De la ilusión del kirchnerismo nórdico a la aritmética del kirchnerismo a la peruana
Cristina apuesta a la aritmética contraria a la que hasta ahora le dio resultado: en lugar de unirse, dividirse a sí mismo, pero con objetivo electoral
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Durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, entre 2003 y 2015, se crearon 19 universidades nacionales. En el conurbano de la provincia de Buenos Aires, el bastión en el que el cristikirchnerismo concentra su estrategia de supervivencia, hay 10 de esas universidades, algunas con logros destacables; otras, no tanto. Sin embargo, la vicepresidenta Cristina Kirchner decidió hablar en un momento clave de la crisis social y económica argentina y de la interna del oficialismo en la Universidad Nacional del Chaco Austral, cuyo rector está imputado por lavado de dinero, amenazas y abuso de autoridad. También es la provincia que registra el mayor índice de pobreza: en el Gran Resistencia, la pobreza del segundo semestre de 2021 llegó al 52%. El dato es de gran relevancia: la vicepresidenta decidió romper el silencio sentada, cómoda, junto a ese rector, como si para un líder político fuera algo menor compartir escenario con un imputado por corrupción, y llevar a la centralidad política al gobernador del Chaco pobre, Jorge Capitanich.
La escena del Chaco es significativa en varios frentes. Ahí se explicitó la estrategia hacia adelante que ya venía impulsando Cristina Kirchner. Faltaba el sello de su palabra. Llegó con su clase magistral sobre “Estado, poder y sociedad. La insatisfacción democrática”. Esa estrategia puede sintetizarse en dos operaciones: la invención de la falsa ilusión del “kirchnerismo nórdico”, por un lado, y el kirchnerismo a la peruana, por el otro.
En el primer caso, se trata de la construcción de una narrativa de apariencia liberal republicana, parlamentarista, casi etérea, sobre la puja de poder que atraviesa al oficialismo. La interna peronista feroz que conoce la historia, ahora en versión kirchnerista, pero presentada como la quintaesencia del intercambio de perspectivas civilizado y constructivo de los socios de una coalición. Un Borgen de matriz nacional y popular. Es decir, el nacimiento del “kirchnerismo nórdico”.
Se trata de la búsqueda de legitimidad de la interna sonora que parte al gobierno de los Fernández, acentúa la crisis argentina y aleja a los votantes. No es “pelea”, dice Fernández de Kirchner, porque no hay “golpes”. La vicepresidenta se refirió al sentido literal de esa palabra, no hay pelea física, pero también cabe el sentido de “golpe blando” a su propio gobierno y de jaqueo a la gobernabilidad que implica el cuestionamiento de la vicepresidenta al líder de su fórmula. Fernández de Kirchner prefiere negarlo. Según la vicepresidenta, se trata de un “debate de ideas”.
Los hechos y los datos parecen contradecirla: el “kirchnerismo nórdico”, ese de los debates internos, ya cuenta con derrotas propias: 2021. Al contrario de lo que planteó el título de su conferencia, la insatisfacción de los argentinos no es con la democracia: el 63,4% de los ciudadanos está totalmente de acuerdo con la idea de que “la democracia es el mejor sistema de vida que tenemos”. Otro 21,6% está algo de acuerdo. Apenas un 5,9% está totalmente en desacuerdo, y los que no coinciden del todo alcanzan tan solo el 8,1%. Así lo muestra el informe nacional “Una lupa en las contradicciones argentinas”, de la consultora Zuban Córdoba.
Por el momento, la insatisfacción sí se presenta con el gobierno que encabeza Cristina Fernández junto a Alberto Fernández: el 56% de los argentinos no sienten que el Gobierno escuche a la ciudadanía. Otro 11,5% piensa algo parecido. El kirchnerismo nórdico del pretendido debate de ideas no convence a la ciudadanía.
En el segundo caso, el kirchnerismo a la peruana es el que apuesta a la aritmética contraria a la que hasta ahora le dio resultado. En lugar de unirse, dividir: en principio, dividirse a sí mismo, pero con objetivo electoral. Quedó claro en el Chaco: ese acto kirchnerista se llevó a cabo bajo el paraguas de uno de los dos sellos partidarios en que quedó dividido el bloque del Frente de Todos en el Senado, uno el Nacional y Popular y el otro, Unidad Ciudadana. En el tatetí entre los dos, la vicepresidenta fue al Chaco con Unidad Ciudadana. Una jugada curiosa: con Unidad Ciudadana es que en 2017 perdió las elecciones de medio término en la provincia de Buenos Aires.
Como máximo, la división especula con que también la oposición se fragmente. El objetivo es llegar a las PASO de 2023 con una oferta electoral dispersa. Así fue que Pedro Castillo llegó al ballottage en Perú: el 19% de los votos le alcanzó para pasar a la segunda vuelta para enfrentarse con Keiko Fujimori, que apenas tenía 13,3% de los votos. Los otros dos candidatos que no pasaron a la segunda vuelta sumaban cada uno el 11,7% de los votos y el 11,6%. Finalmente, Castillo ganó con el 50,12% de los votos.
Capitanich sintetizó las dos vías de la estrategia: “Unidad en la diversidad”, según sostuvo en una entrevista concedida a El DiarioAr. Con esas palabras plantea la fragmentación como objetivo, pero la disimula. Es un modo de justificar ante la sociedad la erosión constante que Cristina Kirchner y los suyos hacen de Alberto Fernández y su gestión. “Elegí una persona que hoy es presidente que no representaba a ninguna fuerza política de las que conformaban el frente”: así se refirió al jefe del Estado de los argentinos la vicepresidenta de la Nación. El presidente Fernández reducido a una ficha sin nombre de un tablero de ajedrez cuyos hilos maneja la vicepresidenta. Un peón del tablero del poder cristinista tal como se configuraba en 2019.
De lo que se trata en realidad es de la fragmentación sostenida, pero disfrazada: acentuar las contradicciones hasta dispersar el voto, kirchnerismo a la peruana. Ya no sumar, sino dividir: un cambio en la aritmética del juego del poder que imagina el kirchnerismo.
La centralidad que el viernes adquirió Capitanich apunta a lo mismo: Cristina Kirchner busca aliados entre los gobernadores para sostener su fragmento. El socio elegido deja claro que lo que está sobre la mesa es retener el poder y no tanto buscar al mejor para sacar a la Argentina de la crisis, si es que hay algún dirigente oficialista que pueda encarnar ese liderazgo. Capitanich es el gobernador de la provincia más pobre de la Argentina.
El Gran Resistencia encabeza las cifras de pobreza. En el segundo semestre de 2021, llegó al 52%. Nada menos. Y sin embargo, ahora Capitanich parece estar desarrollando la musculatura política que se le elogió a Juan Manzur cuando el dedo del presidente Fernández lo eligió. A pesar también de las deudas históricas que pesan sobre Tucumán. El dedo de Cristina Kirchner empieza a ungir socios futuros si finalmente el Frente de Todos llega implosionado en 2023. “Coqui 2023″ es el nombre del wifi del despacho de Capitanich, según El DiarioAr.
“Coqui” también se escuchó el viernes cuando la vicepresidenta, en medio de su conferencia, atravesó la cuarta pared de ese teatro político para preguntarle al gobernador Capitanich sobre un dato económico y darle la autoridad del que sabe. Alberto Fernández le dio legitimidad a la Formosa de Gildo Insfrán. Ahora, la vicepresidenta se la da a Capitanich. En el Chaco de Capitanich, el 60% de la población se considera “inactiva”: es decir, que no participa del mercado laboral. Está segunda en el ranking de ese indicador, que está encabezado por Formosa, con el 67% de su población “inactiva”. Así surge de un trabajo del Ieral, de la Fundación Mediterránea, realizado por las economistas Laura Caullo y Azul Chincari y basado en datos de los ministerios de Trabajo y Economía de la Nación, el IPC del Indec y la Encuesta Permanente de Hogares. Y aunque Chaco es una de las provincias con mayor crecimiento del empleo privado entre el primer semestre de 2011 y el primero de 2021, con un 10% de aumento, el año pasado apenas llegaba al 7% si se considera solo el empleo privado registrado. Entre los asalariados en blanco, el empleo público es mayoría y alcanzaba el 10%. Los asalariados privados no registrados llegaban al 11%, y a 9% los cuentapropistas.
Los jóvenes chaqueños están entre los que enfrentan más desafíos en la Argentina. El 28,6% de jóvenes entre 18 y 24 años del Chaco no trabajan, no estudian ni buscan empleo. La provincia de Capitanich está segunda en el ranking de porcentaje de “ni-ni” del país. La provincia que lo encabeza es la Formosa de Insfrán, con el 36,3%, según surge del Informe de Coyuntura del Ieral de noviembre de 2021.
Toda la escena de Chaco dispara preocupaciones futuras. De Insfrán y la “ejemplaridad” que le atribuyó el presidente Fernández a Capitanich y las deudas históricas sociales y económicas del Chaco, el kirchnerismo insiste en la elección de dirigentes responsables de una Argentina estancada y sumida en el atraso. Desde el regreso de la democracia, de los 10 gobernadores de Chaco, siete han sido peronistas. Desde 2007, el peronismo ha gobernado en forma continua. Capitanich administra el Chaco por tercera vez, mientras sueña con “Coqui 2023″.
Más allá de la estrategia de fragmentación del sistema político que parece estar construyéndose desde el oficialismo, lo que preocupa son las continuidades que ya son un hecho y que en lugar de avanzar hacia el futuro, lo detienen.
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