Del kirchnerismo a Milei y Caputo, cambio de manos en el joystick de la política argentina
El oficialismo garantiza el tablero electoral de 2025 que más le conviene: con Cristina adentro; busca manejar las variables políticas y conducir a la ciudadanía hacia el miedo al kirchnerismo
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Mientras el gobierno de Javier Milei enfrenta un dilema, Mauricio Macri y Pro se aferran a una esperanza. Los dos juegan con la misma ficha, la de la baja de la inflación, cada uno con su sistema de apuestas. Para Milei, la baja de la inflación es su mayor logro, pero también la paradoja más inquietante: cuando la presión económica disminuye, las aspiraciones del votante pueden moverse hacia otros territorios menos urgentes y prosaicos, por ejemplo, la institucionalidad, o la lucha anticorrupción. Por eso, para el gobierno, el gran riesgo no es tanto el kirchnerismo de Cristina y Máximo Kirchner sino Mauricio Macri y el cuadrante de derecha.
El riesgo es una elección legislativa que en 2025 le devuelva algo de fortaleza al tercio que peor quedó plantado con el triunfo de Milei. Si la “centro derecha” recupera tan sólo algo de votos, al mileismo se le empiezan a escurrir. La pecera donde pescan se superpone. Quedó demostrado en las elecciones de 2023.
Ante ese escenario es que el mileismo necesita la rueda de auxilio de la polarización: la ira anti cristinista mantiene presa a la ciudadanía del miedo al regreso del kirchnerismo inflacionario. Milei y su estratega Santiago Caputo manejan la política de la ira como si fueran croupiers. Con la ira, la casa gana.
Detrás de Milei y sus estrategias, funcionaría una certeza: la necesidad de repetir el modelo de miedo 2023 y que con ese horizonte por delante, votar a Milei se presente como el mejor antídoto. Por eso el joystick de la playstation política acaba de pasar de manos de Cristina y Máximo Kirchner a Milei y su mago político, Caputo. Con motricidad fina de estrategas acostumbrados a manipular joysticks, ahora reponen en el escenario la polarización con Cristina Kirchner para reinstalar una sensación en particular: la sensación de balotaje. El Affair Ficha Limpia y el salvavidas arrojado a la cabeza de Cristina Fernández encuentran explicación dentro de ese marco conceptual. La excusa es el fair play: “No queremos generar la sensación de proscripción”, argumentó el jefe de Gabinete Guillermo Francos. La realidad es otra.
La polarización no es sólo con el kirchnerismo. Polarizar es el verbo que mejor conjugan Milei y Caputo. Es el que más les conviene. Hay enemigos varios con los que polarizar: la cosa se define en el día a día. El fin de semana, el narcotráfico ofreció un camino de polarización inesperado: el video de una banda narco amenazando a Patricia Bullrich y Maximiliano Pullaro podría resultar una muestra de debilidad de la política de seguridad del gobierno. Por ahora, esa polarización entre el oficialismo mileista y el narco recargado termina resultando una oportunidad para el gobierno para copar la escena política y mostrar la firmeza y la jerga que más le resulta: la de administración y orden cueste lo que cueste, en todos los frentes, no sólo en la macro. Lo del video narco se presenta como un fogonazo en un historial de reducción del crimen narco que hasta ahora, beneficia al gobierno. Por eso hoy esa polarización le juega a favor.
La calidad institucional y el paso en falso del gobierno con la “ficha limpia”, ofrendó nuevos enemigos: renacieron polarizaciones. El macrismo y la Coalición Cívica se encontraron al fin con una polarización a su favor: el gobierno quedó del lado del enemigo de una ciudadanía muy crítica de la corrupción. A esa oportunidad opositora, el oficialismo respondió redoblando la polarización, inclusive con la oposición afín. Los libertarios se esforzaron por bajarle el precio a la entereza republicana y moral de Elisa Carrió y Mauricio Macri, que cuestionaron duro al gobierno por su boicot a una política anticorrupción como la “ficha limpia”. Milei mismo polarizó con Carrió en X, y rebajó su condición de luchadora contra la corrupción: “Pitonisa de la Moral”, la llamó y buscó convertirla en corrupta por contar con custodia armada. También en X, la cuenta de Las Fuerzas del Cielo hizo lo mismo con Macri: “Mauricio. Por décima vez, no te vamos a dar la Hidrovía”, posteó en respuesta a Pro Argentina. Macri y su jugada institucionalista rebajada a las artimañas de un lobbista en busca de cargos públicos y cajas políticas. En los últimos días, abundaron esas alusiones para perforar la identidad política basada en la lucha anticorrupción y la calidad institucional.
En el caso de Macri, el éxito paradójico del gobierno anti inflacionario de Milei depara una esperanza: que la sociedad se saque de encima el miedo al regreso de la inflación y al retorno del kirchnerismo emisor y deficitario y en 2025, vuelva a los sueños de mayor calidad democrática. Mientras Milei agita ese miedo, a Macri le conviene que se disipe. En ese caso, el voto macrista y filo centro derecha variopinta, volvería a su redil: el embanderamiento detrás de la resistencia republicana. Por eso, la polémica en torno a la ley de ficha limpia llenó de expectativa a las huestes macristas: en ese debate, Macri y Pro quedaron como abanderados de la lucha anticorrupción.
En el macrismo, circuló mucho una encuesta de Casa 3, de la encuestadora Mora Jozami, que mostró resultados elocuentes: el 78 por ciento de los argentinos está de acuerdo con el proyecto de ficha limpia. Milei quedó off side hasta con sus propios votantes: el 90 por ciento apoya ficha limpia. Entre los votantes de Patricia Bullrich, lo apoya el 92 por ciento. Macri quedó, en cambio, del lado de la opinión pública mayoritaria. En 2025, según esta composición de lugar, el voto republicano no se identificaría tan directamente con Milei. De ahí la necesidad de Milei de reponer el fantasma de Cristina Kirchner y del regreso de la irracionalidad macroeconómica.
Moviendo para que entre a jugar fuerte el kirchnerismo, el oficialismo garantiza el tablero electoral de 2025 que más les conviene: con Cristina adentro. La estrategia es manejar las variables políticas como si estuvieran jugando los juegos del hambre: sacar y poner fichas políticas para conducir a la ciudadanía hacia el miedo al kirchnerismo, otra vez.
Detrás de esa visión política, hay una teoría de la motivación popular y un modelo de las necesidades sociales. Como si fuera una especie de Pirámide de Maslow de la motivación de la conducta humana, ahora aplicada al terreno político y sobre todo, al tablero electoral. En la base del modelo del psicólogo estadounidense Abraham Maslow están las necesidades fisiológicas: una vez satisfechos el hambre, el descanso, la vivienda, entre otras, las personas pueden elevar sus aspiraciones. Del mileismo al macrismo, hay una lectura similar aplicada a la sociedad.
Ambos miran lo mismo: ya satisfecha la necesidad social básica de una inflación controlada y de una macro encarrilada racionalmente, la ciudadanía está lista para tomar decisiones de otro tipo, más ambiciosas en lo político y lo institucional. De hecho, desde septiembre, la inflación bajó hasta el sexto lugar de la Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés. En noviembre de 2023, en cambio, la inflación era la mayor preocupación de los argentinos. El gobierno de Milei produjo ese cambio de tendencia.
Para los macristas, cuánto más exitoso y más sostenible sean los logros económicos de Milei, más chances para su propia recuperación política. Es más: si la naturalización de la estabilidad macroeconómica alcanza los dos años, ven una oportunidad todavía mayor. Al contrario, con el miedo económico dejado en el pasado, para los mileistas el riesgo es que el voto popular se vuelva un electrón demasiado libre. A mayor baja del índice de inflación y mejora general de los indicadores macroeconómicos, más libre la ciudadanía a la hora de votar. Controlado el hambre, la gente se percibe más libre. Ahí es donde Cristina Kirchner entra en la ecuación de Milei y Caputo: la ira anti cristinista frena la elevación de las aspiraciones sociales.
Con la polarización, Milei acota la libertad de los votantes que vuelven a la opción del mal menor, o del miedo menor. Es la lógica del balotaje pero llevado al terreno de la elección legislativa. Convertir a la elección legislativa en un plebiscito del gobierno de Milei. Evitar así que los votos prestados de 2023 sean átomos libres en busca de una representación de mayor amplitud temática.
“No vamos a hacer ni política fiscal ni monetaria para tratar de influir en el resultado electoral”, anunció ayer Milei. Está claro que el oficialismo libertario no caerá en un “plan platita” emisor e inflacionario al estilo Massa, o cristinista en general. La inflación a la baja está en su naturaleza. Pero se ve cada vez más otra hilacha. Por un lado, la del joystick moviendo los hilos macro pero todo, a diferencia del kirchnerismo, para garantizar la caída de la inflación. No está claro que con eso alcance. Sobre todo si, por otro lado, el gobierno se pone sus propias trampas: las que llevan del Affair Ficha Limpia a la Corte y Ariel Lijo, es decir, si hace pedazos la ficha de la institucionalidad.
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