Desconcierto frente a un Presidente indescifrable
Gobernadores y legisladores no saben cómo actuar frente a la capacidad de Milei para centralizar la agenda; los déficits de la gestión y la coincidencia entre Cristina y el Papa
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Desconcierto. La política está desorientada porque no sabe cómo interpretar e interactuar con ese objeto político no identificado que se ha ubicado en el centro de la escena y parece manejar con fluidez los mecanismos de conexión con un sector amplio de la sociedad. Javier Milei se ha transformado en el activador de la agenda y desde allí condiciona a gobernadores, legisladores, artistas, periodistas. Usa una retórica agresiva basada en el principio maniqueo de “casta” versus “argentinos de bien”. Y son pocos los que se animan a enfrentarlo o a desafiarlo porque temen la represalia de las redes. Está claro que el Presidente gana por amplio margen la batalla discursiva. Está hiperactivo en las plataformas, es ágil para responder y construye sentido con su mensaje lineal que apunta al fracaso de la dirigencia tradicional. Así lo refleja el más reciente trabajo de la consultora Fixer, según el cual pese al fracaso en el Congreso y la alta inflación, la imagen negativa del Presidente apenas subió un punto entre enero y febrero, de 50 a 51%, y la positiva se redujo de 46 a 45%. Está claro que el líder libertario solidificó una empatía con un sector de la opinión pública que por ahora le sirve de amortiguador.
Distinto es el plano de la gestión de gobierno, donde la administración libertaria suma una secuencia de deficiencias que exhibe sus limitaciones. La caída de la ley ómnibus marcó el fin de una primera etapa de shock refundacional, esa idea de barrer en dos meses con todo el andamiaje normativo y regulatorio del país, desde la economía hasta la educación. Esa fase maximalista concluyó sin éxito porque Milei no logró imponerle al Congreso su lógica de la excepcionalidad, según la cual la gravedad de la crisis ameritaba un trámite extraordinario de la ley.
La reacción frente a ese fracaso fue dual (sin comprometer la institucionalidad, como temían algunos). Por un lado, en el plano político, se reactivó la idea de una confluencia con el Pro. Mauricio Macri y Milei conversaron por última vez hace diez días y quedaron en juntarse al regreso del expresidente de Cumelén, algo que ocurriría mañana. Ambos están convencidos en lograr algún tipo de convergencia dada la afinidad ideológica, pero no tienen resuelta la instrumentación. Durante el verano Macri habló con todos los actores de su espacio para comprometerlos en el acompañamiento al Gobierno. Está convencido de que lo que Milei intenta instrumentar es lo que él procuró hacer cuando estuvo en la Casa Rosada.
Pero al mismo tiempo es cauteloso porque dice que no quiere resultar invasivo, ni tampoco compartir costos de una gestión de la que no participa. En ese sentido percibe que algunos de los suyos están ansiosos por repartir lugares, algo que él no quiere discutir si no hay vocación libertaria para articular un esquema más estructural. Igual el gran dilema sigue vigente: si está claro que con la confluencia de LLA y Pro no se obtienen mayorías en el Congreso, ¿qué hacer con los sectores del medio, como la UCR o Hacemos Coalición Federal, que son los que pueden contribuir a lograr el número necesario en el Congreso? “Necesitamos un cambio profundo y la Argentina se divide entre los que quieren ese cambio y los que preguntan ‘¿la mía está’? Cuando nosotros estuvimos en el poder, buscamos negociar y no nos votaron las leyes o cambiaban su esencia; no funcionó. Ahora hay que hacer algo distinto”, comentó el expresidente en una charla reservada esta semana. Pero el dilema de la minoría sigue latente, mientras Milei destroza con su lengua filosa a los sectores que exhibieron algún grado de cooperación. Ese núcleo centrista está en una situación muy incómoda frente a la nueva polarización, habita en un no lugar que los desgasta.
Por otro lado, hubo una reacción en el plano operativo, un repliegue de la ambición y la ansiedad de la ley ómnibus a objetivos más acotados y prioritarios: lograr equilibrio fiscal y bajar la inflación, y exhibir fortaleza en la lucha contra la inseguridad de la mano de Patricia Bullrich. Recién esta semana se empezó a debatir cómo retomar parte de la agenda que se cayó el ómnibus, ya sea a través de decretos, resoluciones o nuevos proyectos de ley. El asesor todoterreno Federico Sturzenegger; el vicejefe de Gabinete, José Rolandi; el secretario de Legal y Técnica, Javier Herrera Bravo, y el cada vez más influyente asesor Santiago Caputo se reunieron para empezar a delinear posibles escenarios. Pero todavía no hay definiciones claras.
Se habló de una reglamentación del DNU que atañe a las obras sociales sindicales, de soluciones múltiples para los fondos fiduciarios, de la situación del Fondo de Incentivo Docente (que aseguran que venció en diciembre y en consecuencia no es ilegal su congelamiento). Pero fundamentalmente hubo una evaluación de la estrategia de la relación con los gobernadores, porque allí está el corazón de la discusión que es el paquete fiscal (retenciones, Ganancias, impuesto PAIS, jubilaciones, etc). “Hay un compás de espera. Estamos aguardando que ellos expresen la necesidad de rediscutir el paquete fiscal. Nosotros estamos en una situación fiscal mejor y las provincias están peor. La urgencia ahora es de ellos”, sintetizan en la Casa Rosada. El viejo truco de domesticar con la caja. Aunque esta vez lo hace un outsider de la política, en minoría y desventaja, pero con gran audacia.
Los gobernadores están en una situación compleja de verdad. La relación con el Gobierno está totalmente quebrada y entre la suba de los precios y de las tarifas, sumada a la interrupción de la asistencia alimentaria en un intento por cambiar el sistema de distribución, está componiendo una geografía muy crítica. Los comedores agotan reservas y en dos semanas se quedan sin insumos; las madres advierten que no podrán mandar a todos sus hijos a la escuela y terminan priorizando a los más pequeños; la asistencia estatal queda tan atrasada que ya no alcanza para cumplir su función original. Y un destructivo componente adicional, que en la crisis de 2001 no estaba presente: de la impotencia, pero que dan cuenta del estado de ánimo imperante. Más factible es la contraofensiva que planean algunos en el Congreso, no solo para intentar frenar el megaDNU sino para imponer una agenda de contraataque cuando se inicie el período ordinario.
Durante la semana en la Casa Rosada hubo preocupación porque circuló el dato de que había una cumbre conspirativa en Santa Cruz, organizada por un conocido operador massista, algo que nunca llegó a tomar forma, pero demostró la sensibilidad del tema. Incluso los que hasta ahora fueron más cercanos, los diez gobernadores de Juntos por el Cambio, compartieron el viernes un zoom reservado donde se planteó la necesidad de una rediscusión integral con la Nación, que incluya lo fiscal pero también mecanismos de ingresos. Una cosa quedó clara ahí: no habrá más diálogo con los ministros porque entienden que la confianza se quebró. Solo habrá una conversación si los convoca Milei.
Recordaron allí que Guillermo Francos y Luis Caputo les habían prometido que repartirían los costos del fondo para el transporte (enero a cargo de las provincias y febrero de la Nación), pero no cumplieron. También dicen haber acordado mantener los fondos fiduciarios como un modo de compensar el congelamiento de la obra pública, pero ahora el Presidente dinamitó esas partidas. Son reuniones agrias cargadas de desaliento. No saben si salir a defenderse y exponerse a la ráfaga presidencial, o mantenerse en silencio, con el riesgo del pase de factura en sus propias provincias por el deterioro de las prestaciones que pueden ofrecer. El cordobés Martín Llaryora tomó el primer camino, y se transformó en un abanderado de la resistencia, sin saber todavía si le será redituable políticamente. Algunos se moderaron, como el santafesino Maximiliano Pullaro. Todos están incómodos y crispados.
Resurgimientos
En un contexto muy enrarecido, esta semana resurgieron dos figuras de enorme simbolismo. Una fue Cristina Kirchner, quien por primera vez en muchos años esbozó algo así como un de plan de gobierno alternativo, algo que ni siquiera planteó en la gestión que compartió con Alberto Fernández. Aportó su cuota clásica de dogmatismo pero esta vez con algunas novedosas dosis de revisionismo. Quizás reflexionó que su mensaje quedó viejo hace tiempo y que Milei la forzó a un replanteo. Ella también está desconcertada con el Presidente. Es cierto que en privado elogia su coraje, determinación y coherencia ideológica, aunque no quería que trascendiera, como ocurrió en un editorial del periodista afín Roberto Navarro.
Sin embargo, es muy pesimista respecto de la sustentabilidad del Gobierno y sus posibilidades de concluir su mandato, un concepto que rozó un par de veces en su documento. Pocos días antes de difundirlo transmitió a su círculo cercano la necesidad de tender puentes con actores del círculo rojo para articular una estrategia de contingencia. Habló de convocar a políticos, empresarios y sindicalistas para hablar del tema, pasando por alto el escaso entusiasmo que podría generar en esos actores tan castigados cuando ella tenía un real poder. Después, cuando se difundió el editorial de Navarro, giró hacia un tono menos conciliador. Según su entorno, buscó despegarse del Presidente y mandar una señal a las bases peronistas que venían cuestionando el silencio de los principales referentes. También influyó, como muchas veces, su ego. El efecto cambio de época asociado a Milei también la dejó a ella como una protagonista del pasado.
El otro actor que entró en escena fue el papa Francisco, quien sorprendió con su cálida recepción al presidente que tanto lo había maltratado. Los más desconcertados fueron los obispos y sacerdotes que hasta llegaron a tapizar el recorrido de la última peregrinación a Luján con mensajes del estilo “El pueblo ama a Jesús, Milei lo odia”.
En los corredores eclesiásticos hubo dos interpretaciones. La más benévola, sostenida entre otros por monseñor Oscar Ojea, es que el Papa está pavimentando el camino para venir a la Argentina en octubre, a pesar de su estado precario de salud. Pero hay otra lectura más capciosa, abonada por sacerdotes que lo conocen bien. Según ellos, Francisco comparte las dudas de Cristina Kirchner sobre la viabilidad del gobierno de Milei y buscó despegarse de eventuales escenarios adversos. “Él construye su panorama de cómo está el país en base a lo que nosotros le reportamos, y hay una coincidencia en advertirle que la situación social es muy grave e insostenible en el largo plazo”, remarcan. En esta lógica, el pontífice quiso dar una señal de comprensión para no transformarse en un obstáculo más.
Los curas perciben en los sectores bajos y medios-bajos una dinámica que venía complicada y se agravó en los últimos meses. La suba de los precios y de las tarifas, sumada a la interrupción de la asistencia alimentaria en un intento por cambiar el sistema de distribución, está componiendo una geografía muy crítica. Los comedores agotan reservas y en dos semanas se quedan sin insumos; las madres advierten que no podrán mandar a todos sus hijos a la escuela y terminan priorizando de los más pequeños; la asistencia estatal queda tan atrasada que ya no alcanza para cumplir su función original. Y un destructivo componente adicional, que en la crisis de 2001 no estaba presente: la profunda penetración del factor narco. “Los pibes de 16 años, que no van a la escuela, y están en una familia empobrecida, van directo al paco y de ahí salen de caño. Esto es algo cada vez más generalizado”, retrata un viejo conocedor del conurbano. Por eso hubo tantos casos de delitos con violencia extrema en las últimas semanas.
Allí es donde se exhiben las limitaciones de la gestión de Milei que parten de un dilema conceptual: ¿puede un gobierno que detesta el Estado encontrar incentivos para administrarlo en forma adecuada? Por lo pronto hay desatenciones evidentes, nombramientos indefinidos y sobre todo cierta parálisis en la ejecución de partidas presupuestarias claves para motorizar la gestión. Es cuando el objetivo del déficit cero pierde su carácter virtuoso.
La ministra Sandra Pettovello se planteó el objetivo de la desintermediación de la asistencia para horadar a los movimientos sociales. Pero para hacerlo generó un peligroso bache en la distribución de alimentos. Quienes trataron con ella la notaron algo ajena a la problemática, y en una sintonía distinta a la de su secretario Pablo de la Torre, que conoce las dinámicas conurbanas desde hace tiempo. El gigantesco Ministerio de Capital Humano exhibe un cúmulo de tensiones muy complejo por el que muchos lo comparan con el otro megaministerio que nunca despegó, el de Infraestructura. Primero fue el frente gremial, después el social y ahora el educativo. Sin contar el impacto del caso Anses, un símbolo de los problemas de gestión política.
Allí la primera elegida por Milei fue Carolina Píparo. Se lo prometió en medio del entusiasmo del triunfo electoral. Petovello amenazó con pegar un portazo porque no la habían consultado y no consideraba a Píparo idónea para el cargo. Milei retrocedió y, por su sugerencia, nombró a Osvaldo Giordano, un exministro de Juan Schiaretti muy reconocido. Entonces la que se enojó fue Píparo, quien ya exhibió su descontento con votos negativos en el Congreso y mensajes en las redes. Después Milei se enfureció con Giordano porque su pareja, la diputada Alejandra Torres, votó en contra de la ley ómnibus. Petovello lo quiso mantener, pero Santiago Caputo ya lo tenía en la lista negra de los desplazados. Intercedió Domingo Cavallo, quien llamó a Milei para decirle que Giordano era un hombre respetable que convenía mantener. “Sí, pero duerme con el enemigo”, lo fletó el Presidente. El jueves hubo un debate en el Gobierno para evaluar si la Anses debía tener una conducción política, plan en el que se anotó el nombre de Sebastián Pareja (después terminó en la Subsecretaría de Integración Socio Urbana), o una técnica, que fue la que terminó imponiéndose con la idea –todavía no definida- de nombrar a Mariano De los Heros. En el medio de estos devaneos el manejo de la caja más importante del Estado está en un limbo.
Un desacople similar reportó un senador radical que esta semana recibió los llamados de Macri y del ministro Mariano Cúneo Libarona, quienes le pidieron su apoyo para la ley antilavado que el Gobierno quería aprobar antes de la próxima revisión del GAFI. Cuando les prometió su aval si había después una ley correctiva, escuchó que el vocero Manuel Adorni decía que no extenderían las sesiones extraordinarias, con lo cual el debate quedaba sin efecto.
Milei no solo desafía a todo el establishment a partir de una estrategia comunicacional e ideológica abrumadora. Allí construye un capital simbólico que le permite, por ahora, templar el impacto del ajuste. También desafía la lógica tradicional de gestionar sin hacer política clásica, sin buscar acuerdos, sin generar mayorías parlamentarias, sin calcular costos. Hace política por otras vías. Un experimento inédito a cielo abierto y con la sociedad argentina como espectadora.
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