus salariales, como el pago de extras por vivienda para médicos hospitalarios y comisarios trasladados y el pago de pasajes a jubilados y pensionados. También dispuso una fuerte reducción en el pago de las asignaciones familiares, que fue el que mas irritó a los empleados públicos.
Los decretos 2291/01, 2319/0, 2342/01, 2347/01, 2348/01 y 2349/01 tenían todos los mismos argumentos: “El incumplimiento por parte del Estado Nacional en la remisión de los fondos de coparticipación hacen necesario adoptar urgentes medidas que atiendan con equidad a mantener el equilibrio presupuestario hasta tanto se defina y resuelva la crítica situación económica y financiera en que nos ha colocado el gobierno nacional”.
En su esfuerzo por mostrar una provincia ordenada, Kirchner anunció dos días antes de que se declarara el estado de sitio, el pago de aguinaldos a los empleados públicos y sostuvo que los decretos no eran ajuste sino “un reordenamiento como blindaje para poder pasar la crisis”.
Las reuniones del CFI
Con la provincia blindada, Kirchner viajó a Buenos Aires para sumarse a una de las tantas reuniones que los gobernadores del PJ celebraban en la sede del CFI, para analizar si se sumaban a la concertación lanzada por el gobierno nacional. El santacruceño era de los más críticos. “Hacer una concertación sobre el conjunto de medidas que hoy está cayendo sobre la gente es muy difícil”, decía. “Si hay acuerdo, tiene que ser para mejor, para salir de este angosto pasillo que estamos caminando los argentinos, donde el esfuerzo está cayendo sobre los sectores que menos tienen”, afirmaba.
En esa semana también estaba en Buenos Aires su esposa, la entonces senadora Cristina Kirchner, quien presidía la Comisión de Asuntos Constitucionales, que por esos días debatía la posibilidad de que el exgobernador correntino Raúl Romero Feris, en ese momento detenido, accediera a la banca de senador que había dejado vacante Isabel Viudes, quien había renunciado por considerarlo un “preso político”. Cristina Fernández y otras senadoras se oponían y pedían que la banca fuera ocupada por otra mujer. Romero Feris estaba detenido por cincuenta causas y tenía un fallo en su contra, aunque apelado y sin sentencia firme.
El 20 de diciembre, con la renuncia de De la Rúa ya presentada, la mayoría de los gobernadores del PJ trasladaron la reunión del CFI a San Luis, donde el gobernador anfitrión, Adolfo Rodríguez Saá recibió a Kirchner, José Manuel de la Sota, Carlos Reutemann, y al presidente provisional del Senado, Ramón Puerta, entre otros. Esa misma noche se acordaría el nombre del puntano para la presidencia.
Según recreó el periodista Walter Curia en su libro “La cara oculta de Kirchner”, publicado en 2006, “Kirchner admitió que había rechazado la oferta de sus pares justicialistas de hacerse cargo de la presidencia como representante de la Liga Federal, un dato que pasó casi desapercibido en aquellas horas calientes. Contaba con el apoyo de la UCR, según dijo. Se lo hizo saber a un grupo de hombres de la Corriente en el living de Alberto Fernández: Julio Bárbaro, Norberto Ivancich, Miguel Talento, entre otros. La razón del no era la transitoriedad: no le interesaba llegar a la Casa Rosada para tener que irse a los noventa días, como se le había impuesto a Rodríguez Saá. Su posición iba a ser desde entonces la de reclamar elecciones cuanto antes, para marzo de 2002, como máximo”.
Una semana después, tras el paso fugaz del entonces gobernador puntano por la presidencia, asumiría Duhalde. Y Kirchner presentó otra negativa: ahora, a asumir como jefe de Gabinete. No quería un paso fugaz por el gobierno.
Esa semana, hace veinte años, Kirchner empezó palpitar que la presidencia estaba cerca. En esos mismos días, en Santa Cruz, Héctor Icazuriaga estaba a cargo de la gobernación durante sus largas ausencias, en tanto que su hermana Alicia, ministra de Asuntos Sociales, recorría la provincia distribuyendo alimentos con productos de la canasta navideña. “Es fruto del esfuerzo provincial, ya que desde hace meses que el gobierno nacional suspendió el envío de fondos”, explicaba la hoy gobernadora. La casa estaba en orden.
La Asamblea del Cacerolazo
Sin embargo, exacerbado por el recorte de los sueldos de los estatales, el enojo que recorría el país se replicó aquí con marchas de silencio y tímidos cacerolazos. Los manifestantes eran pocos y fáciles de identificar. Algunos empleados públicos que participaron serían puestos a disponibilidad, que en la jerga administrativa significaba sacarlos de sus puestos de trabajo y “congelarlos”. Con este caldo de cultivo, un mes después, el 24 de enero, se conformaría la Asamblea Permanente del Cacerolazo, que cada viernes recorría los domicilios de funcionarios provinciales, los organismos públicos y algunos medios de comunicación, al son de: “Se va a acabar, se va a acabar, esa costumbre de robar”.
Para neutralizarla, el gobierno provincial, organizaba contramarchas y guardias de funcionarios en la gobernación. Y Kirchner tomó cartas en el asunto. En un fuerte discurso realizado en el comando del Frente para la Victoria, arengó a la militancia: “¿Cómo puede ser, compañeros? Que los compañeros, a veces, se queden callados y permitan este tipo de cosas. ¡Hay que salir a defender! No podemos permitir que agredan la municipalidad ni ninguna estructura que corresponda a nosotros. Somos muchos, salgamos a la calle ¡y se terminó con este tema! (...) Pero tenemos que salir con todo”.
El gobernador insistió: “¿Cómo vamos a permitir que haya cuatro o cinco, esos dirigentes del FUT que sacan 200 votos por elección, o cuatro tipos que no representan a nadie, que salgan a descalificar y a agredir? ¡Compañeros! No hay que permitir este tipo de cosas. ¡Hay que defender con fuerza y con orgullo! Basta. Si van a ir a la casa de un compañero a agredirlo o a molestarlo, vamos a ir 200 o 3000 o 500 o 1000 a la casa de ellos, esto que quede absolutamente claro”.
Alguien grabó el discurso, llegó a mano de periodistas, se difundió en FM Abril y fue publicado por pocos medios, sin embargo todos en Santa Cruz lo conocieron. Los abogados Dino Zaffrani y Javier Pérez Gallart denunciaron a Kirchner por incitación a la violencia. La causa quedó en manos del juez Santiago Lozada, quien la archivó. Meses después, una emboscada compuesta por funcionarios provinciales, azotó con palos y gomas a los manifestantes de la Asamblea Permanente del Cacerolazo. Pero Kirchner ya estaba en su carrera imparable hacia la presidencia.
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