Desde una pequeña oficina en Pacheco, Ricardo Echegaray puso en marcha su "operativo retorno"
Ricardo Echegaray está en pleno operativo retorno. Dice a los suyos que no está en la "rosca", ni pretende cargo político alguno. Pero avanza a paso firme. Ya alcanzó su primer objetivo: que le levantaran su suspensión administrativa y volver a su "casa", la Aduana. Su segundo objetivo es quitarse de encima todas las acusaciones judiciales que afronta. Está en eso. ¿Y su tercer objetivo? Él calla, por ahora. ¿Volver al poder? ¿Una embajada?
Echegaray sabe que su retorno incomoda a muchos en la cúspide. Cual general que retorna a su cuartel de origen, los nuevos jefes no saben qué hacer con él; lo ven como un aspirante a reemplazarlos. Por eso, la hoy titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Mercedes Marcó del Pont, lo invitó a buscar una silla en otro organismo nacional. O que evaluara estudiar una maestría. "En el exterior", de ser posible. Él se negó. Pero no logró subirse a la ola que sustituyó a múltiples funcionarios de la gestión macrista en la AFIP y los reemplazó con otros más cercanos al ideario kirchnerista, algunos de los cuales, incluso, ocuparon cargos relevantes bajo su mando.
"No es fácil cómo abordarme", reconoce Echegaray, según cuentan sus allegados a LA NACION. Con más de tres décadas de antigüedad en la administración pública nacional, fue el primer funcionario de carrera que llegó a la cúspide de la Aduana y, luego, de la AFIP. Y a su paso acumuló logros, escándalos, aliados y enemigos. Entre ellos, Marcó del Pont. "Digamos que soy una piedra en el zapato, o un grano en el c… para varios", cuentan a su lado que ironiza.
Acaso eso explique por qué "el Negro", como lo apodan, pidió que le asignaran un puesto jerárquico en la Aduana acorde a sus años y rango en el organismo, pero la nueva titular de la DGA, Silvia Traverso, lo asignó a una pequeña oficina aduanera que funciona dentro de la planta de Ford en General Pacheco, muy cerca del domicilio de Echegaray en el barrio privado Talar del Lago 1.
La hoy titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Mercedes Marcó del Pont, lo invitó a buscar una silla en otro organismo nacional. O que evaluara estudiar una maestría. "En el exterior", de ser posible. Él se negó
Su destino contrasta con la designación de la ex cuñada de Máximo Kirchner, Virginia García, al frente de la Dirección General Impositiva (DGI). Fue Echegaray quien, como titular de la AFIP, la designó al frente de la Dirección Regional de Río Gallegos que él mismo creó. O la del exdiputado nacional Carlos Castagneto, como responsable de la Dirección General de Recursos de la Seguridad Social. O la de Mariano Abbruzzese, hijo de la exinterventora del Indec, Beatriz Paglieri, como subdirector de Grandes Contribuyentes Nacionales.
General sin pelotón
Cual general destinado a un pequeño pelotón -ni siquiera al frente de ese pelotón-, Echegaray cuenta a los suyos que allí, en la planta de Pacheco, sus nuevos compañeros de trabajo lo tratan muy bien. "Mejor de lo que merezco", desliza entre sus íntimos, algo que explicitó durante la cena que empleados de la AFIP organizaron para agasajarlo en un restaurante del barrio porteño de Montserrat. "Son varias peñas y clubs donde me están invitando a comer y yo la paso muy bien", agradeció. Sus próximas cenas serán en Campana y, otra vez, en la ciudad Buenos Aires.
Pero eso es en "la línea", donde Echegaray cuenta con amigos, allegados y adeptos. Como los que también lo recibieron con aplausos el primer día que entró al edificio central de la Aduana. Porque en la cúpula le plantearon que solicitara una licencia –con o sin goce de sueldo- para estudiar francés, idioma que lo atrapa.
"El traductorado público de francés se estudia de noche, así que no es incompatible con que trabaje en la Aduana como cualquiera", les retrucó. ¿Y una embajada? "Sí, la argentina en Francia", ironizó. "Pero cuando tenga 65 años y me retire de la administración pública. Hoy tengo 54, necesito trabajar y tengo un frente judicial que me demanda estar acá, por lo que irme sería catastrófico".
El problema es que su nombre levanta resistencias incluso dentro del kirchnerismo duro y el presidente Alberto Fernández tampoco le guarda mucho cariño
"Idi Amin", como le dicen sus compañeros más cercanos del Liceo Naval, en alusión al dictador militar ugandés que dominó su país en los 70, afronta procesamientos firmados por al menos cinco jueces federales. Una de esas acusaciones se encuentra ya en la instancia oral; se lo juzga por la presunta defraudación en perjuicio del Estado y para beneficio de Oil Combustibles, la petrolera de Cristóbal López y Fabián de Sousa.
Sin embargo, la novedad judicial más inmediata podría depararle a Echegaray una buena nueva. En el Juzgado que dejó Sergio Torres para asumir como ministro de la Suprema Corte bonaerense, dan los últimos retoques al sobreseimiento que firmaría el juez subrogante Rodolfo Canicoba Corral en la causa por su presunto enriquecimiento ilícito.
Ahora, Echegaray ambiciona más que eso. Jura entre los suyos que militó como el que más por el triunfo del Frente de Todos, pero que no "rosqueó" por cargo político alguno. Su último paso de alto perfil fue por la Auditoría General de la Nación (AGN) pero debió presentar su renuncia, en agosto de 2016, por los avances de la Justicia en su contra.
El problema es que su nombre levanta resistencias incluso dentro del kirchnerismo duro y el presidente Alberto Fernández tampoco le guarda mucho cariño. Cuitas de cuando uno era jefe de Gabinete –e incluso después de que renunció, en julio de 2008– y el otro lideró la Aduana, la Oncca y la AFIP, que desde entonces acumuló denuncias públicas de inspecciones y filtraciones motivadas por razones políticas.
Cuatro años después de volver al llano, sin embargo, Echegaray afirmó en diciembre de 2019 que es víctima del mismo "lawfare" -la persecución política a través del Poder Judicial- que denuncia la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Pero se ufana de que jamás se quebró, a diferencia de otros, como afirma que ocurrió con el ex jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina.
"Estos cuatro años tuve templanza", repite como mantra entre sus íntimos. "Mientras varios terminaron afirmando que hicieron tal o cual cosa, yo fui leal. Ahora sé que mi mejor contribución a este Gobierno es trabajar como un militante más. Podría haber pedido algo, como ese muchacho con ‘errores’ en su currículum", ejemplifica, en alusión al ex titular de la Sigen, Daniel Reposo, al que Marcó del Pont otorgó un alto cargo en el área de la Seguridad Social. "Pero yo solo quiero trabajar. Yo fui y soy leal".
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