De Milei al kirchnerismo, el bloqueo argentino y la política de la crueldad
Mientras la fuerza kirchnerista dura se instaló en una identidad obstruccionista, la oposición dialoguista presenta vsiones enfrentadas, que se referencian en Martín Lousteau y en Miguel Ángel Pichetto
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No solo Javier Milei acaba de cumplir seis meses en el gobierno. También la oposición cerró el balance de su primer semestre de acción política del otro lado del mostrador. Como nunca antes, la gestión presidencial no puede escindirse de los cambios y del funcionamiento que se está dando en la oposición: la condición de minoría extrema del mileísmo en el Congreso le deja a la oposición legislativa un rol cuasi ejecutivo inédito y con posibles efectos colaterales para la misma oposición. Por obstrucción o por acción con amplio alcance, como con la media sanción de la nueva movilidad jubilatoria en Diputados, la oposición le marca la cancha a la presidencia de Milei. Por momentos, el poder de la oposición más dura y no tanto se presenta como mayor que el del Poder Ejecutivo. Legislar, o impedirlo, es gobernar.
Esta Argentina 2024 trae condicionamientos únicos para un gobierno nacional también único, por el nivel de su debilidad parlamentaria y por su nivel de inexperiencia política y de gestión, entre otras cosas, pero también trae consecuencias para la oposición. Confiada en que el gobierno de Milei afronta una primera crisis profunda, la oposición más dura cree que llegó el momento de endurecer posturas. Las declaraciones del jefe del bloque de Unión por la Patria en Diputados, Germán Martínez, son elocuentes: “Milei viene perdiendo consenso social y es más factible construir mayorías parlamentarias”, dijo hace dos días.
No sólo poner freno a las pretensiones legislativas de Milei o, directamente, bloquear las leyes que llegan desde el Ejecutivo sino también activar leyes propias cuando todavía no hay ninguna ley del Poder Ejecutivo: la oposición legislativa se mueve en toda la cancha de posibilidades que le da su fortaleza en el Congreso.
Detrás de esa estrategia hay dos creencias: que Milei está perdiendo apoyo popular y que renace la esperanza de una oportunidad de representación para la oposición. La dureza ante los planes de Milei sería la mejor táctica para aprovechar esos vientos. Como si acentuar las contradicciones del capitalismo mileista condujera a una posibilidad real de recuperar el vínculo perdido con la opinión pública. Eso no está tan claro. También hay paradojas: a veces la debilidad, de Milei en este caso, da poder ante la percepción de la opinión pública.
El tiro puede salir por la culata y puede dispararse en 2025, con una ciudadanía que, en las elecciones de medio término, responsabilice a la oposición dura y a la endurecida de los eventuales tropiezos, o fracasos, de la gestión actual aún más que al mismo gobierno. La noción de “casta” versus cambio como respuesta al callejón sin salida de la Argentina. “Basta ya. Que lo dejen gobernar”, dice un alto ejecutivo de una multinacional con décadas en la Argentina, ubicado en las antípodas de Milei, sobre las trabas para la Ley Bases. “Le van a terminar dando una coartada a Milei para ir contra el Congreso como hizo Bukele, o por lo menos intentarlo”, se preocupa. ¿Una exageración?
Por eso en este primer semestre de gobierno mileísta, hay cosas para analizar de uno y otro lado de esa línea que divide al oficialismo y a los distintos tipos de opositores. Del lado de la oposición, el tablero político que se viene consolidando desde diciembre dio lugar a cuatro especímenes dentro de la fauna que quedó fuera de juego con el cimbronazo electoral de 2023.
La misión de obstruir
Por un lado, el kirchnerismo duro se instaló sin vueltas en una identidad obstruccionista. El rechazo en bloque a todos y cada uno de los incisos de la “ley ómnibus” y luego de la Ley Bases y el paquete fiscal o la propuesta de una movilidad jubilatoria propia, más cara fiscalmente que la que salió de Diputados, es el dato más evidente. Es el modelo Máximo Kirchner que nació durante su propio gobierno, el de Alberto Fernández y su madre Cristina Kichner: fue uno de los 28 diputados del kirchnerismo que votaron en contra del acuerdo con el FMI en marzo de 2022.
El obstruccionismo antiMilei es una deriva natural de aquel obstruccionismo a su propio oficialismo, ahora más extendido a toda la bancada kirchnerista en esta realidad de opositores. Muy lejos del papel de oposición colaborativa de 2016, en el primer año de gobierno de Mauricio Macri, cuando Miguel Pichetto y parte del kirchnerismo en el Congreso funcionaron como legisladores escandinavos. El kirchnerismo había sido derrotado, y pensó que para siempre: las derrotas históricas disciplinan.
El posicionamiento duro de hoy está amparado en la idea de que volver no está tan lejos, ya lo hicieron una vez en 2019 y en una pretensión político moral: a los ojos del kirchnerismo y su base de votantes más fiel, la gestión de Milei se sintetiza en la categoría de “crueldad”. Para el kirchnerismo, el shock a la Milei es una seguidilla de actos de gobierno sostenidos por la crueldad intrínseca de Milei y su visión del mundo. La crisis del reparto de alimentos de las últimas semanas es el punto culminante de esa interpretación producida dentro de ese marco moralizador.
A la política de la crueldad de Milei se le opondría una política humanista de parte del kirchnerismo. La añoranza por un Sergio Massa presidente que circuló en redes sociales en el pico de la crisis del Ministerio de Capital Humano es parte de esa autopercepción: Massa habría hecho algo de lo mismo, pero con más amor, es decir, distribución de emisión.
La oposición kirchnerista cree que volvió 2023 y vuelve a tener otra oportunidad. El riesgo es que esté pasando demasiado rápido de la etapa de autocrítica y revisión de sus postulados y dirigentes luego de la derrota.
Como en las semanas previas al balotaje de 2023, el kirchnerismo y el filokirchnerismo se mueven con la certeza de que militar para exponer los pasos en falso del Gobierno es el camino hacia el reencuentro con sus representados. No funcionó en 2023. No está claro que funcione hoy. El kirchnerismo cree así crear futuro, el propio, que se basa en parte en borronear el peso de su pasado.
Desde el oficialismo, el relato vuelve insistente al pasado kirchnerista como fábrica de pobres, de pobreza y de una Argentina sin salida y a las reformas que pretende Milei como una respuesta de calidad moral superior. La Argentina modelo 2024 sigue bloqueada ante la misma encrucijada que en 2023. Una puja por la opinión pública entre dos modelos de la política de la crueldad: el que ve un gradualismo de la crueldad en las décadas kirchneristas y el que ve el shock de la crueldad en el semestre de Milei. La puja es por la relación causa efecto. Por ahora, pierde el kirchnerismo.
Dialoguistas con diferencias
Por el lado de la otra oposición, la que al principio del gobierno de Milei quedó resumida en la categoría “oposición dialoguista”, seis meses después también ofrece nuevos especímenes. Está la oposición “dialoguista, pero cada vez menos” de parte de lo que se empieza a identificar como “los radicales de Lousteau”. El acercamiento entre Lousteau y los Kirchner es un dato político que resuena insistentemente.
De una mirada comprensiva de la pesada herencia, Lousteau pasó a presentar proyecto propio de ley y liderar la alianza con el kirchnerismo en el tema jubilatorio.
La “oposición dialoguista, pero no tanto” de Pichetto y Hacemos Coalición Federal también tensó su relación con el gobierno y acompañó el tema jubilatorio. En su hiper comprensión del juego del poder, Pichetto fue más fiel a las jubilaciones de privilegio para presidentes que al rechazo de la gente a esos privilegios.
La Coalición Cívica (CC) y Pro son los que menos se movieron de sus posiciones iniciales respecto de Milei: en el caso de la CC, manteniendo su distancia. En el Pro de Macri y de Bullrich, en su rol de “dialoguista hasta la fusión”, cada uno a su manera.
Uno de los datos más relevantes del escenario opositor es la extinción de Juntos por el Cambio (JxC). Es el mayor dilema que enfrenta el gobierno de Milei: necesitó que JxC se vaciara de contenido en 2023 para quedarse con su electorado y tenerlo como aliado contra el kirchnerismo. Y ahora que lo necesita como aliado legislativo, las filas adelgazadas Pro, el único remanente de JxC que lo acompaña, no le son suficientes para aprobar leyes.
A los opositores duros y menos dialoguistas de todos los pelajes les pesa el pasado. En ese escenario, hay una pregunta con respuesta pendiente: ¿cuándo el legado kirchnerista empieza a quedar atrás y se reinicia la cercanía con la gente? ¿Cuándo Milei empieza a crear su legado y empieza su distanciamiento de la opinión pública?
El Presidente ya acumula un pasado propio de decisiones cuestionables. Los encuestadores dejaron de ser unánimes en la detección de un porcentaje de apoyo clavado en el 55% del balotaje. Algunos lo dan a la baja.
No es tan evidente, en cambio, que el kirchnerismo vaya alivianando su mochila de responsabilidades: lo complica, además, el peso de su carga, la cantidad de años de gestión, casi dos décadas y una última de oportunidad, el gobierno de los Fernández, que condujeron a la Argentina al callejón sin salida. Pichetto y Lousteau, con roles centrales en las distintas etapas kirchneristas, corren el riesgo de sumar el peso de sus pasados más que el aire fresco de una alianza de centro.
A Milei lo salva, por ahora, un pasado más liviano: seis meses de errores entre algunos aciertos clave, como la contención de la inflación y el dólar, los dos termómetros de la incertidumbre argentina. ¿Para cuánto le alcanza? El momento exacto en que la ciudadanía toma distancia y mira hacia otro lado en busca de representación es cada vez más imprevisible. La crisis actual del gobierno no lo ayuda.
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