De no creer | El dedo de Cristina ya no es lo que era
La ceremonia de recambio en el poder fue pródiga en imágenes potentes; la vice en llamas, el fantasma de Alberto y los gestos de Milei a “la casta”
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Estoy en problemas. Quiero escribir una nota sobre las imágenes de hoy al mediodía, pletóricas de esperanza, y la primera que me viene a la cabeza rema en contra: el fuck you de Cristina. Por Dios, qué pesadilla. Me encantaría recrear el fervor del pueblo volcado a la plaza para aclamar a Milei, y vuelve a irrumpir ella, tan ella, izando el dedo del medio de la mano derecha mientras camina de espaldas a la gente. Supongo que acaban de insultarla, de gritarle “corrupta”, o “devolvé lo que te afanaste”, lo cual no justifica, creo, ese descenso a los infiernos de la urbanidad republicana. Intento eliminar la foto de mi memoria, y después eliminarla de las fotos borradas, y no lo consigo. Urgente: un terapeuta, un counselor, un amigo, alguien. Para Cristina.
Lo peor es que si, por momentos, la maldita imagen pasa a segundo plano, es reemplazada por otra no menos perturbadora. Ahora, adentro del Congreso. Milei está jurando, con toda la unción y solemnidad del caso, y la vice en retirada, coprotagonista de la escena como presidenta de la Asamblea Legislativa, se lleva las manos a los bolsillos. Repetirá el gesto varias veces. ¿Estará haciendo el fuck you a escondidas, ahora también con la izquierda y ya no dirigido al pueblo, sino al flamante Presidente? Cris, te llamo a recato. Pensar que tu dedo, convertido en dedazo, supo marcar personas y rumbos. Te enojabas, digamos que con razón, cuando Alberto, en un estrado, tomaba agua del pico de la botella. Y resulta que vos, en la asunción del Presidente, embolsillás las manos cual adolescente superada. Ya sé: tenías frío, se te estaban congelando. Lógico: fuera del poder, la temperatura baja.
Por supuesto, no comparto el espíritu del meme que se pregunta qué atesorabas en tus bolsillos para estar tan pendiente de ellos. Prometo no contarle a nadie que te estabas llevando la lapicera.
Mi archivo, obsesivamente selectivo, retiene además el oufit de la señora, en total red, haciendo juego con su pelo y, me da por pensar, con su ánimo: está en llamas. Se acerca a recibir a Milei en el ingreso al Palacio; él le concede una sonrisa y ella le devuelve la cortesía: un rictus agrio (reflejo del alma, me digo). “Tenés que firmar”, le ordena secamente a Milei frente al libro de actas. Mandona pura hasta la sepultura, corre a la gente, se abre paso, parece querer que el trámite termine cuanto antes. Al concluir la ceremonia, se retira sin saludar a su sucesora, la vicepresidenta Victoria Villarruel. “Su sucesora”: soy dañino hasta sin darme cuenta.
En quinto o sexto plano, obvio, Alberto se hizo un lugar en la galería con su ingreso al recinto para entregarle al nuevo presidente los atributos de mando. La locutora anuncia su llegada: la Asamblea hace silencio, entra, no se deshace el silencio. My God, fatal secuencia. Ni un mísero aplauso para el profesor, ni una voz, ni un aliento, nada. Igual al irse: ni siquiera había alguien para correrle la cortina. Lo juro: sentí que se me estrujaba el corazón. Pobre muchacho, tanta expectativa cuatro años atrás, tanta fanfarria, y deja el cargo así. Propongo que se erija un monumento que le haga justicia: Alberto de espaldas, yéndose.
Por fin logro centrarme en Milei. Vimos una buena versión, ¿no? Como que dio el do de pecho. Contenido, formal, sin hacerse acompañar por un cotillón de perros, leones y motosierras. No me gustó eso de hablarle a la gente y no a diputados y senadores. ¡Necesitás que te voten las leyes, Javier! Qué te costaba tirarle un hueso a la casta. En todo caso, una perorata corta adentro y otra más larga afuera. “Dirigir el discurso inaugural al pueblo y no a sus representantes es populismo. Milei, que prometió barrer a los populistas, no debería empezar así”, lo amonestó Loris Zanatta. El tano es picante, Javier, mejor tenerlo de tu lado.
Me gustó, sí, el discurso, y no lo digo por haber aportado –no pude negarme– los párrafos salientes. Creo que describió muy bien la herencia, aunque con énfasis en lo que quedó y no en lo que vaya a saber dónde está. Fue sincero: no hay plata, se viene el ajuste. Pero, cada tanto, que nos mienta un poco. Podría hablarnos, por ejemplo, de “brotes verdes”. Bueno, seguramente debe haber otras metáforas.
Uh, me vuelven a invadir las imágenes de Cristina. No puedo terminar así, qué bajón. OK, reescribamos la escena. Cris oye que le gritan corrupta y, como toda respuesta, con el dedo índice señala el cielo. Está queriendo decir que se la agarren con Él. Con Néstor.
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