Alberto Fernández lo sorprendió con la propuesta de que asuma en el gabinete y su objetivo presidencial hoy está atado a la suerte del Presidente
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“Soy un especialista en cerrar grietas y desestresar situaciones”, se autodefinió Daniel Scioli, hace dos meses, en una entrevista con LA NACION. En los próximos días, pondrá a prueba esa descripción de sí mismo al hacerse cargo de un ministerio golpeado por la grieta y el estrés: el de Desarrollo Productivo. Tomará las riendas que debió soltar Matías Kulfas, sacrificado por el presidente Alberto Fernández tras la presión de la vicepresidenta Cristina Kirchner en medio de las disputas con funcionarios de La Cámpora por el gasoducto Néstor Kirchner.
El exgobernador bonaerense, exdiputado, excandidato presidencial y ahora exembajador en Brasil ultima detalles en Brasilia para organizar su desembarco ministerial. Es un hombre acostumbrado a convivir con la mirada inquisidora del kirchnerismo, que sin tenerle aprecio lo eligió para cargos y candidaturas claves. Un sobreviviente del peronismo que se mantiene como opción, a pesar de los vaivenes y las derrotas, desde que Carlos Menem lo subió a la arena política en la década del 90. Después del naufragio en las elecciones nacionales de 2015, cuando fue candidato a presidente en fórmula con Carlos Zannini, se recicló como diputado y tuvo un alto perfil en la Embajada en Brasil. El sueño presidencial sigue vivo en su interior, aunque ahora parece atado a la suerte del Presidente.
En 2015, Scioli cerró sus dos mandatos como gobernador de la provincia de Buenos Aires y fue candidato a presidente, elección que perdió en segunda vuelta contra Mauricio Macri. Desde esos momentos, y en algunos casos también desde antes, se mantiene a su lado un grupo de dirigentes que actualmente está desperdigado por distintos cargos en el Estado. Un núcleo duro que se achicó, pero que conserva diálogo con el exgobernador, charlas y partidos de ajedrez en La Ñata, el refugio de Scioli en Tigre.
Lejos de la adrenalina de la motonáutica, a Scioli lo apasiona el ajedrez, el “deporte-ciencia”. Es amigo del gran maestro Miguel Quinteros, que en algún momento le dio clases. “Al que sabe jugar al ajedrez, lo desafía”, cuenta un hombre que lo acompañará en el Ministerio de Desarrollo Productivo.
Uno de los contrincantes de ajedrez que Scioli tiene en la política es Alberto Samid. “Cuando viene a la Argentina, a los dos minutos me llama y jugamos en La Ñata, que está hermosa. Son partidos palo a palo, anda bien”, cuenta Samid a LA NACION, que entusiasmado con el regreso de su amigo, dice que es “el hombre que necesita el país”.
“Él vivía en Ramos Mejía. Mi hermano jugaba con el padre de él a la pelota paleta, nos conocemos de esa época”, completa el empresario de la carne, que frecuentaba La Ñata en épocas de Scioli gobernador. Allí se hacían partidos de fútbol que tuvieron invitados como el expresidente boliviano Evo Morales y su equipo. Ese mundo lúdico en el que surgió su apodo “Pichichi” (goleador).
“Hoy, los de Scioli entramos en una combi”, dice un dirigente que se considera “sciolista” al dimensionar el tamaño del grupo de leales al exmotonauta y futuro ministro de Desarrollo Productivo. Al frente del gobierno de la provincia de Buenos Aires, uno de sus colaboradores más estrechos fue Alberto Pérez, quien era su jefe de Gabinete. Pérez es uno de los fieles que mantiene Scioli, según coinciden distintas fuentes de su confianza. El exjefe de Gabinete bonaerense es actualmente director en el Banco Hipotecario y se maneja con bajo perfil. Acompaña a Scioli desde las épocas en que el exembajador era secretario de Deportes y Turismo (estuvo en ese cargo durante las presidencias de Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde).
En esa lista de leales a Scioli, considerados “colaboradores y amigos”, se anota también Martín Ferré, que tuvo varios cargos en la gobernación, como el de ministro de Desarrollo Social, y fue uno de los impulsores de la agrupación la DOS (Daniel Osvaldo Scioli). Es director del Banco Nación y tiene trato permanente con Scioli.
Rodolfo “Manino” Iriart, director del Correo Argentino y exdiputado provincial cuando Scioli era gobernador, también se mantiene a su lado. Afincado en Mar del Plata, fue organizador de actividades de Scioli en la ciudad y lo reunió con exportadores cuando asumió como embajador. El langostino, producto del que se habló en esos encuentros, fue una de las exportaciones a Brasil que se reactivaron. Scioli lo exhibe como uno de los logros de su gestión diplomática.
Al núcleo de sciolistas lo integran además el exsenador provincial y actual secretario de Comunicación y Relaciones Institucionales de la Municipalidad de Quilmes, Alberto De Fazio, y el exsubsecretario de Relaciones con la Comunidad de la provincia y hoy secretario de Innovación y Ciudad Digital de la Municipalidad de Tigre, Carlos Gianella. Gianella trabaja con Scioli desde 1999, cuando el nuevo ministro era diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires.
Los exministros provinciales Alejandro Collia (secretario de Calidad en Salud nacional) y Silvina Batakis (secretaria de Provincias del Ministerio del Interior); Nicolás Scioli (su hermano, que es director del Banco de Inversión y Comercio Exterior), y Eduardo Aparicio, exsecretario de Espacio Público, que fue la cara visible del programa provincial Soluciones Ya! son otros de los que, como Scioli, sobreviven a los vaivenes del peronismo y siguen a flote a su lado.
“La mayor parte del equipo [de la gobernación] siguió por otros caminos, pero ninguno terminó mal con él”, subraya un hombre que trabajó con Scioli pero hoy está fuera de su núcleo de confianza.
La vuelta al ruedo local, con un cargo ministerial, abona su carrera hacia 2023, sobre la que él no se pronuncia en público. Pero siente que está preparado para volver a intentar ganar la Presidencia y está dispuesto a competir. La agitación interna que vive el Gobierno conspira contra ese objetivo, según se desprende de las opiniones de algunos colaboradores de Scioli.
“¿Qué podemos proyectar? ¡Esto es un quilombo!”, exclamó un dirigente sciolista cuando LA NACION le consultó por la posibilidad de que Scioli busque una nueva candidatura presidencial, apalancado en su nuevo cargo de ministro de Desarrollo Productivo. Sin embargo, también hay fieles del exgobernador que creen que el ministerio lo puede impulsar. “Él no tenía en la cabeza que lo iban a llamar ahora. Si Alberto va por la reelección, Daniel lo va a bancar; si no, él estará disponible”, avisa un hombre de su confianza.
“Tengo más experiencia, pude formarme, reflexionar, entender mejor la política internacional. Es algo que puede darse, según las circunstancias”, decía sobre una eventual candidatura en reuniones privadas semanas atrás, cuando todavía no imaginaba la posibilidad de volver tan pronto a un cargo en Buenos Aires.
En su entorno juran que ahora está “abocado 100% a lo que le pidió Alberto Fernández” y que el arranque de la gestión en el ministerio será con foco en las pymes. Uno de sus colaboradores más estrechos recuerda que José Scioli, padre del exgobernador, “fue uno de los fundadores de CAME [Cámara Argentina de la Mediana Empresa]”.
A Scioli el puesto de embajador en Brasil le ofreció momentos de alta visibilidad, entre ellos, reuniones con el presidente Jair Bolsonaro. Sumó cuatro encuentros oficiales con él. Al último Scioli se presentó con una torta de chocolate, decorada con las banderas de Brasil y la Argentina, y una vela. Sonriente festejó así, con el presidente brasileño, su primer año como embajador, el 10 de agosto del año pasado. “Construimos una relación de confianza, con muy buena onda”, solía ufanarse, a pesar de las diferencias ideológicas entre los dos gobiernos.
Después de perder la elección presidencial en segunda vuelta, Scioli volvió a la competencia electoral en 2017, como candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires en la boleta de Unidad Ciudadana. Era el quinto de la lista, detrás de Fernanda Vallejos, Roberto Salvarezza, Fernando Espinoza y Vanesa Siley. En Diputados, presidió la Comisión de Deportes, pero cumplió poco más de la mitad del mandato, porque el Presidente lo convocó para hacerse cargo de la Embajada en Brasil.
Durante sus casi dos años de gestión, también vio dos veces al expresidente Lula da Silva, enemigo de Bolsonaro. “Es amigo de Lula y de Bolsonaro, navega con los dos”, lo elogia un militante del peronismo que frecuenta La Ñata. En su paso por la embajada, Scioli no se privó de agregar a su agenda de visitas otros expresidentes, como José Sarney, Fernando Henrique Cardoso y Fernando Collor de Mello.
La cuenta pendiente de su gestión en Brasil fue no haber conseguido reunir a Alberto Fernández con Bolsonaro. El más interesado de los tres en que ese encuentro se concretara era Scioli, que trabajó para el acercamiento, pero desde Buenos Aires la respuesta fue siempre negativa.
La eterna tensión con el kirchnerismo
En sus días de gobernador Scioli vivió infinitos episodios de tensión con el kirchnerismo, que no le impidieron ser el candidato a presidente ungido por Cristina Kirchner, en 2015. En septiembre de 2010, Néstor Kirchner reprochó en público a Scioli, quien lo había acompañado como vicepresidente en su mandato, de 2003 a 2007. “Le pido a mi amigo el gobernador Scioli que nos diga quién le ata las manos para profundizar el modelo de seguridad en la provincia de Buenos Aires, porque estamos todos dispuestos a ayudar, pero hay que hablar con nombre y apellido para terminar con los malos entendidos”, le dijo Kirchner a Scioli en un seminario del Frente Nacional Peronista. Por esos días, conmovía al país el caso de Carolina Píparo, baleada en un banco en La Plata, en un asalto en el que murió su bebé, Isidro, al que le faltaban días para nacer. “Vino el gobernador y me dijo: ‘Me tienen atadas las manos’. Yo le pregunté quién y no me respondió. Ni siquiera me dijo la oposición, nada”, había dicho en una entrevista en Canal 13 Juan Ignacio Buzzalli, esposo de Píparo, actual diputada.
En 2012, Scioli soportó semanas de incertidumbre y paros de estatales al depender de fondos que el gobierno nacional no le enviaba para el pago de sueldos y aguinaldos. En junio de ese año, la Nación le giró 1000 millones de pesos, una suma que era insuficiente para abonar los aguinaldos de los 550.000 empleados públicos que tenía la Provincia, en concepto de “asistencia financiera extraordinaria”. Por esos días, al kirchnerismo no le caía en gracia la proyección presidencial de Scioli. “Todos tienen que aprender a gestionar los recursos de la misma manera que lo hace la Presidenta”, le reclamó Cristina por cadena nacional, el 26 de junio de 2012. Después de tres semanas, ya en julio, el gobierno nacional le envió $600 millones y pudo completar los pagos.
A pesar de los roces y de no ser un kirchnerista de paladar negro (La Cámpora usaba como eslogan “El candidato es el proyecto”, concepto que utilizó también Axel Kicillof), en 2015 fue el postulante a presidente que Cristina Kirchner eligió para el oficialismo. La expresidenta decidió que fuera acompañado por Zannini, un incondicional de ella. La fórmula perdió con Mauricio Macri-Gabriela Michetti en el ballotage del 22 de noviembre.
Su larga historia de rispideces con el kirchnerismo lo emparenta con el Presidente. Es un rasgo común cuya vigencia se pondrá a prueba en la nueva gestión de Scioli; es un misterio cómo lo recibirán la vicepresidenta y quienes le responden. De todos modos, tomará un ministerio que ya no controla las áreas de Comercio Interior ni de Energía.
Además de los coletazos de las peleas peronistas que sorteó, a Scioli también se le abrió un frente judicial tras su paso por la Provincia. Enfrenta una causa con pedido de elevación a juicio oral desde 2018. Se trata de un expediente que comenzó con una denuncia de Elisa Carrió, que acusó a Scioli y a funcionarios provinciales como Pérez, Collia y Walter Carbone, entre otros, de negociaciones incompatibles con el ejercicio de la función pública y tráfico de influencias.
La investigación busca determinar si Scioli intercedió para que el gobierno bonaerense le entregara 12 construcciones de Unidades de Pronta Atención (UPA) y tres ampliaciones a la empresa Miller Building International SA, de Ricardo Miller. Tras hacerse de esas obras, según figura en el expediente, Miller le alquiló a Capanone SA (una sociedad de Scioli) un complejo hotelero en Villa La Ñata, Tigre, le realizó mejoras y lo compró, después de que el inmueble pasó de 1334 metros cuadrados construidos a 3063. En mayo de 2018, Scioli fue indagado y se defendió con un escrito en el que negó cualquier tipo de irregularidad y señaló haber sido “muy celoso en el cuidado de los intereses públicos” durante su gestión.
El objetivo presidencial de Scioli resurgió después de la derrota de 2015. En 2019, lanzó su precandidatura presidencial, pero la bajó cuando en el peronismo le obturó la posibilidad de definir postulaciones en internas. Alberto Fernández quedó ungido como el candidato oficial de Cristina y Scioli dejó su sueño para más adelante. Hoy, su suerte y la de su proyección están atadas al futuro del Presidente.
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