Debate porteño: un intercambio amigable, con temor a salirse del libreto
Los candidatos porteños tuvieron este jueves su espacio autónomo de confrontación, la posibilidad de discutir sus propios tópicos más allá del peso de la elección nacional. Pero el excesivo cuidado por evitar errores privó de quiebres a la discusión. Horacio Rodríguez Larreta, Matías Lammens, Matías Tombolini y Gabriel Solano atravesaron sin sofocones el debate. Pero ninguno logró sobresalir.
La falta de sorpresas favorece a quien debe defender el título antes que a los retadores. Rodríguez Larreta aprovechó el manejo preferencial de las cifras de la administración porteña, el flanco más sólido que puede exhibir el jefe de gobierno, para afirmarse. En su caso, la cualidad convive con las dificultades para dotar de sensibilidad sus palabras.
Lammens, del Frente de Todos, era el contendiente obligado a prevalecer porque es quien tiene la posibilidad matemática de alcanzar a Rodríguez Larreta. Comenzó con dudas, ganó confianza a medida que avanzaron los diferentes bloques. Sus estocadas finales, por ejemplo, las referidas a las condiciones de transporte en el subte o la falta de nuevos hospitales, marcaron sus puntos más fuertes. Pero la forma como regaló segundos fueron la prueba de su nerviosismo. Aprobó el examen pero no logró destacarse.
Tanto Rodríguez Larreta como Lammens evitaron alusiones a los referentes nacionales de sus fuerzas políticas. Mauricio Macri, Alberto Fernández y Cristina Kirchner estuvieron ausentes en sus intervenciones. A sabiendas de la particularidad del votante porteño, uno y otro eligieron acotarse a la ciudad. Una vez más, la consigna predominante fue evitar tropiezos.
El jefe de gobierno porteño repasó logros y promesas para un eventual futuro mandato, como nuevas cámaras de seguridad y la eliminación de las barreras del ferrocarril Sarmiento. Lammens intentó señalar carencias, como las alusiones a los efectos de la crisis económica. "Yo sigo con las propuestas", contestó el jefe de gobierno ante las críticas.
El único esgrima personal fue cuando Rodríguez Larreta le recordó a Lammens los proyectos compartidos en el Bajo Flores, uno como jefe de gobierno porteño, el otro como presidente del club San Lorenzo. "Nunca me hiciste un comentario", aguijoneó Rodríguez Larreta. "Quisiste que fuera candidato de tu lista, pero tenía diferencias", le devolvió Lammens. Se conformaron con el empate.
El lavagnista Matías Tombolini fue el encargado de traer a los referentes nacionales a la contienda: aludió repetidas veces a la política económica de Macri para lastimar al jefe de gobierno porteño, y a Lammens le recordó su sociedad electoral con Cristina Kirchner. El candidato del Frente de Todos prefirió ignorar la mención antes que enredarse en el berenjenal. Tombolini arriesgó humoradas: "Es como un reality", comentó. Son los beneficios de tener menos que perder.
Gabriel Solano, del FIT, apostó a emparejar con sus críticas a Cambiemos y al peronismo, a juntarlos en una misma bolsa: recordó las votaciones conjuntas en la Legislatura y calificó de "cómplice" al Partido Justicialista. El contendiente de la izquierda se mostró cómodo con los cuestionamientos generales sobre la educación y la salud. Pero más lejano en cuanto a las propuestas vecinales específicas.
A lo largo de los bloques, la cautela prevaleció hasta la exasperación. Para Rodríguez Larreta pudo ser un buen negocio. Los debates nunca son determinantes, pero pueden confirmar o revertir presunciones. No afecta a los convencidos, pero incide en los dubitativos.
Anoche se cerró una discusión, aquella que se siguió en vivo por las pantallas, una lectura más emotiva que racional. Luego comenzó el otro debate, aquel que los operadores digitales de cada fuerza buscarán ahora imponer con lecturas acotadas de la discusión para magnificar los aciertos de sus candidatos y ocultar los errores. Para entonces, el atractivo de la espontaneidad ya será parte del pasado.