Del relato de Cristina Kirchner solo queda la heladera
Gira a la derecha con Manzur y dispone un plan de gasto electoral que agrava mucho un acuerdo con el FMI; el Frente de Todos no tiene más horizonte que el 14 de noviembre; de la épica de la vicepresidenta solo queda el reparto de bienes para la compra de votos
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Estamos en algo connatural a la política, solo que exacerbado en este momento a dimensiones caricaturescas, que es la desesperación por el voto. Sobre todo, en el oficialismo, a pesar de que como dijo Cristina Kirchner en su carta, un sector importante del Frente de Todos, encabezado por ella, preveía una derrota.
Y ahora tratan de dar vuelta la elección, con distintas estrategias. También hay estrategias en el campo opositor. La gran cantera, en principio, que quieren explorar es la de los que no fueron a votar. Esta es una elección que marcó el récord de abstención desde que se restauró la democracia en 1983.
Estamos hablando de que la concurrencia no llegó por primera vez desde entonces al 70 por ciento. Fue una abstención superior a la de 2001, que ya había sido muy dramática. A qué se debe esa abstención es un interrogante. ¿Hay miedo a la pandemia? ¿Hay apatía?
El Gobierno mira mucho la abstención en las capas más pobres de la sociedad. Máximo Kirchner está observando el mapa de las zonas más vulnerables y le llama la atención que en lugares como cuartel V en Moreno, la abstención haya llegado a niveles del 45 por ciento. Solo el 55% fue a votar en lugares sumergidos desde el punto de vista económico.
Y la explicación que se dan es un poco autocomplaciente: “No fueron a votar porque no querían castigarnos votando a la oposición”. Esa explicación supondría que el vínculo entre los pobres y el peronismo sigue siendo el mismo. Hay datos que parecen cuestionar esa idea.
En Capital Federal y sobre todo, en la provincia de Buenos Aires, está la batalla. La misión es ir por los que no fueron a votar. También se lo plantean en Juntos por el Cambio. La estrategia es ir también por aquellos que votaron a fuerzas que, o bien sacaron un porcentaje poco abultado, o no lograron pasar el piso para que sus listas participen de la elección general.
Ahí tenemos los votos de José Luis Espert, los de Cinthia Hotton, y los de Juan José Gómez Centurión. Hacia ese electorado está mirando Santilli, también Larreta. Es donde buscan recuperar fuerzas los de Juntos, en esos votos que se supone son antikirchneristas y que van a demandar de la oposición una mayor tensión retórica: más grieta, no menos grieta, como pensaba Larreta en su carrera hacia la Casa Rosada.
A Alberto Fernández lo estamos viendo ir a lugares recónditos del conurbano. A ferias de lugares populosos y en general pobres. Quieren ir ahí -un poco abandonaron esa zona- nada menos que los kirchneristas, donde tienen su mayor representatividad.
No hay diagnóstico claro de la relación hoy entre el voto de los pobres, de los que miran la vida pública desde la marginación económica, y el Gobierno. Y qué mira el Gobierno: el avance de la Izquierda, en lugares que son muy leales al peronismo en el conurbano bonaerense.
Un avance que se puede ver en la comparación con otra elección de medio término, legislativa, de 2017. Un ejemplo: en La Matanza, el Frente de Izquierda trotskista, en 2017 sacó el 3,9% y ahora, en 2021, obtuvo 6,75 por ciento. Duplicó su caudal electoral.
En Florencio Varela, el trotskismo pasó de 3,28% a 6,36 por ciento de una elección a la otra. En Presidente Perón, el partido más pobre del conurbano bonaerense en términos estructurales, el Frente de Izquierda pasó de 3,70% a 7,1 por ciento. Es decir que hay un avance de la Izquierda no peronista, trotskista, que la convierte en la tercera fuerza de la provincia de Buenos Aires. Y esto interpela especialmente a los sectores más duros del kirchnerismo y sobre todo a La Cámpora, que está anhelando esos votos. También interpela a los movimientos sociales.
Frente a esta situación aparece -y contrastada con la desesperación del Gobierno por recuperar votos y dar vuelta la elección- una pregunta, que es la pregunta acerca de si el oficialismo está dispuesto a todo. ¿A todo qué es? ¿También al fraude? Hablé con dos dirigentes del peronismo no kirchnerista este fin de semana. Un dirigente importante del norte del país y un dirigente importante del conurbano bonaerense. ¿Hay alguna posibilidad de que haya trampa hoy en la Argentina o es una fantasía? Una fantasía en el fondo antiperonista, antipopular, que supone que el peronismo gana con comportamientos clandestinos. Y los dos me dijeron: y bueno, hay un porcentaje que se puede conseguir de manera fraudulenta.
Esa persona que milita en el conurbano bonaerense, que es un dirigente muy importante del peronismo allí, sostiene que hasta un 4 por ciento de la elección se puede dar vuelta no juntando votos sino contando votos. Eso quiere, decir comprando fiscales. ¿Cuándo? Puede ser durante el comicio, si alguien tiene la posibilidad de quebrar a un fiscal opositor de Juntos que eventualmente se ausente, que haga la vista gorda sobre la urna, o con la trampa de privilegiar a militantes del oficialismo en la designación de autoridades de mesa. También puede ocurrir lo contrario, claro.
Y después queda una segunda instancia en ese proceso, que es frente a la justicia electoral. Esto me lo explicaba gente acostumbrada a fiscalizar, que está cerca de la operación. No sé si los que me contaron esto alguna vez lo hicieron, pero hay una posibilidad de comprar al fiscal “mayorista”, que después de la elección está en el escrutinio provisorio frente a la junta electoral y si se le pone plata puede cambiar la planilla de la elección. Es algo muy importante si se tiene en cuenta que en general no se reabren las urnas. En una elección, solo se reabren las urnas impugnadas el día del comicio.
Entonces ¿cómo se determina si en una urna se votó A o B? Si aparecen dos planillas coincidentes. Eso es lo que vale. Quiere decir que puede haber una planilla del partido A y una comprada del partido B, coincidente, y eso ya decidió cuántos votos hay para cada uno en esa urna, que no se vuelve a abrir. ¿Ésto puede llegar a pasar? Seguramente no, porque la oposición va a estar afilada, no solamente en controlar el comicio sino en controlar bien a sus fiscales. Acá no hay que dar vuelta la urna sino al fiscal. Hay que prestar atención porque Alberto Fernández tiene ahora, como me dijo ese peronista norteño, al as de espadas y al as de basto en esta elección. El as de espadas sería Manzur, y el de basto, Aníbal Fernández. Esta es una vía para dar vuelta la elección.
La otra la estamos viendo y es una especie de plan económico de emergencia. Que consiste en su forma más brutal en repartir cosas. ¿Qué cosas? Bicicletas con el nombre del Gobierno, como sucede en Avellaneda; cocinas con garrafas, ya que no hay gas, algo que vimos en General Rodríguez. Y comida. Bolsas de comida que se reparten gratis en la plaza del Congreso, en José C. Paz, donde gobierna Mario Ishii. O, como se vio la semana pasada en el Hipódromo de Tucumán, directamente plata. Como no hay tiempo de ir a comprar la comida o la bicicleta o la cocina se le da plata a la gente.
Con la idea de que todo va a mejorar y que vienen tiempos más prósperos. Por detrás de esto está el plan de gastos del Presupuesto. Es algo que está anunciado en la carta que le dirigió Cristina Kirchner a Alberto Fernández, con un párrafo para Guzmán, donde le dice “hay poco déficit”. Eso no quiere decir que hay poco gasto, porque él puede decir “gasté todo lo que tenía y tengo poco déficit porque recaudé más, porque tuve retenciones que no hubiera tenido con otro precio de la soja o porque tuve el impuesto de la riqueza”. Pero ella, en la carta, sugiere, en otras palabras: “No importa cuánto gastaste, me importa que logres alcanzar todo el déficit posible. Gastá más”. Esa es la advertencia de Cristina Kirchner. La pregunta de cómo se financia ese déficit.
Hay un gráfico de la consultora Equilibra, que conducen Diego Bossio y Martín Rapetti, que compara el déficit primario, es decir, sin pago de intereses de la deuda, en distintos años y pone el ojo en el déficit de Guzmán de agosto de este año.
También revisan esos números con los años Macri. En 2016, el déficit supera el 4 por ciento, en el ‘17 también hay un déficit más pronunciado que el que logra Guzmán, solamente superado por Macri en el ‘18.
En la lectura de Cristina, Guzmán sería más ortodoxo que toda la experiencia de Macri. Entonces le dice “gastá más”.
Todo esto se recorta sobre la preocupación del Gobierno respecto de la imagen de la economía y la gestión. Hay pocas encuestas que reflejen el estado de opinión posterior a las primarias. Una es de Aresco, la consultora de Federico Aurelio, sobre la Capital Federal. En esa encuesta hay números interesantes. Voy a ir por los pronósticos sobre lo que va a pasar en noviembre. Hay que conocerlos, no porque profeticen el resultado sino porque son la hipótesis de trabajo de los que están operando en la campaña. Y qué dicen esos pronósticos: que si la elección fuera hoy, María Eugenia Vidal sacaría un punto menos que el que sacó todo el frente de Juntos por el Cambio en la primaria. Juntos por el Cambio sacó 48,19% el 12 de septiembre. Según esta encuesta, Vidal sacaría 47,5 por ciento. Leandro Santoro subiría dos puntos y Milei subiría 4 puntos. Y ahí es donde pone la mira Juntos por el Cambio, sobre todo por el voto de López Murphy, que es un voto muy ligado a la gestión económica, que es el déficit del gasto público. Y Myriam Bregman, que es del Frente de Izquierda, pasaría de 6,23% a 5,8%.
Pero importan otras cuestiones para analizar. Una de ellas es qué pasó con la imagen de los candidatos, de los dirigentes y del Gobierno, entre las primarias y estos días. Alberto Fernández subió su imagen negativa de 66,3% a 68,3% y bajó la positiva de 33% a 31%. Cristina Kirchner, entre las primarias y hoy, aumentó su imagen negativa de 60% a 71% (efecto de la carta, de la crisis, de la guerra interna a cielo abierto, es muy probable que lo que hicieron después de la elección haya sido peor que la derrota) y bajó también la positiva de 39% a 28%.
Otra consultora, Fixer, discrimina la imagen de Fernández según el votante, y lo que interesa destacar es la caída de Fernández en el votante kirchnerista. Esto es lo que le preocupa a Cristina, a Máximo, y al peronismo en general. Es la mala prestación de Fernández a su grupo como Presidente en un momento electoral.
Cae más la imagen del Presidente en el kirchnerismo que en Juntos por el Cambio, donde se mantiene estable. Hay una frustración. En el análisis sobre la gestión, hay una caída en el votante propio, en la imagen del Gobierno, un gobierno que, como dice Cristina, tiene funcionarios que no funcionan. A la cabeza de esos funcionarios que no funcionan está, para ella, Fernández. Esto explica la intervención de Juan Manzur.
En la encuesta de Federico Aurelio hay otro dato interesante, para verlo en la cámara lenta, en el mediano plazo, y es la recuperación de la que ya hablamos acá, de Mauricio Macri, que en los últimos tres meses se reflejó en una reducción de la imagen negativa -que es muy alta- de 67,6% a 58,4%. La imagen negativa se traduce en los que nunca lo votarían. En tanto, la imagen positiva pasó de 32% a 41%. ¿Hay como una especie de automatismo en la polarización? ¿Se deteriora Cristina y, sin que haga nada, sube Macri? ¿La perspectiva de crisis económica persistente lo beneficia a Macri? Hoy mucha gente cree estar peor que en la época final de Macri.
Esto a lo mejor explica ciertos movimientos de acercamiento de Larreta a Macri. A los Macri. Uno de ellos va a ser polémico. Así como Santilli se fue a la provincia, Jorge Macri quiere pasar a la Capital a hacer política. Ya lo habló con su primo. Se quiere postular como jefe de Gobierno en el ‘23, lo que rompería los acuerdos de Larreta, sobre todo con el radicalismo.
Pero lo más interesante, y no solo interesante sino escandaloso, es que el inicio de ese traspaso de Jorge Macri a la Capital se haría con la creación de un ministerio del área metropolitana de Buenos Aires, con cara a los dos lados del Riachuelo. Sería uno de los pagos, tal vez no el único, por haberse bajado de la candidatura en provincia y por haber aceptado el desembarco de Santilli. Esto, que en Juntos por el Cambio admiten que ya está decidido, significa que lo van a compensar a Jorge Macri con un ministerio. Es el mejor acto de campaña que puede hacer Larreta en favor de Milei. Corrobora todas las presunciones con las que Milei activa a su propio electorado: más gasto público y arreglos políticos con el dinero de los contribuyentes. Más casta imposible. Habrá que ver si insisten con esa estrategia por la que Milei, si está enterado, debería estar feliz.
En la encuesta de Aurelio, aparece un resultado interesante sobre las expectativas. Compara desde la primaria hasta ahora. Las expectativas desfavorables subieron del 57% al 59 por ciento en dos semanas. Las favorables cayeron del 33% al 34 por ciento.
Esto explica el plan de gasto del Gobierno en esta campaña. La consultora de Rapetti y Diego Bossio se imagina qué consecuencias macroeconómicas podría tener este gasto desenfrenado al que apelará el Gobierno para dar vuelta el voto. Y en esa línea, mejorar el salario de los sectores medios, de los jubilados.
La consultora imagina tres escenarios: uno en donde el Gobierno agrega $132.000.000. Con ese dinero se llevaría a 15 mil pesos la AUH, habría mejores refuerzos en jubilaciones, entre otras cosas.
Es interesante que según el análisis en este escenario, moderado, el déficit llegaría a 1,5 billones de pesos, y tendríamos un nivel de intervención del Banco Central sobre el mercado de 1600 millones de dólares para impedir una devaluación.
En ese escenario más cauteloso el Banco Central quedaría con reservas de US $3400 millones. En un segundo escenario, en el que el Gobierno gasta $217.000 el déficit pasaría a 1,6 billones. Y el gasto para intervenir en el mercado sería de US $2250 millones de dólares. El Central quedaría con US $2300 millones de reservas. Y después habría un escenario enloquecido, donde el gobierno gasta $300.000 millones, en el que el Banco Central tendría que gastar US $2600 millones y el déficit primario sería de 1,7 billones, las reservas quedarían en US $1700 millones. Es decir que se estarían patinando las reservas del Banco Central en dar vuelta la elección de noviembre.
Esto se va a pagar en algún momento, sobre todo si el Gobierno insiste en ir a un acuerdo con el FMI. Y si decide no ir a un acuerdo con el Fondo Monetario, habrá una crisis que hará su propio trabajo de manera mucho más inclemente que como lo hace la política. ¿Quién va a ajustar en la Argentina? ¿La política o los mercados? Sea como sea, vamos a un ajuste, y la verdadera campaña es el ajuste, que lo vemos en el presupuesto que mandó Guzmán al Congreso. Se lo están desfigurando, pero igual ese Presupuesto tiene algunos rasgos que nos hablan de un ajuste muy distinto del clima que se quiere transmitir con el reparto de bienes, el mayor gasto, los números que le gustaría ver a Cristina en ese plan económico.
El Presupuesto que manda Guzmán ya está siendo analizado por los diputados. El primero que pica en punta es el diputado de Consenso Federal Jorge Sarghini, especialista en revisar los números. Sarghini es experto en temas fiscales, pasó por Hacienda, conoce mucho.
El observa que Guzmán propone un crecimiento de 4 puntos del PBI, que puede ser verosímil. Pero una inflación del 33 por ciento es increíble. Es como la misma mentira de este año cuando nos prometía que iba a ser del 29 por ciento, y lo juraba, cuando todo el mundo sabía que iba a ser mucho más. Este año la inflación va a estar en 48 por ciento. Y tenemos que ver cuánto están remarcando precios los que miran el plan electoral. El año que viene no hay nadie que piense una inflación inferior al 45 por ciento. Si no va a ser inferior a eso, es un disparate pensar, como piensa Guzmán, que el dólar a fin del año que viene va a estar a $131. Aún con la inflación que él propone, 33%, sería imposible que no deba devaluar mucho más.
Encima tenemos aumento de tarifas, lo propone Guzmán, y segmentación que es lo que no quiere La Cámpora. Aumento de tarifas para un sector de la sociedad y no para otro. Es sensato. Pero es la gran discusión que produjo un dolor de cabeza a Guzmán cuando Federico Basualdo se le insubordinó. Sigue insubordinado. Hay que prestar atención, por un lado, al plan económico de campaña; pero por otro lado al presupuesto que nos dice que el Gobierno va hacia un ajuste. Y esto es importante porque está cada vez más claro que el oficialismo, sobre todo si no gana, va a estar discutiendo consigo mismo acerca de si conviene hacer un acuerdo con el Fondo. Sergio Massa, que sigue aspirando a ser ministro de Economía y por eso le desfigura el Presupuesto a Guzmán, cree que él puede encontrar una salida sin el acuerdo con el Fondo, pagándoles por adelantado a los bonistas privados, sus amigos de siempre, y pedaleando políticamente la relación con el organismo multilateral. ¿Cuánto hay de plasticidad política en esos acuerdos con el Fondo? Nadie sabe del todo.
Qué es lo importante: el Gobierno está mirando al 14 de noviembre y no más allá del 14 de noviembre. Detrás hay una gigantesca incógnita. Como lo demuestra la carta de Cristina, que viene a intervenir el Gobierno, y cometer un error incluso, al decir “yo lo puse a Manzur”, con lo cual queda absolutamente involucrada en la gestión de Manzur con todo lo que eso significa. Una vicepresidenta que en octubre nos había dicho “gobiernan ellos” (Fernández y su equipo) y que “es mentira si alguien les quiere hacer creer que yo influyo en el Gobierno”.
Hay una consultora que se llama Horus, se dedica a examinar las redes sociales, la sensibilidad en las redes. Y analizó cómo cayó en las redes la carta de Cristina. Un 69% -en las redes sociales, que es un público especial y sobre todo los más jóvenes- se desató en contra de la carta, y algunos de manera muy agresiva. Solo 10 por ciento la festejó y un 21 por ciento no respondió.
Hay cierto desquicio en la conducción del Frente de Todos que puede deberse también a la angustia judicial, que contamina siempre en la política. Cuando la cuestión electoral se cruza con el riesgo que plantea el Código Penal, la política empieza a mostrar deformaciones.
Cristina Kirchner está mirando lo que pasa en la Corte que se configuró. Es una Corte cuyo flamante presidente, Horacio Rosatti, no es querido ni en el kirchnerismo ni en el macrismo. Un milagro que hay que agradecer.
Es una Corte con mucha guerra interna. Lorenzetti trató de vaciarle la Corte a Rosatti no yendo a votar y arrastrando a Highton de Nolasco. Se difundió un pedido de allanamiento que, en realidad, es un pedido menor de un fiscal por una intervención en la obra social del Poder Judicial que conduce Juan Carlos Maqueda. La noticia se presentó de manera muy agresiva en la prensa ligada a Lorenzetti. Sigue la guerra en el máximo tribunal.
Algunos se preguntan qué va a pasar con la Corte y la Justicia después de noviembre. Es un signo de interrogación. Mucha gente cree que si sale derrotado el Gobierno se reactivarán muchas causas contra Cristina. Y otros están mirando un tema más estructural, que es si la Corte va a fallar sobre la inconstitucionalidad de la Ley que rige el Consejo de la Magistratura, lo que obligaría a ese organismo a adoptar una conformación anterior, menos politizada.
En el Consejo de la Magistratura hay un enorme jaleo por los concursos que vienen. Inclusive hay un candidato a la cámara contencioso administrativa que hizo una larga presentación tratando de demostrar que en el concurso para ese cargo que compite, se entregaron los exámenes antes de tiempo para que los conozcan algunos privilegiados. El abogado se llama Juan Manuel Soria. Está impugnando el concurso, un concurso interesante porque tiene mucho por ganar Aníbal Fernández, porque se postula Miguel Nathan Licht, también amigo de Lorenzetti. Esto puede ser, en un par de semanas, un escándalo.
Mientras tanto, hay un oficialismo desconcertado. Todo un sector progresista del kirchnerismo ve que ahora lo gobierna una especie de Carlos Menem, llamado Juan Manzur.
Cristiano maronita, muy ortodoxo como cristiano, participó de una misa en el templo maronita, este fin de semana, en desagravio porque hubo una profanación. En una imagen de esa misa se lo puede ver a Manzur y Samira, la hija de Manzur, donde él se pudo abrazar con una representante del Opus Dei, la derecha de la Iglesia Católica, en un gobierno que se envolvió en la bandera de la despenalización del aborto.
Hay incomodidad. Incomodidad con la posición de Manzur en materia internacional también porque su referente internacional es Luis Almagro, el secretario general de la OEA, el jefe de los antibolivarianos. Fue el que denunció fraude de Evo Morales en Bolivia, allí donde Alberto Fernández ve un golpe de Estado. Esto es Manzur, desconcertante para buena parte del oficialismo, que ahora lo ve en un proyecto presidencial. El dice “soy Juan 23″, porque quiere competir en el ‘23, reemplazando o eclipsando al Presidente en el manejo del poder. La primera víctima de todo esto es Sergio Massa, porque él quería ser Manzur. Él quería ser el que viniera de la centro derecha a rescatar al gobierno con funcionarios que no funcionan. De Pedro está mirando: ¿seguirá siendo ministro del Interior o la relación con los gobernadores la va a tener Manzur, que se propone como una especie de representante del peronismo federal?.
En la provincia sucede algo parecido, con la humillación para Axel Kicillof de tener que firmar él la designación de Insaurralde, que concentra, para la mentalidad de Kicillof, todo lo peor. Entre otras cosas, el contubernio entre política y juego en el conurbano bonaerense. Y un desembarco de intendentes que le toman el gobierno a Kicillof. Algunos de ellos tienen la fantasía de decir: “Como yo renuncié antes de que se cumpla la mitad de mi mandato tengo derecho a la reelección”.
La otra pregunta es si se recupera el oficialismo, quién gana: ¿Gana Cristina o Manzur? ¿Kicillof o Insaurralde? Esta es una pregunta que se hacen todos: ¿Para quién estamos trabajando? Por qué es tan importante esta pregunta, porque el verdadero liderazgo se cifra en la capacidad del líder para explicar hacia adónde conduce a su grupo para elaborar una imagen del futuro. El futuro del Frente de Todos se aproximó, se acortó hasta el 14 de noviembre. Del relato épico de Cristina Kirchner, hoy por hoy, lo único que queda es un reparto de heladeras.