Desprolijidades y tironeos: la semana en la que Fernández resignó poder y cambió el Gobierno
Hubo sorpresa y desazón en los ministros salientes y momentos cargados de adrenalina en Casa Rosada; el Presidente apuró los anuncios
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“¿Sabés algo vos?”, soltó Daniel Scioli a un integrante de la nutrida comitiva de funcionarios que viajó el martes a Chapadmalal. Nadie tenía en claro lo que venía, solo que estaban ahí para escenificar un respaldo al Presidente. En el avión de regreso a Buenos Aires, Alberto Fernández se ubicó en un asiento al lado del exmotonauta, hasta entonces ministro de Desarrollo Productivo. Hablaron de futuro, porque tenían actividades conjuntas en agenda para los próximos días.
Scioli siguió trabajando el miércoles. Se reunió con industriales en Smata y recibió al gobernador catamarqueño Raúl Jalil. Esa noche trascendió que Sergio Massa -su archirrival en la política- desembarcaba en el Poder Ejecutivo como ministro de Economía. Cuando al día siguiente Scioli fue a la Casa Rosada, lo recibieron el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos y el secretario de la Presidencia, Julio Vitobello.
Ellos le comunicaron que Massa absorbería Desarrollo Productivo -su ministerio- y Agricultura, Ganadería y Pesca. Se sobreentendía que él no aceptaría quedar debajo del tigrense. “Quiero hablar con Alberto”, les respondió Scioli. Y los tres pasaron al despacho presidencial. En esa conversación, según pudo reconstruir LA NACION de tres fuentes, el exmotonauta le aconsejó a Fernandez que no degradara su ministerio en secretaría de Estado. El Presidente le ofreció que ocupara otro ministerio del gabinete o que volviera a la embajada en Brasil. “Sigamos hablando”, le dijo el jefe de Estado, como si el escenario estuviera abierto.
Un par de horas después se difundía el comunicado que anunciaba a Massa como superministro de Economía, Producción y Agricultura. Scioli entonces pidió volver a Brasil.
La decisión
La decisión de incorporar a Massa al gabinete la terminaron de pactar Fernández y Cristina en un almuerzo en Olivos, el fin de semana pasado. La vicepresidenta, que hace un mes no le había dado luz verde al tigrense para pasar al Poder Ejecutivo, ahora lo habilitaba. Pero faltaba definir el lugar y las atribuciones. Eso se terminó de cocinar el martes a la noche, en medio de febriles intercambios. Para entonces ya circulaban demasiadas versiones, que comenzaban a esmerilar cualquier golpe de efecto.
Mientras la cúpula del Frente de Todos resolvía el golpe de timón, la por entonces ministra de Economía, Silvina Batakis, se entrevistaba con el FMI en Washington. El embajador en los Estados Unidos, Jorge Argüello, exhibiría mucha desazón en las horas posteriores, por lo absurdas que resultaron sus gestiones.
El jueves a la mañana, Fernández recibió a Batakis mal dormida por el vuelo y desorientada por los trascendidos. Ell puso su renuncia a disposición y él le ofreció que se quedara dentro del equipo económico de Massa, eventualmente como secretaria de Hacienda o viceministra. Tras meditarlo unas horas, ella llamó al Presidente y le pidió el Banco Nación.
Tarde de furia
Ese jueves, todo se precipitó muy rápido. Los colaboradores del Presidente se repartieron la comunicación interna. Con el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, habló Vitobello. Le comunicó que le sacarían una de sus funciones, la del relacionamiento con los organismos multilaterales. El funcionario no hizo ni una mueca. Caminó hasta su despacho y redactó un telegrama de renuncia que cerraba: “Que Dios los guarde”.
Olmos fue el encargado de informarle a Mercedes Marcó del Pont que debía dejar la AFIP y le ofreció la silla que más temprano había dejado vacante Beliz. La secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, llamó al titular del Banco Nación, Eduardo Hecker (que estaba en Catamarca por un acto) para pedirle el cargo.
Massa, mientras tanto, pedía insistentemente esperar al día siguiente para comunicar el nuevo gabinete. Pero Fernández -que suele procrastinar- quiso liquidar todo en el momento, sacarse la mochila de una vez. Se conectó el consultor catalán Antoni Gutiérrez Rubí, que sumó recomendaciones para la comunicación en redes. A medida que se cerraban los asuntos, uno a uno, salieron los comunicados de prensa, como telegramas.
“Alberto estaba bien porque estaba aliviado, como quien termina un trabajo muy engorroso”, describió una persona que estuvo cerca suyo en esas horas. En definitiva, hace tan solo un mes, el Presidente no quería dialogar con Cristina Kirchner, ni darle demasiado poder a Massa. También se resistía a hacer una cirugía mayor en su gabinete. Terminó cediendo a todo. “Sí, hizo cosas que no hubiera querido hacer, pero volvió a lograr la reunificación del Frente de Todos. Él fue el que priorizó la unidad con Cristina cuando empezó este Gobierno y durante dos años de mandato pagó un costo alto. Y ahora, después de la interna feroz, vuelve a hacer lo mismo”, dijo un funcionario de su riñón.
Pedidos y rechazos
En el comando secreto de Olivos, Cristina también había pedido darle la Jefatura de Gabinete al gobernador de Chaco, Jorge Capitanich. Fernández dijo que no. Hubiera implicado abrirle la puerta del gabinete a otro “presidenciable”.
El miércoles por la tarde, además, los gobernadores que se reunieron con Fernández en la Casa Rosada pidieron por la permanencia de Manzur en el gabinete, luego de reclamarle al Presidente soluciones rápidas para frenar el impacto del descalabro macroeconómico en sus provincias.
El jefe de Estado dejó a Manzur pero recortó fuertemente su radio de acción con la designación de Olmos como su segundo. Hace tiempo que Olmos y el canciller Santiago Cafiero asumieron atribuciones políticas propias de un jefe de Gabinete.
El último parte de prensa del jueves, en tanto, fue el que anunció la renuncia del titular de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez. Con él Fernández no quiso hablar. Estaba enojado desde que lo vio sentado en la platea del acto de Cristina Kirchner en Ensenada, el día que renunció Martín Guzmán. Eran los días de guerra fría con la vice. Fue Massa, entonces, el que citó al ministro a su despacho de Diputados para comunicarle las noticias. Le ofreció que se quedara bajo su órbita, con rango de secretario. Pero Domínguez declinó la oferta y le dijo que su convicción era que su área debía tener estatus de ministerio. Lo mismo le dijo alguna vez a Cristina Kirchner, la verdadera ideóloga de su ingreso al gabinete de Fernández.
La vicepresidenta también le había sugerido al Presidente elevar a Ibarra al rango de ministra, bajo el pretexto de que podría defender mejor la gestión. Fernández ni siquiera lo analizó. Hace tiempo que el kirchnerismo le envía críticas veladas a la funcionaria, que es la guardiana jurídica del jefe de Estado además de su consejera. “Alberto dijo que con los cambios que traía Massa era suficiente”, dijo un altísimo funcionario cercano al Presidente. Y agregó: “Tomó decisiones que no son afectivas, ni emocionales para garantizar la unidad. Porque hoy la unidad es gobernabilidad”.
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