De Río Gallegos al Golf de Olivos, las huellas que dejó un exfuncionario acusado de corrupción en los corredores viales
Cuáles son algunas de las pruebas que acumula la Justicia para avanzar sobre Gustavo Gentili, extitular del Occovi
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Cuentan que se enamoraron en un avión, volviendo de Río Gallegos. Él trabajaba en Vialidad Nacional y conocía a quienes tenía que conocer. De Julio de Vido a Lázaro Báez; ella vendía paquetes de televisión por cable. Eran otros tiempos. Se casaron en el hotel Alvear, con una lista de invitados que, mucho después, desnudaría una notable correlación con los expedientes de la corrupción de las últimas dos décadas.
Ahora, él, Gustavo Gentili, quedó procesado por negociaciones incompatibles con la función pública, embargado y con prohibición de salir del país. Él y ella, Laura Andino, también quedaron procesados por lavar al menos US$ 1 millón a través de una operatoria offshore destinada a ocultar el dinero de la corrupción y justificar su nivel de vida. Ese mismo nivel de vida que terminó por exponerlos. A ellos y a los empresarios que la financiaron.
La ostentación resultó excesiva. Él y ella trabajaban como funcionarios públicos –él, al frente del Occovi, a cargo de controlar a las concesionarias viales; ella, como la interventora de Ausol-, pero eran capaces de gastar US$ 28.000 en unas breves vacaciones en Punta del Este. O regalarse lapiceras Mont Blanc; entre ellas, una de oro macizo con rubíes. Por delicadeza, los representantes de la firma fueron a cobrar al country.
Ya procesados, el juez federal Sebastián Casanello y el fiscal Federico Delgado quieren avanzar ahora sobre dos ejes. El primero, el presunto enriquecimiento ilícito de Gentili, con la participación de su esposa, varios colaboradores locales y al menos dos financistas uruguayos: Daniel Pérez Montero y Alberto Ribeiro Ricci.
“Los financistas uruguayos Daniel Pérez Montero y Alberto Ribeiro Ricci”, explicó Casanello al dictar los procesamientos, “habrían llevado a cabo junto a Ricardo López Naón, César Martín Obiglio, Laura Andino y Gustavo González, una operación financiera tendiente a disimular y poner en circulación en el mercado legal la suma aproximada de un millón de dólares estadounidenses provenientes de un ilícito penal, con la finalidad de obtener su apariencia de licitud y ocultar su fuente de origen”.
Una carta sirvió de pista judicial
Ese esfuerzo por ocultar el origen delictivo de los ingresos de la familia Gentili quedaron en evidencia una y otra vez, según corroboró la Justicia. Y acaso el ejemplo más elocuente ocurrió cuando los sabuesos judiciales encontraron una carta que redactó uno de los cómplices de Gentili, López Naón, mientras buscaba comprar las acciones de una consultora. Allí detalló que lo hacía en nombre de un amigo, al que identificó como Gustavo, que era funcionario del Estado y que, por tanto, era “imposible que él figure en la consultora”, aunque al mismo tiempo “resulta obvio que Gustavo tiene todos los fondos para la operación”.
El segundo eje pendiente para el juez Casanello y el fiscal Delgado es determinar cuál fue el rol de las empresas integrantes de los corredores viales que contrataron a la consultora de Gentili, Consular, pagándole el 1,5% de sus ingresos.
Las relaciones entre Gentili, Andino y los empresarios eran promiscuas. Por un lado, lograron que ciertas empresas contrataran sus supuestos servicios. Y así fue como ella, por ejemplo, cobró como empleada de Iecsa, la constructora que por entonces controlaba Angelo Calcaterra, primo de Mauricio Macri. O lograron que otras empresas, como Roggio, contratara a Consular, que Gentili controlaba en las sombras.
Esa misma consultora también recibió el 1,5% de los ingresos de los consorcios que se quedaron con al menos dos corredores viales. El corredor vial 4, con el consorcio “Carreteras Centrales de Argentina”, formado por tres empresas que luego figuraron en la causa “Cuadernos” -Corsan Corviam, Luis Losi y Lemiro Pietroboni-, y una cuarta, CCI Construcciones, cuya quiebra se declaró en 2018. Y el corredor vial 8, con “Corredor Central S.A.” –integrado por otras tres empresas de los “Cuadernos” –Supercemento Luciano SA, y Petersen, Thiele y Cruz, de la familia Eskenazi–, y Polan SA.
Para los Gentili, todo el esquema ilícito resultó redituable durante muchos años. Les permitió sostener una mansión en un country, 11 hijos, 6 empleadas de limpieza, 3 niñeras, 2 choferes, al menos 2 departamentos en Uruguay y otras posibles propiedades –incluyendo un campo- en Chaco. También, viajes en primera para toda la familia, colegio privado para los más chicos y universidades privadas para los mayores, además de una larguísima lista de actividades extracurriculares. Entre ellas, clases de golf en el Olivos Golf los domingos por la mañana.
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