De no creer | A Javier lo vuelve loco el papel de loco
Milei no tiene un pelo de idiota y ha demostrado a diario sus increíbles dotes actorales; la pasión compartida con Alberto y el método infalible para conectar con electorado
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Al bueno de Mahatma Gandhi le hacen decir: “Si hay un idiota en el poder, es porque quienes lo eligieron están bien representados” (en realidad, lo dijo el brasileño Aparicio Fernando de Brinkerhoff, periodista, escritor y célebre humorista político). La máxima ha vuelto circular hoy en las redes después del batacazo de Milei. Ojo, Milei de idiota no tiene un pelo. Es el más vivo de todos; un pillo bárbaro. Pero anoche, escuchándolo al ser proclamado enterrador de la casta, volví a preguntarme cómo debería catalogarse a alguien así; alguien tan incorrecto a propósito, tan devoto del trumpismo y el bolsonarismo, tan estéticamente incómodo a la vista y al oído; tan Milei. En esas cavilaciones estaba yo, además de perplejo y asustado, cuando me contestó: le dedicó el triunfo a sus “hijos de cuatro patas: Conan, Murray, Milton, Robert y Lucas” (Robert sin ese, please, no confundir). Un tipo que vive con cinco perros, los considera sus hijos, contrata a una bruja para que lo conecte con uno que se le murió, les dedica el triunfo y los nombra uno por uno mientras se presenta como el mesías del país, ya casi que exime de ser catalogado. Pensé: oia, estamos pasando de la mimética relación de Alberto con Dylan al vínculo patológico de Javier con sus cinco adorables mascotas. Un descenso en la escala zoológica.
Personas que han conocido de cerca a the dog man aseguran que no está loco: solo se hace el loquito. Buenísimo, un alivio. ¿Alivio? Qué raro mecanismo psicológico llevará a un cuerdo a comportarse como si estuviera fuera de quicio; no en la intimidad, no con amigos, no después de algunas copas, sino frente a multitudes, en raids mediáticos, en foros de lo más serios, en el Congreso de la Nación. Ensayo una respuesta: es un actorazo; un intérprete aferrado escrupulosamente al guión, sobre todo si eso se traduce en votos: ya estrafalario, ya intolerante, ya perturbado, según lo que pida la escena. Javi, piedra libre, te dimos la cana: te encanta el papel de loco; te vuelve loco.
Su consuetudinaria bronca, por ejemplo, ¿será representación o estará realmente enojado? En cualquier caso, un genio. A un electorado que está que trina, Horacio le ofreció terminar con la grieta, cultura del acuerdo y responsabilidad, casi en modo Daniel Scioli. No, Horacito: la gente cavó una grieta que la aleje de la clase política, y más que votar emprendió lo de ayer como un combate contra esa clase. ¿Acuerdos entre políticos? Vade retro, Satanás. Patricia Bullrich ofreció guerra sin cuartel al kirchnerismo, al populismo, lo cual la acercó un poco más a esa bronca de millones de argentinos; especialmente, de los argentinos convencidos de que Cristina es la nube que trajo la lluvia ácida. Pero Pato se pasó una eternidad de meses mostrándole los dientes a Horacio, diferenciándose del buenismo de Horacio, peleándose con Horacio, mientras que, en sus alegatos antisistema, Milei veía Cristinas y Horacios en todos lados; a diestra y siniestra. Perdieron el buenismo de Larreta y el malismo de Patricia; ganó Milei, y habrá que ver si no es lo mismo.
La oferta más audaz fue la de Massita: se ofreció él.
Dicho esto, me pareció muy bueno el feo discurso de Milei. ¿Me gustó lo feo? Marche urgente una explicación. Acá va. Es feo porque grita, los ojos le salen de las órbitas, repite siempre las mismas cosas, se presenta como el salvador de la patria, promete ir a degüello, convierte a sus perros en seres sobrenaturales… Y me pareció muy bueno porque gritó, repitió su cantinela, se presentó como el salvador de la patria, beatificó a Conan, Murray, Milton… ¡Fue con esos desbordes, extravagancias y discurso mesiánico que llegó hasta acá! Así, con un espectáculo en el que se sublima lo desagradable, se convirtió en éxito de taquilla. Sus promesas pueden resultar disparatadas, pero hay que ver lo rendidoras que son. Por ejemplo, la dolarización. Anoche, un meme lo expresaba bien. Un señor con tonada de paisano ensaya que sale de compras al almacén: “Por favor, deme dos dólares de pan y cinco dólares de salame”. Al final, la voz agauchada aconseja: “Ya tenemos que ir practicando”.
Practique tranquilo, buen hombre, que la dolarización tiene el destino de la “mayor institucionalidad” de Cristina, los “brotes verdes” de Macri, la “mesa del hambre” de Alberto y la terminante promesa de Massita de no devaluar.
Practique tranquilo, sin apuro, que habrá peso, devaluado, por los siglos de los siglos.
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